2/04/2009

G-80: A DERROTAR DE VERDAD LA EXCLUSIÓN

Desde su nacimiento como fuerza política, el Movimiento Generación 80 (G-80) ha desarrollado y se ha sumado a múltiples iniciativas con miras a lograr la unidad de los actores sociales y políticos de la izquierda. En el actual escenario, nos interesa fijar con toda claridad nuestra posición acerca de cómo y para qué debe construirse la unidad de la izquierda, tema que en el marco de la aguda crisis económica que afecta con cada vez mayor fuerza a los sectores populares, obligan a la izquierda a definir correctamente su rumbo.

Uno de los partidos políticos legales que conforman el Juntos Podemos ha estimado “necesario” establecer acuerdos con la Concertación con miras a concordar una planilla parlamentaria que permita “poner fin a la exclusión”. Por la prensa nos informamos que el mecanismo que tienen en vista sería la estructuración de una lista parlamentaria única con la Concertación. El objetivo declarado es doblar a la derecha en varios distritos y asegurar la elección de algunos diputados de los partidos pertenecientes al Juntos Podemos.

Frente a esta realidad política, lo primero que nos interesa dejar en claro es que terminar con la exclusión político parlamentaria -una de las tantas existentes en nuestra institucionalidad- es un ideal justo que compartimos. Sin embargo, parece evidente que la estrategia impulsada, no es el camino correcto, por cuanto lejos de terminar con la exclusión, significará simplemente capitular ante ella. En efecto, los mecanismos constitucionales establecidos en la Constitución del 80 están diseñados para impedir que se desarrolle una plataforma política de carácter popular en el Parlamento. Resulta entonces que los medios están en clara contradicción con los fines. La expresión “derrotar la exclusión”, se termina convirtiendo en un fetiche cuya ambigüedad sirve para justificar cualquier cosa.

No debemos perder de vista que todo el andamiaje que consagra “exclusión”, en la Constitución de 1980, tiene como propósito evitar que volviera a repetirse en Chile una experiencia como la Unidad Popular, creando amarres y exigiendo mayorías que en la práctica garantizan que la derecha y el gran capital tienen una suerte de derecho a veto sobre cualquier proyecto político de transformación y cambio de la sociedad que sea capaz de emprender la izquierda y los sectores populares.

Los mecanismos concretos para dicho fin han variado en el tiempo. Así, en las reformas consensuadas de 1989 se eliminó el artículo 8°, que excluía explícitamente la participación de partidos “marxistas”, elevándose a cambio los quórums requeridos para cambios constitucionales, los que en definitiva constituyen el blindaje sobre el que se desarrolla la comedia política de la transición. La existencia de los quórums constitucionales dotó en la práctica a la Concertación del pretexto necesario para no cumplir con los compromisos de su programa original de profundizar la democracia, desmontando los enclaves autoritarios dejados por la dictadura, uno de los cuales es precisamente el sistema binominal. En definitiva, la exclusión que consagra la institucionalidad vigente se refiere a proyectos políticos alternativos al modelo neoliberal imperante, y no necesariamente a personas u organizaciones en particular.

Con estos datos, la pregunta para la izquierda es ¿cómo construir una alternativa política democrática que rompa con la hegemonía neoliberal imperante en el país? Y en particular, ¿sirve un acuerdo político con la Concertación para terminar de verdad con la exclusión y construir una fuerza política y social antineoliberal?

No necesitamos recordar los innumerables compromisos incumplidos, las eternas excusas para desconocer lo pactado, amparados siempre en el “realismo político”. Cada uno de los cuatro gobiernos concertacionistas ha empeñado su palabra en desmontar los enclaves autoritarios dejados por la dictadura, para luego incumplir sistemáticamente esos compromisos. ¿Qué pasó, Presidenta Bachelet, con el gobierno ciudadano? ¿Dónde quedaron las promesas de equidad, justicia e igualdad de las que han alardeado los políticos oficialistas en sus campañas?

En la actual coyuntura, la Concertación no ha mostrado ninguna señal de cambio de rumbo decisivo. Las vagas promesas de Frei respecto de eventuales reformas constitucionales son más de lo mismo, y siempre eluden lo central, el restablecimiento de la plena soberanía popular. Ni su historia ni sus actuales planteamientos permiten abrigar alguna esperanza respecto de un pacto electoral con la Concertación.

