3/30/2010

¿Qué pasa con los derechos de los trabajadores después del terremoto?

Les invitamos a leer y socializar este interesante y clarificador trabajo de Karla Varas Marchant, abogada de la Universidad de Chile, Escuela Sindical, Marzo 2010.
Son numerosas las dudas que surgen en materia laboral después del fuerte terremoto que nos ha remecido. Es por ello, que en nuestra labor de difusión e información a la comunidad, hemos elaborado el siguiente instructivo:

1. ¿Qué pasará con los días en que no he podido asistir a mi trabajo a consecuencia del terremoto?
Si bien nuestra legislación laboral consagra como causal de despido las inasistencias injustificadas (artículo 160 Nº 3 del Código del Trabajo), dichas inasistencias, para poder facultar al empleador a poner fin al contrato sin derecho a indemnización, deben carecer de un motivo razonable o justificable [1], y claro está, que en estos casos las inasistencias registradas en días posteriores al terremoto como consecuencia de haber sufrido daños materiales, pérdidas humanas, lesiones, o porque no existen las condiciones para poder trasladarse al lugar de trabajo, estarán justificadas, durante un tiempo razonable, mientras permanezcan tales condiciones.
Además, hay que tener presente que en caso de verificarse algún despido por esta causal, deberá interponerse el reclamo respectivo ante la Inspección del Trabajo, y en caso de no verificarse acuerdo en sede administrativa, deberá acudir a la Defensoría Laboral para obtener asesoría y poder iniciar las acciones judiciales a fin de reclamar por un despido injustificado. En todo caso, la tarea de calificar si se reúnen los requisitos para configurar la causal de inasistencias injustificadas será de los Tribunales de Justicia [2].
Recuerde que el plazo para demandar por el despido injustificado es de 60 días contados desde el despido, ampliables hasta 90 dependiendo del tiempo que haya durado el reclamo ante la Inspección del Trabajo.

2. ¿Qué pasa si la empresa o institución donde trabajo sufrió daños a consecuencia del terremoto?
El contrato de trabajo genera múltiples obligaciones para las partes involucradas en él, una de ellas es –precisamente- la obligación del empleador de proteger la vida y salud de los trabajadores.
Dicha obligación está consagrada en el artículo 184 del Código del Trabajo, el que señala que “el empleador estará obligado a tomar todas las medidas necesarias para proteger eficazmente la vida y salud de los trabajadores, manteniendo las condiciones adecuadas de higiene y seguridad en las faenas, como también los implementos necesarios para prevenir accidentes y enfermedades profesionales”.
Tal como se señala en el comunicado entregado por la Dirección del Trabajo con fecha 2 de marzo del año en curso, “todo empleador deberá garantizar condiciones de trabajo que no pongan en riesgo la vida o la integridad física del trabajador, razón por la cual deberá evaluar si las instalaciones de la empresa han quedado en condiciones de operar sin poner en riesgo la seguridad de los trabajadores, lo que no sólo se extiende a la revisión de las estructuras de los respectivos lugares de trabajo, sino que también a las condiciones de salubridad (agua potable)”.
De esta forma, en caso que el empleador no adopte las medidas de seguridad adecuadas estará infringiendo una garantía fundamental de todo trabajador, protegida actualmente por la acción de tutela de derechos fundamentales, cual es, el derecho a la vida e integridad física y psíquica (artículo 19 Nº 1 de la Constitución Política en relación con el artículo 485 del Código del Trabajo).

3. ¿Qué pasa con el pago de remuneraciones durante el tiempo que esté suspendida la faena producto de arreglos u otros ajustes provocados por el terremoto?
Una de las situaciones que se puede presentar a consecuencia de este terremoto es aquella en que la empresa decide suspender las faenas para efectuar las reparaciones que sean necesarias e indispensables, y de esa forma poder retomar la marcha normal de la empresa o faena en condiciones de seguridad para los trabajadores.
En este caso, como la suspensión de la faena se debe a caso fortuito o fuerza mayor, el empleador estará imposibilitado de otorgar el trabajo convenido en el contrato, y por ende, se le exonera del pago de remuneración.
La Dirección del Trabajo, en diversos dictámenes, sostiene de manera uniforme que una de las formas para cesar el cumplimiento de un contrato es precisamente el caso fortuito o fuerza mayor, para lo cual analiza si la situación de hecho que se le presenta es inimputable, irresistible e imprevisible [3].

4. ¿Qué derechos tengo en caso de fallecimiento de algún familiar?
En caso de haberse producido este lamentable hecho, el artículo 66 del Código del Trabajo regula los siguientes permisos, los que tienen como característica común que son pagados, adicionales al feriado anual, y que es un derecho totalmente independiente al tiempo que lleve en la empresa, es decir, aunque recién tenga 20 días de trabajo, por ejemplo.
a. Fallecimiento de un hijo o cónyuge: derecho a un permiso de 7 días corridos, que debe hacerse efectivo a partir del fallecimiento.
b. Fallecimiento de un hijo en período de gestación: derecho a un permiso de tres días hábiles, que debe hacerse efectivo al momento de acreditarse la muerte, con el respectivo certificado de defunción fetal.
c. Fallecimiento del padre o madre: derecho a un permiso de tres días hábiles, que debe hacerse efectivo a partir del fallecimiento.

