11/30/2008

¡QUÉ DESCARO!

Por Juan Pablo Cárdenas
Es difícil llevar la cuenta de cuántos políticos han manifestado su interés por postular a la Presidencia de la República. Hasta dos o tres candidatos por partido y desde fuera de éstos dicen estar "disponibles" para esta competencia que ya inicia y amenaza con dejar inadvertidos los últimos meses del gobierno de Michelle Bachelet. Postulantes por doquier que quieren desafiar aquellas encuestas que le asignan al candidato de la Derecha la mejor opción de llegar a La Moneda, toda vez que cuenta con una abultada caja electoral para afrontar los gastos de propaganda que se corresponden a este tipo de contiendas.

En este ofertón presidencialista hay candidatos que aspiran ser ungidos por los "barones" de la política y otros que están dispuestos a competir en elecciones primarias. Candidatos que aspiran llegar sólo hasta la primera vuelta y otros que tienen la seguridad de alcanzar la segunda. Postulantes que se proponen sólo un "saludo a la bandera" y otros que se conforman con agregar su nombre a la vanidoteca personal y familiar. Todos, desde luego, en el propósito de llegar a despostar el erario nacional de la Nación o al menos estar presentes para recoger las vísceras de este cuoteo monumental que ahora se realiza cada 4 años.

No hay ideas ni programas, pero todos se declaran interesados en los "temas país" y en las "propuestas de futuro". Ni una sola línea de iniciativa nueva; a lo más, cierta insistencia en las promesas incumplidas en casi dos décadas de post dictadura. Discursos huecos que evitan la palabra pueblo y esconden, incluso, cacofonías clásicas como capitalismo, socialismo, imperialismo… Por ahí se expresa el deseo de ser reconocido como parte de la Generación Obama en un ánimo grotesco de beneficiarse de los resultados de las presidenciales estadounidenses. Evento que tan dramáticamente nos demostró la sideral distancia que existe entre el liderazgo y los compromisos de los políticos de ese país y el nuestro, cuando aquí las opciones se agotan en los mismos y revenidos rostros que integran las llamadas cúpulas partidarias. O "clase política" como les gusta más ser identificados.

Candidatos que se proclaman y se pronuncian desde París, Washington o Londres en sus incesantes viajes para sumar viáticos a sus abultados ingresos o adonde han salido a "refrescarse" después de la agotadora campaña municipal. Postulantes dirimidos entre cuatro paredes y luego de los optimistas balances electorales de los partidos en que desde un uno por ciento de los votos sirve a la posibilidad de agarrar cupos parlamentarios, ministerios y embajadas en ese nuevo desposte fiscal que se va a dirimir a fines del próximo año. Cuando ni siquiera la mitad de los ciudadanos potenciales asista a votar bajo la camisa de fuerza del sistema binominal y esos candidatos presidenciales que representan sólo más de lo mismo, aunque la publicidad vuelva a maquillarlos y rejuvenecerlos.

De lo que será una patética manifestación más de una democracia que no fue y se desbarata en la frustración de las expectativas populares. En manos de políticos ensimismados y codiciosos. Que ni siquiera en la constatación general y judicial de sus corrupciones desisten de ser candidatos. Y que en la hora amarga de la crisis económica, del deterioro del poder adquisitivo y del colonialismo cultural no son capaces de manifestar una sola idea de esperanza. Divorciados, como están, de la cotidianeidad de los chilenos.

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