Por cierto, la afirmación de que el cuadro político nacional cambiará sustancialmente con la llegada al parlamento de algún diputado comunista o humanista nos parece un exceso. Los poderes fácticos, los amarres y enclaves institucionales son lo suficientemente sólidos como para hacer invisible la presencia de un par de diputados del Juntos Podemos en el actual parlamento binominal.

El error de pretender pactar electoralmente con la Concertación bajo la figura de una lista parlamentaria única, lo vemos no en la justa demanda de obtener representación parlamentaria, sino en la pretensión de creer que los profundos cambios que necesita nuestro país, pasan por la vía de los acuerdos cupulares, y no por la movilización y organización de los sectores populares. La experiencia reciente demuestra que en la América Latina del Siglo XXI, sólo con el pueblo en la calle se ha logrado romper con la exclusión. La experiencia boliviana es clara, en ese sentido. Esa es además, la lección que nos dejó la lucha de los pingüinos, la de los trabajadores subcontratados, la del pueblo mapuche, o la de los deudores habitacionales.

Nos reprocharan, seguramente, nuestra posición. Nos preguntarán con este arranque de principismo ¿a dónde pretenden llegar?. Nos explican una y otra vez que la política es dura y compleja, y que hay que saber transar y actuar con realismo.

Nos parece que justamente, de eso se trata, de ser verdaderamente realistas y quitarse la venda de los ojos. Hoy en Chile, matices más, matices menos, hay dos bloques de derecha, la Alianza y la Concertación, conservadora una y “pseudo progresista” la otra.

Nos gustaría, para avanzar en pasos democráticos reales, concordar acuerdos con el centro político. Pero para ello, requisito previo es que se constituya con claridad una alternativa de izquierda, por una parte; y que exista realmente un centro político (con los valores que eso implica), por otra. Nuestra tarea está en lo primero, y si la cumplimos bien, incluso ayudaremos o presionaremos a que surja un verdadero centro político.

De lo anterior surge la tarea esencial: Que la izquierda, conformada por la diversidad de partidos, colectivos, movimientos sociales y ciudadanos militantes que levantan posiciones democráticas y antineoliberales, concurra a definir un programa unitario y convincente que se exprese en un candidato presidencial único y en una lista parlamentaria de izquierda en todo Chile y, vaya a la conquista de las mayorías por la fuerza de su argumentación, la claridad de su proyecto y la consecuencia de su accionar.

Es por eso que el Movimiento Generación 80 (G-80) pone hoy el acento en el desarrollo de un proceso de construcción de tres elementos fundamentales y necesarios: la existencia de una candidatura de la izquierda, de un programa de la izquierda elaborado desde la base, y una lista parlamentaria de la izquierda, concebida como una oportunidad para movilizar y organizar al pueblo allendista.

Lo que está en juego es reponer en el imaginario nacional la confianza en que es posible tener un gobierno de Izquierda responsable porque sólo éste se comprometerá, sin miedo al conflicto con los poderes fácticos, a satisfacer las demandas ciudadanas. El mundo debe girar a la izquierda, pero el impulso no viene de la mecánica celeste sino que de la voluntad y de la acción humana.

Necesitamos que el proyecto de izquierda se levante de manera democrática con la participación más amplia posible, que abra espacios a todos los desposeídos y excluidos. Se trata de crear un acontecimiento político, social y mediático que genere voluntad transformadora, que concite atención y cree confianza en el pueblo. Que muestre que hay gente que quiere hacer política de manera ética, transparente y ligada a los problemas de fondo del pueblo.

Invocar la falta de medios para realizar un proceso de primarias donde se discutan y resuelvan desde la base los ejes articuladores de la alternativa popular es una miopía política. Con disposición y creatividad se pueden y deben resolver las dificultades de orden práctico.

Para romper de verdad la exclusión y abrirle paso a un proyecto de transformaciones democráticas es necesario apoyarse en la fuerza popular expresada en la movilización y organización del pueblo en las calles. Romper la exclusión significa entrar al Congreso por la puerta ancha del frente, avalados por la conformación de grandes mayorías, y no por la ventana del baño.

Coordinador Movimiento Generación 80, G-80

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