5. Mi empleador, ¿puede alterar la distribución y/o duración de mi jornada laboral?
En materia de distribución de la jornada laboral, específicamente respecto del descanso semanal, la regla general es que los días domingos y festivos son de descanso (artículo 35 del Código del Trabajo).
Como toda regla general, ésta reviste excepciones, y en estos casos las empresas están autorizadas a distribuir la jornada ordinaria de trabajo de manera que incluya los días domingos y festivos, situaciones que están reguladas en el artículo 38 del Código del Trabajo, y para el caso que nos ocupa, se encuentra en el numeral 1, que de forma textual señala: “faenas destinadas a reparar deterioros causados por fuerza mayor o caso fortuito, siempre que la reparación sea impostergable”.
De esta forma, podemos concluir que la situación de excepción contemplada en el artículo 38 dice relación con la distribución de la jornada de trabajadores que hayan sido contratados única y exclusivamente para reparar deterioros causados por fuerza mayor o caso fortuito, y por ende, aquí no cabría como situación de excepción los trabajadores con contrato vigente antes de haber sobrevenido el caso fortuito o fuerza mayor, quienes mantendrán su distribución de jornada, dependiendo de la faena en que se desempeñen.
Respecto de la extensión de la jornada ordinaria, sabemos que la regla general es que no podrá exceder de 45 horas semanales, y que diariamente no puede exceder de diez horas (artículos 22 y 28 del Código del Trabajo).
Sin embargo, el artículo 29 del mismo cuerpo legal, señala que podrá excederse la jornada ordinaria, pero en la medida indispensable para evitar perjuicios en la marcha normal del establecimiento o faena, cuando sobrevengan fuerza mayor o caso fortuito, o cuando deban impedirse accidentes o efectuarse arreglos o reparaciones impostergables en las máquinas o instalaciones. Estas horas que se trabajen en exceso deberán pagarse como extraordinarias, es decir, con un recargo del 50% del sueldo convenido.

6. Mi empleador, ¿puede obligarme a tomar las vacaciones por este período post terremoto?
El derecho al feriado anual, más conocido como vacaciones, corresponde a todos los trabajadores con más de un año de servicio, y su duración es de 15 días hábiles, teniendo derecho, además, al pago de remuneración íntegra durante dicho período.
Respecto del momento para hacer uso de este derecho, el artículo 67 establece que se concederá de preferencia en primavera o verano, considerándose las necesidades del servicio.
Atendido que el titular del derecho es el trabajador, la fecha en que se hará uso del mismo será determinada por éste, para lo cual el Reglamento nº 969 de 1933, establece que deberá solicitarlo por escrito al empleador, con un mes de anticipación, a lo menos, y en esos casos dicha fecha no podrá ser alterada.
La única excepción en que el empleador podrá determinar unilateralmente la oportunidad en que se conceda el feriado anual, es en el caso de feriado colectivo, lo que se produce cuando el empleador dispone el cierre de sus empresas o establecimientos, o parte de ellos, por un mínimo de 15 días hábiles (artículo 76 del Código del Trabajo). En este caso, como dicho cierre es a consecuencia del feriado colectivo, se deberán pagar íntegramente las remuneraciones.
Respecto de la decisión de decretar el feriado colectivo, hay que tener presente la importancia que reviste en estos momentos las negociaciones que puedan tener trabajadores, a través de sus organizaciones sindicales, y empleadores, para adoptar las medidas más justas a fin de afrontar las consecuencias que traerá este terremoto.

7. ¿Qué significa que me despidan por caso fortuito o fuerza mayor?
Lo primero que debemos tener claro es que, para proceder al despido de un trabajador, el empleador deberá comunicarlo por escrito señalando la causal legal que se invoca y los hechos en que se funda. En caso de no reunir estos requisitos o existir alguna omisión o defecto en la carta, el tribunal podrá calificar de injustificado, indebido o improcedente el despido (artículo 162 en relación con el 454 nº 1 del Código del Trabajo).
Además, al momento de comunicar el despido, el empleador debe estar al día en el pago de las cotizaciones de seguridad social del trabajador, caso contrario, será aplicable la sanción consagrada en el artículo 162 incisos 5º y siguientes del Código del Trabajo, más conocida como “Ley Bustos”, consistente en el pago de remuneraciones y demás prestaciones consignadas en el contrato de trabajo por el período comprendido entre la fecha del despido y la fecha en que el empleador entere de forma absoluta las cotizaciones adeudadas en las instituciones de seguridad social respectivas, y comunique por escrito tal circunstancia al trabajador.
En segundo lugar, respecto de la causal de despido de caso fortuito o fuerza mayor debemos tener presente que la comunicación en cuestión debe ser entregada al trabajador dentro de los 6 días siguientes a la separación, y dentro del mismo plazo deberá enviarse una copia a la Inspección del Trabajo respectiva.
Probablemente muchos se estarán preguntando ¿Qué quiere decir caso fortuito o fuerza mayor?, o más bien, ¿Cuándo se configura la causal de caso fortuito o fuerza mayor y qué consecuencias trae su aplicación?
De acuerdo a lo que señala el artículo 45 del Código Civil caso fortuito o fuerza mayor es “el imprevisto a que no es posible resistir, como un naufragio, un terremoto, el apresamiento de enemigos, los actos de autoridad ejercidos por un funcionario público, etc.”

