9/02/2008

¡Ay, la educación!

La educación chilena se ha convertido en una tragedia. Los tres grandes liceos fiscales, el Instituto Nacional, el Lastarria y el Liceo Aplicación, cuna de formación cívica y Alma Mater de destacados próceres republicanos, se encuentran desvencijados, con vidrios rotos, baños nauseabundos y subterráneos propios de películas de terror. A este hecho, que estremece el corazón, se agrega esa estadística lamentable de la bajísima calidad de la enseñanza básica y media, tanto en escuelas municipalizadas como en las privadas subvencionadas. Entretanto, los dueños y directivos de escuelas y universidades privadas se enriquecen con una educación convertida en negocio mientras publicitan las bondades del Opus Dei, de los Legionarios de Cristo y cierran las puertas al pensamiento diverso. A su turno, las universidades tradicionales, acogotadas con una política fiscal restrictiva, torpe e indolente, se ven obligadas a financiarse con elevados aranceles, que compiten con las privadas en su agresión al bolsillo de las familias modestas de nuestro país.

El sistema educacional pinochetista ha culminado en un desastre. Los hijos de familias de bajos ingresos reproducen la miseria de sus padres en escuelas municipalizadas inservibles y subvencionadas, que enriquecen a empresarios inescrupulosos. Por su parte, la multiplicación de universidades privadas sólo ha servido para engañarnos con esa mentira del mayor acceso de los jóvenes a la educación superior. Sin embargo, en la práctica tal acceso resulta inconducente ya que todas las comparaciones internacionales revelan hasta el cansancio la bajísima calidad de nuestras universidades. Chile resulta bueno en indicadores macroeconómicos y riesgo país pero pésimo en enseñanza.

La razón está de parte de los jóvenes cuando protestan para erradicar un sistema educacional inservible y corrompido. Lamentablemente, las demandas de la masiva lucha estudiantil del 2006 fueron domesticadas por la farándula y luego anuladas con una comisión interminable que culminó en un evidente gatopardismo. Todo o casi todo es lo mismo, con la LOCE convertida en LGE, pero con las mismas escuelas bajo la tuición de municipios frágiles y con la persistencia del lucro en las escuelas subvencionadas. En tales condiciones el descontento ha recrudecido y los estudiantes vuelven a las calles, se toman establecimientos y radicalizan su lucha. Es que los jóvenes se sienten engañados.

Así las cosas, está cantado que la mala educación continuará y su división clasista se acentuará. Las mejores escuelas seguirán reservadas para los hijos de las familias ricas de Chile, con los más altos puntajes en la PSU, accediendo así a las mejores universidades. Los dueños del Poder Económico y de la elite política del país tendrán en sus descendientes asegurada la administración del sistema económico y político que controlan. Y, la segmentación social y territorial que caracteriza a estas escuelas seguirá reproduciendo en los jóvenes del barrio alto el clasismo, racismo e individualismo propio de las familias ricas.

Entretanto, persistirá la mala educación para el 90% de los niños chilenos, en las escuelas municipalizadas y privadas subvencionadas. Los que accedan a la educación superior, con sus bajos puntajes en la PSU, ingresarán a universidades de baja calidad y estudiarán profesiones sin demanda en el mercado. Crecerá el ejército de profesionales desocupados y en el mejor de los casos llegarán a servir como empleados de los jóvenes de su misma generación que serán ejecutivos de las empresas de sus padres. El futuro de los niños de Chile está definido en el nacimiento.

El sistema educacional chileno, en vez de servir para integrar a los niños de distintos orígenes sociales, promover la convivencia en comunidad, estimular la promoción social, favorecer un mismo lenguaje y valores, se ha convertido en instrumento de exclusión y ampliación de las desigualdades. Así es y será, con LOGE y LGE.

La demanda por una educación decente y sin discriminaciones para todos los niños, hijos de familias ricas y pobres, es justa y necesaria. Está en juego el desarrollo económico del país, que no se sostiene con la actual educación. Está en juego también la estabilidad del sistema político, con excluidos que acrecientan su violencia. Los estudiantes lo han entendido mejor que nadie y por ello exigieron el término de la LOCE, el fin del lucro y la eliminación de toda discriminación en la educación. Por ello también han rechazado la LGE la que no resuelve esa tragedia que significa la educación chilena.

13-08-08

Roberto Pizarro - Economista

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