Así, podemos desprender que los elementos básicos para configurar esta causal de exención de responsabilidad, que en materia laboral se manifiesta como una causal que habilita a poner término a la relación laboral sin derecho a indemnización, son 1) la imprevisibilidad, es decir, que el acontecimiento haya sido imposible de anticipar; 2) la irresistibilidad, y 3) que no haya acaecido por un acto propio de quien lo hace valer.
Al parecer, a primera vista, no cabría duda alguna que un terremoto constituye precisamente un caso fortuito o fuerza mayor puesto que es un hecho cuya ocurrencia no dependía de la voluntad de las partes, y claro está, es imposible de prever. Sin embargo, para que ello logre configurar la causal de despido establecida en el artículo 159 Nº 6 del Código del Trabajo, no basta la simple constatación mecánica del siniestro, puesto que además se debe tener en consideración otros antecedentes que permitirán determinar si en definitiva existió para el empleador “una imposibilidad absoluta para cumplir con las obligaciones laborales”.
La conclusión anterior está estrechamente vinculada con el requisito de irresistibilidad, el que exige la existencia de un impedimento total de mantener los puestos de trabajo, para lo cual nuestros tribunales analizan el grado de afectación del patrimonio de la empresa, si hay seguros comprometidos para hacer frente a las consecuencias del siniestro, lo que permitirá determinar si existen perjuicios económicos que hagan imposible la continuidad del giro de la empresa, entre otros.
A modo referencial, extractaremos algunas sentencias que sustentan la tesis en cuestión, y además permitirán construir una línea argumentativa de defensa:
1. La Corte Suprema, en sentencia de fecha 18 de diciembre de 2008, Rol 6311-2008, ante un incendio sufrido en una barraca, analiza el significado de irresistibilidad para los efectos de la configuración de la causal de caso fortuito o fuerza mayor, señalando que debe existir una nula posibilidad de mantener el puesto de trabajo de los dependientes, y por ende, de cumplir una de las principales obligaciones de la parte patronal, siendo inevitable el término del vínculo contractual.
2. Dentro de la misma línea, la Corte de Apelaciones de Concepción en sentencia dictada el 30 de julio de 2007, Rol 105-2007, también a propósito del incendio de una empresa, analizó una serie de elementos para los efectos de determinar la configuración de la causal de caso fortuito o fuerza mayor:
a. Si existe una imposibilidad material de cumplir con las obligaciones que impone el contrato de trabajo.
b. Si hubo una afectación real y efectiva del patrimonio de la empresa.
c. Si habían seguros comprometidos.
Analizado lo anterior, termina concluyendo que no se acreditó el descalabro económico que haya impedido continuar con el giro de la empresa, ya que fue resarcida completamente por la compañía aseguradora, y que la facultad que tiene la empresa para no continuar con su negocio, en ningún caso puede significar una vulneración de los derechos laborales.
3. Siguiendo con el análisis de la causal en referencia, la Corte Suprema, en sentencia de fecha 31 de julio de 2007, Rol 2055-2006, sostuvo que el incendio de un establecimiento comercial no constituye caso fortuito o fuerza mayor, atendido que no constituye un hecho aislado y concluyente por sí mismo, siendo necesario, además, que el empleador acredite:
a. Una afectación real de su patrimonio.
b. Que el siniestro le impidió de manera permanente continuar con sus actividades comerciales, y seguir proporcionando el trabajo pactado y la remuneración convenida.
A continuación, señala que si bien se está ante un hecho imprevisto, no es dable concluir que haya sido imposible de resistir por el empleador, entendiendo este requisito como “la imposibilidad de mantener los puestos de trabajo a los actores correspondiendo sólo su despido, todos trabajadores antiguos, sin derecho a indemnización”.
Respecto de las alternativas que pudo haber manejado el empleador, sostiene que debió haber operado la suspensión de la relación laboral durante el tiempo en que el establecimiento comercial no funcionó, y reintegrar a los dependientes una vez superadas las consecuencias dañosas del siniestro, tomando en consideración que pasados 4 meses la empresa volvió a funcionar. Sin embargo, en el presente caso se optó por el despido, sin haber analizado la irresistibilidad que debe presentarse, “máxime si se trata de trabajadores que sufrirán la pérdida de su fuente de ingresos inesperadamente, sin resarcimiento alguno”.
4. Finalmente, en sentencia de fecha 31 de agosto de 2004, la Corte Suprema, sostuvo que la relación laboral termina sin derecho a indemnización cuando se refiere a una circunstancia absolutamente imprevista, es decir, ajena a la previsión y voluntad del empleador, y que le impiden seguir proporcionado el trabajo pactado y pagando la remuneración convenida para su ejecución.
En el caso en comento, la Corte concluye que sí se reúnen los requisitos para poner término al contrato de trabajo por la causal de caso fortuito o fuerza mayor, principalmente por dos razones: 1) porque la situación que se presentó es imprevisible e insuperable para el empleador; 2) porque se acreditó que no existe otra fuente de trabajo en manos del empleador, que le hubiese permitido mantener las condiciones para que su dependiente llevara a cabo el servicio contratado [4].
Teniendo en vista los criterios recién señalados, volvemos a reiterar que quien califica la configuración de una causal de despido determinada son los tribunales de justicia, toda vez que en el presente caso, si bien no podemos discutir que ocurrió un terremoto y que ello lamentablemente produjo la destrucción total de algunos lugares de trabajo, de todos modos existirán situaciones límites donde probablemente no se generó una imposibilidad absoluta de otorgar el trabajo convenido y pueda existir una continuidad de la actividad comercial del empleador y reparación de los perjuicios económicos al existir seguros comprometidos, y otros casos en que, posiblemente, pasado un tiempo prudente, muchas empresas o faenas retomen sus actividades normales.
Por ello, se debe tener en consideración que antes de firmar un finiquito es necesario recibir una orientación especializada, sobre todo por el efecto que éste genera en torno a la extinción de derechos y obligaciones, y a la imposibilidad de poder ejercer acciones legales derivadas de la relación laboral en cuestión.
Finalmente, es necesario tener presente que la causal de despido que hemos analizado no procede respecto de los trabajadores que estén amparados por fuero laboral, sea sindical o maternal, puesto que tal como expresa el artículo 174 que regula el procedimiento de desafuero que debe llevarse a cabo cuando un empleador quisiese poner término a la relación laboral de un trabajador aforado, el juez sólo podrá concederlo en los casos de las causales del artículo 159 Nº 4 y 5, y las del 160.
En este punto, es necesario obrar con razonabilidad, y atendido las innumerables consecuencias que traerá esta tragedia para muchos trabajadores y empleadores de este país, llamamos a buscar soluciones que sean fruto de conversaciones y negociaciones generadas entre las partes de la relación laboral, y en aquellos casos en que los trabajadores estén representados por sus sindicatos, a poder sentarse en el mesa con este relevante actor social a objeto de encontrar las salidas más beneficiosas para todos, que permitan reconstruir esta sociedad con solidaridad, justicia y equidad.
Esperamos que estas palabras contribuyan de algún modo a despejar las dudas que muchos trabajadores y trabajadoras tienen en estos difíciles momentos, ante lo cual les reiteramos nuestro absoluto compromiso en la difusión de sus derechos.
Por Karla Varas Marchant
Abogada Universidad de Chile
Escuela Sindical, Marzo 2010.
NOTAS
[1] De acuerdo a la definición dada por la Real Academia Española, justificada es “conforme a justicia y razón”, es decir, debe existir una razón atendible para ausentarse a las labores.
[2] La Corte de Apelaciones de Santiago, en sentencia confirmada por la Corte Suprema, de fecha 22 de mayo de 2008, Rol 4791-2007, sostuvo que “…el legislador no ha señalado en forma determinada y preestablecida cuáles son los hechos que configurarían esta causal, bastando para ello una situación no imputable al trabajador que denote impedimento real para el cumplimiento de la obligación de concurrir a su lugar de trabajo y prestar la labor acordada, lo que en la especie se encuentra probado.”
[3] A modo referencial, revisar dictámenes Nº 1232/59 de 17-02-1995; 4455/202 1-08-1994; 5091/312 de 28-09-1993; 6980/278 de 21-10-1992; 4488/255 26-08-1999; 4055/297 27-09-2000; 3762/284 6 de septiembre de 2000.; 5832/284 25-11-1998.
[4] Corte Suprema. Rol 3570-2003.
Agradecemos colaboración enviada por Raúl Morales, Presidente Sindicato Foster y Vicepresidente Federación de Sindicatos CENCOSUD
Fuente: www.luisemiliorecabarren.cl

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3/22/2010

Carta de los padres de los hermanos Vergara Toledo.

Queridos y queridas,
El jueves 11 de marzo pasado, los convocamos a los tribunales de injusticia para que nos acompañaran, ya que se vería el caso de nuestros amados Rafael y Eduardo.
Desgraciadamente, después de esperar casi tres horas, y cuando ya iba a entrar el caso a la sala plenaria de la Corte suprema, vino el tremendo temblor 7.2... empezaron a caer pedazos de cornizas, vidrios y todos tuvimos que ponernos en las orillas, a los jueces se les cayeron las pelucas y ordenaron el desalojo del tribunal... Otra vez a esperar... Agradecemos de corazón a las más de 100 personas que estuvieron con nosotros ese día esperando. Y hemos decidido no convocarlos otra vez sino hasta cuando se dicte la sentencia, que nosotros pensamos que va a ser por lo menos dentro de un mes más, con suerte. Así es que les pedimos que guarden fuerzas para ese día que nosotros les avisaremos oportunamente. Es importante ese día porque serán llevados por primera vez los pacos asesinos a la corte y saldrán esposados, cualquiera sea la sentencia que se les dé.
Nuestra esperanza es que podamos juntarnos para conmemorar el 29 de marzo el "día del joven combatiente", a pesar de las amenazas del nuevo gobierno de que no lo permitirá.

Adjuntamos carta nuestra y afiche con actividades, que solicitamos difundir.

Un abrazo fraterno de Luisa y Manuel.
Marzo 16 de 2010

A nuestros queridos amigos y amigas de toda la vida:


“DE LO QUE FUIMOS NO TENEMOS SINO ESTAS MARCAS CRUELES, PORQUE AQUELLOS DOLORES CONFIRMAN NUESTRA EXISTENCIA”. (NERUDA).

Nos dirigimos a ustedes, como todos los años lo hacemos en esta fecha, para saludarlos. Esperamos que se encuentren bien luego del devastador terremoto y tsunami que nos remeció a todos por su gran poder de destrucción y muerte. Ya el peso de la represión policial que habíamos vivido el año 2009, sobre todo contra los jóvenes y contra nuestro hermano pueblo mapuche, nos había dejado a muchos y muchas agotados y con un sabor amargo por las injusticias cometidas. Los nombres de Pablo Carvajal y Matías Castro son dos ejemplos de la persecución ejercida por el gobierno de Bachelet. Ellos tienen 18 y 19 años, muchachos universitarios tomados como chivos expiatorios de un hecho en el que ninguno de los dos participó. Son inocentes de lo que se les acusa, pero para los jueces son culpables y un peligro para la sociedad sólo por la forma en cómo piensan y es así como estuvieron 6 meses en la prisión “Santiago Uno”.
Y empezando el 2010 se nos viene encima el terremoto… con su secuela de calamidades.

Respecto del asesinato de Eduardo y Rafael las cosas no han cambiado mucho, el sistema judicial es lento y no hay ningún apuro de parte de ellos para encarcelar a un uniformado. El expediente pasó a la Corte Suprema, pero allí duerme el sueño de los injustos. Es por eso que nosotros pedimos una entrevista con el juez Sergio Muñoz quien nos prometió gestionar su pronta vista. Es así como a finales de enero el caso de los “Hermanos Vergara Toledo” entró en tabla, pero se ha postergado su vista, porque hay muchos otros casos con “reos presos” que tienen prioridad. Sabemos que no es mucho lo que va a pasar, ya que conocemos cuáles han sido los fallos en esta Sala Penal cuando se trata de graves violaciones a los derechos humanos. Su criterio, hasta ahora, es aplicar la Ley de media prescripción que significa rebajar sustantivamente los castigos a los asesinos, dejándolos impunes.

Queremos compartir con ustedes todo el proceso del asesinato de Eduardo y Rafael, para que tengan una idea más clara de ¡cuánto tiempo hemos esperado! Y dígannos, queridos amigos, si no es una bofetada en la cara para cualquier padre o madre pedirle tanta paciencia, tanta moderación… ¡¡pero si es la vida de nuestros hijos la que nos robaron…no es cualquier cosa… es la vida que nosotros le dimos con nuestro amor…!! No nos pidan que aceptemos una miserable condena para sus asesinos, porque con eso nos estarán obligando a pensar que lo único que nos queda es hacer justicia con nuestras propias manos.

o 29 de marzo de 1985: Asesinato de Eduardo y Rafael.
o El caso es tomado inmediatamente por la 2° Fiscalía Militar y el fiscal Roberto Reveco lo esconde desde 1985 hasta el 2003.
o El fiscal militar Roberto Reveco hace una reconstitución falsa de los hechos donde los asesinos actuaron como testigos en marzo de 1991.
o El 30 de septiembre de 2003, a petición de la Jerarquía de la Iglesia Católica, la Corte Suprema remitió los antecedentes de los hermanos Vergara Toledo al juez Sr. Sergio Muñoz, para que investigara.
o En marzo de 2004 el juez Muñoz inicia la investigación apoyado por la 5° Brigada de Investigaciones.
o El 9 de abril de 2005 el juez Muñoz llegó a la irrefutable verdad: Eduardo y Rafael habían sido asesinados (como todos sabíamos), calificándolo como un crimen de lesa humanidad y por lo tanto imprescriptible.
o El 16 de mayo el juez Carlos Gajardo emite sentencia de primera instancia:
15 años y un día para Jorge Marín Jiménez.
10 años y un día para Alex Vincent Ambler Hinojosa y
10 años y un día para Francisco Nelson Toledo Puente.
Espinoza no es sentenciado porque lo declaran “loco desquiciado”.
El juez que sentencia califica el asesinato de “premeditado y con alevosía” y por lo tanto sin derecho a beneficio alguno para sus hechores.
o Sin embargo, inmediatamente la defensa de los asesinos apelaron a la Corte de Apelaciones en dos ocasiones las que fueron rechazadas.
o El caso pasa a la Corte Suprema y allí permanece por lo menos un año siendo muy posible que durante este mes de marzo se dicte la sentencia definitiva.

Esperamos, a pesar de la mayor dureza que pueda ejercer el nuevo gobierno, nos puedan acompañar en este nuevo aniversario de la pascua de nuestros amados Rafael y Eduardo.


Manuel Vergara Meza Luisa Toledo Sepúlveda

Santiago, Villa Francia marzo de 2010.










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3/15/2010

Gabriel Salazar: “La rebelión de las masas marginales ha sido más virulenta, extendida y desafiante que nunca”

Gabriel Salazar (Premio Nacional de Historia 2006) fue entrevistado en el programa A Fondo de la Radio Universidad de Chile. La periodista Vivian Lavín lo interroga sobre las causas y las formas en que han reaccionado en la historia distintos sectores de la sociedad chilena ante catástrofes de gran magnitud y el historiador explicó que los robos después del terremoto responden a una estructura social de Chile originaria del siglo XIX, asentada en el XX y mantenida en la actualidad como consecuencia del sistema de trabajo precario.

Uno de los aspectos que ha impactado casi tanto como el terremoto mismo ha sido el de los saqueos y robos en las ciudades y localidades devastadas. Turbas de personas que en carrera frenética han aparecido frente a las cámaras de televisión una y otra vez con alimentos o cuestiones básicas, pero también con electrodomésticos que no dicen relación con las necesidades urgentes del momento.

Las raíces de estos hechos no estarían, tanto como se ha querido decir, en el lado oscuro del alma humana sino que estaría asentado en una estructura social que heredamos desde el siglo XIX y que se convirtió en una terrible amenaza para el entonces naciente Estado chileno.

Un privilegiado conocedor de nuestro país es el historiador y Premio Nacional 2006 Gabriel Salazar, afirmó en el programa A Fondo de Radio Universidad de Chile que “hay que partir de la base de que en Chile no existe un verdadero campesinado. Esta es una sociedad donde falta una clase social, que es la clase media rural, que es el campesino con tierra y con casa. El campesinado chileno fue destruido en el siglo XIX y lo que quedó luego fueron los inquilinos, que no son campesinos, no son independientes, no tienen tierra, no es un microempresariado ni tiene derecho a voto. La única parte en Chile donde subsistió fue entre Talca y Bío y Bío, lo que es Chillán y sus alrededores, porque como era zona bélica, no sobrevivió la gran hacienda”.

En reemplazo de este campesinado surgió en Chile una masa marginal semicesante, que hace “un pololito de vez en cuando”, semivagabunda, que va de aquí para allá, que no es otro que el “roto chileno patiperro”, que no puede asentarse y formar una familia porque no tiene un trabajo estable. Y así va repartiendo hijos, los llamados “huachos” por doquier, pero que también va sembrando el terror, ya que ante la necesidad o la oportunidad no duda en robar o asaltar. Los chilenos y nuestra mala memoria o mejor dicho, tan desconocedores de nuestra propia historia…

Según el autor de La Violencia Política Popular en las Grandes Alamedas (Ed. Lom), “todo el s.XIX está salpicado por acciones de ese tipo hasta entrado el siglo XX. Hay que recordar que en Chile había nidos de bandidos en los cordones de los cerros: los de Batuco, de Angostura o de Teno, en la zona de Curicó. Chile se llenó de gente que cuando podía asaltaba o robaba y, así, una cultura popular que podía trabajar en cualquier cosa, pero al mismo tiempo robar lo que se pudiera”.

La pregunta que surge de inmediato es si quienes cometen el bandidaje hoy son los mismos de entonces. Salazar responde: “Es que no ha cambiado el sistema laboral. Yo hice los cálculos para el siglo XIX y entonces el 66 por ciento de la fuerza laboral tenía un trabajo precario, peonal, estacional, sin previsión, el típico maestro chasquilla. Los cálculos actuales, publicados por El Mercurio, hace un mes atrás, en el Cuerpo B que es donde no miente o lo hace menos, establecía que el 68 por ciento de la fuerza laboral chilena es trabajo precario o de autoempleo”.

Las cifras ocultan esta realidad porque hoy quienes trabajan una vez en el año, las estadísticas las suman como fuerza de trabajo ocupada. Por otro lado, “hoy las casas comerciales conceden crédito con una mínima base imaginable y el promedio de ingreso en Chile para el 50 y 60 por ciento de la población es de $150 mil pesos, pero si le dan crédito por el doble, se puede comprar el doble de lo que se gana, de ahí que los saqueadores se vieran bien vestidos, diferente de la pobreza de antaño, de niños llamados “mocosos” por sus narices siempre mojadas, a pie pelado y con la cara cubierta de costras por el frío”, acota el también autor del célebre ensayo Ser niño huacho en la Historia de Chile (Ed. Lom).

MÁS VIOLENCIA QUE ANTES

En su célebre ensayo sobre La Noción de Estado en Chile, el historiador Mario Góngora se refiere al permanente proceso de decadencia y descomposición de la idea de Estado, donde surge el Ejército como fuerza aglutinadora de nuestra idea de nación. “Tiene razón Mario Góngora. Es que en Chile los grandes mercaderes, lo que yo llamo el ‘patriciado mercantil’, pero que la derecha llama “aristocracia castellano vasca”, a la que pertenecían Diego Portales y su red de asociados, era minoría, porque la mayoría hacia 1830, que es cuando empieza a construirse la idea de Estado, era en su mayoría gente con derecho a voto y que se desempeñaban como artesanos, pequeños propietarios, mineros del norte y ganaban todas las elecciones con un 60 por ciento.

Entonces lo que hizo Portales fue organizar y costear ‘de su platita’ un ejército mercenario y dio un golpe de Estado y con ese ejército construyen un Estado ‘a su pinta’, un Estado con un ejército privativo de esa oligarquía y que gobierna desde 1833 hasta 1925. Este Ejército además actuaba como policía interna debido a la incapacidad de la otra policía para controlar a las masas marginales y como ejército externo. Y el único método para establecer el orden fue ‘matar rotos… El ejército chileno ha combatido más hacia adentro que hacia afuera. Comenzó combatiendo a los mapuches en la frontera, primero, y luego durante todo el siglo XIX y XX yo he contado 23 masacres y todas contra la clase popular”, asevera Salazar.

Con todo, no deja de haber un elemento nuevo en la situación actual. “Lo más notable hoy es que la rebelión de las masas marginales o mejor dicho de los de empleo precario ha sido más virulenta, extendida y desafiante que nunca y eso hay que examinarlo porque hay cuestiones de fondo que tienen que ver con la forma en que Piñera eventualmente pueda intentar resolver el problema de la reconstrucción nacional”, concluye.

“BENDITO” TERREMOTO

Se dice que los terremotos “afirman a los Presidentes” y les dan piso para promover sus agendas sociales. Los analistas de la época aseguraban que Pedro Aguirre Cerda sin el terremoto del 1939, ocurrido apenas dos meses desde que asumió el cargo, le habría sido más difícil aprobar muchas leyes de beneficio popular y la creación de la Corfo. Lo mismo que Alessandri con el terremoto de 1960, “quien tuvo todo el apoyo para aprobar leyes de reconstrucción, créditos y con facilidades económicas para levantar las miles de viviendas que estaban en el suelo”, como lo señala el libro Terremotos en Chile, publicado recientemente por el Museo Histórico Nacional.

“Esto no está tan claro, porque el de Valparaíso se le vino en contra a Pedro Montt. Fue entonces cuando los estudiantes de medicina partieron a Valparaíso a trabajar con los damnificados durante un mes y, de regreso, el gobierno decide hacerles un homenaje en el Teatro Municipal. Allí se reunió a toda la aristocracia y cuando los empiezan a llamar, los hijos de la oligarquía se rebelan en frente de sus papitos”, con una rechifla y zapateo. Salen a la calle y se empiezan a reunir y deciden fundar la Federación de Estudiantes de Chile. Al poco tiempo, viene de visita el Nuncio Papal, a quien persiguen por Santiago a piedrazos y, a partir de ahí, la FECH se rebela definitivamente y se pone a luchar del lado de los trabajadores”, recuerda Salazar.

El Ciudadano

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En el Chile sísmico, la energía nuclear es una amenaza. Raul Sohr.

En Chile hay una certeza absoluta: tiembla fuerte y seguirá temblando. El país no solo está en el Cinturón de Fuego del Pacífico con numerosos volcanes que causan temblores y erupciones. Es además sacudido, como ya se sabe, por violentos terremotos y alcanzado por maremotos. Es una realidad ineludible que hay que asumir en todas sus dimensiones.

Ningún país que posee plantas nucleares ha vivido un terremoto de la magnitud experimentada por la zona centro sur, que alcanzó a los 8,8 grados en la escala de Richter. El 16 de julio de 2007 Japón sufrió un terremoto de 6,8 grados. A consecuencia del sismo la planta de Kashiwazaki-Kariwa, la más grande del mundo, con siete reactores que abastecen 12 por ciento del fluido eléctrico de Tokio, sufrió un cierre total. La central dejó en evidencia una cincuentena de fallas. La más grave fue la evacuación de residuos radiactivos al mar: fueron vertidos 1.200 litros de agua contaminada. Hubo emanaciones de gas que contenían cobalto-60 radiactivo. Cientos de barriles con material radiactivo cayeron de sus lugares de almacenamiento, algunos perdieron sus sellos y derramaron parte de su contenido. Además, varias cañerías de evacuación quedaron dislocadas y dejaron escapar elementos tóxicos. Todo esto fue establecido por las propias autoridades niponas.

El presidente de la empresa Tokyo Electric Power Company (Tepco), operadora de la central, dijo: “La magnitud del temblor estaba más allá de nuestras expectativas”. Ello en circunstancias que las centrales deberían estar en condiciones de soportar movimientos telúricos de hasta 8,5 grados. En un comienzo se estimó que la planta nucleoeléctrica estaría cerrada por un año. Fueron cálculos optimistas, el primero de los siete reactores comenzó a operar dos años más tarde, en junio del año pasado. Los seis restantes acaban de entrar en servicio recién en enero de este año. En Japón, hay quienes han exigido una revisión completa de sus 55 reactores. Ello porque la mayoría está construida con las mismas especificaciones de la planta siniestrada. Además, se estima que un tercio de los reactores están situados en lugares que los geólogos consideran vulnerables. El profesor Kiyoo Mogi, de la Universidad de Tokio y ex presidente del Comité de Predicción Sísmica de Japón, advirtió: “A estas alturas es difícil decir cuántas centrales nucleares deben ser cerradas, pero puedo afirmar que la planta de Hamaoka en Shizuoka debe cerrarse de inmediato”.

Chile, en casi la totalidad de su territorio, es altamente sísmico. Hoy fue el turno de la región centro sur. Los partidarios de una central atómica proponen situarla en el norte para abastecer la gran minería. Señalan que además ella serviría para desalinizar agua de mar. El 14 de noviembre de 2007 Tocopilla y la región aledaña fueron sacudidas por un terremoto grado 7,7. Se supone además que la planta atómica será enfriada por agua de mar y, por lo tanto, estará en un borde costero que ha conocido maremotos que han borrado localidades completas. Si en Japón, con su vasta experiencia nuclear, con decenas de reactores, se registró la experiencia señalada, quien puede, con la mano sobre el corazón, proclamar que en Chile no hay problemas mayores, que la tecnología nuclear es segura. Nadie puede afirmar que la tecnología nuclear japonesa o cualquier otra están en condiciones de resistir los embates sísmicos y los maremotos criollos. Lo mejor a que pueden aspirar es a que no causarán un desastre, pero no pueden garantizar que no resultarán seriamente dañadas. Pero la incógnita sobre qué riesgos acechan nunca se sabrá hasta que la naturaleza descargue sus fuerzas. Una cosa son los experimentos y las proyecciones en laboratorios y otra es la realidad. Por lo que cabe aplicar el principio precautorio, que significa que el peso de la prueba sobre la seguridad de un producto o proceso recae sobre quien lo emplea. Lo ocurrido en Japón demuestra que nadie puede garantizar la seguridad de una planta sometida a exigencias extremas. La sismicidad chilena ha mostrado ser superior a la nipona.

El uranio enriquecido es una de las materias más tóxica sobre el planeta y tarda milenios en perder su letalidad. En un país que cuenta con uno de los mayores potenciales de energías renovables, que no representan peligro alguno, resulta incomprensible la propuesta de construir una planta nuclear. El terremoto abre la posibilidad de reconstruir el país con nuevos criterios de sustentabilidad. Cuanto mayor sea la descentralización del sistema energético, cuanto más dependa de las fuentes renovables de cada región, mayor será la seguridad para el país y los chilenos.

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Que se derrumben los sentidos comunes y se reconstruyan las comunidades: Reflexiones a partir del terremoto y maremoto en Chile . OPECH

La élite política de nuestro país se ha preocupado de decirnos una y mil veces que "las instituciones funcionan", pero nadie indica la calidad ni las competencias de esas instituciones. Sin dudas, el reciente movimiento telúrico que sacudió el país puso de manifiesto el hecho que en Chile no existen organismos públicos que sean capaces ni de preparar respuestas oportunas a las catástrofes, ni de responder de manera efectiva luego de producirse una como la que acabamos de presenciar.

Leer completo en:
http://www.opech.cl/editoriales/2010_03/index_13_03_10_derrumben_sentidos_comunes.pdf

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La comunidad perdida. WLADIMIR PAINEMAL*

Chile tiene hoy una oportunidad histórica de enmendar el rumbo, reconociendo dos fracturas que han quedado en evidencia tras el terremoto. La primera es la fractura económico-social que provoca una desigualdad de la cual los mapuche y los pueblos originarios somos una muestra palpable si de índices de desarrollo económico se trata. La segunda fractura tiene relación con la propia identidad del país.
Arremete el mar, se abre la tierra, cunde la desesperación; se acerca la muerte a pasos ahogantes, el individuo corre tropezando buscando aire, vaciando sus pulmones a gritos. Nunca ha sentido esa sensación de soledad tan brutal, no sabe cómo pedir ayuda en medio de tanto desastre que lo rodea; no aprendió a saludar a su vecino, no sintió la enfermedad ajena, día a día alimentó solitariamente su ego de ganador. Sin embargo, ahora siente que necesita ayuda urgentemente, su mundo se derrumba y no sabe si pedirla a Dios o a esos desconocidos que corren esta madrugada junto a él en una maratón del “sálvese quien pueda”.

El emprendedor solitario no tiene un centavo en los bolsillos, todo quedó en su tarjeta de crédito, la misma que no puede cambiar por un pedazo de pan ni menos transformarla en una tabla salvadora. Su cuerpo palpitante de solidaridad va comprendiendo lentamente que jamás aprendió a compartir, nunca entendió eso que algunos llaman comunidad, siempre relacionó la palabra comunero con unos indios del sur, atrasados y prehistóricos, y no con el concepto de solidaridad. Mientras se ahoga en el amanecer piensa en las zapatillas de 100 lucas que no le sirvieron para correr a ningún lado y en el celular de 400 que no le sirvió para llamar a nadie.

Viendo las imágenes de televisión no podemos quedar indiferentes al sinnúmero de testimonios angustiantes. El dolor más grande pareciera no estar en lo material, sino en el abandono, en la falta de solidaridad, en la impotencia ante el pillaje del propio vecino. Sin embargo cabe preguntarse: ¿de qué nos extrañamos si durante 20 años los valores individuales han sido fomentados en Chile como una verdad casi incuestionable? Ante la tragedia se asoma la añoranza de un país más solidario, se nota un dejo de nostalgia de los tiempos antiguos, tiempos de vecindad, de barrio, de comunidad, aquellos espacios que le brindaban soporte moral a la conducta de todos y cada uno; ¡si hasta los ladrones tenían entonces su moral! solo le robaban a los ricos, jamás a los suyos. Moral de ladrón, pero moral al fin y al cabo. ¿Existió esta comunidad alguna vez en Chile? Y si la hubo, ¿cuándo se perdió?

En un país impactado por la reacción de la gente frente a la catástrofe, donde el pillaje y la autodefensa de la “propiedad privada” marcaron la tónica, pareciera cobrar sentido la palabra “comunero/a”, aquel representante de lo que se conoce hoy como la comunidad mapuche rural. “Comunero”, el mismo que despierta los miedos más profundos de las empresas forestales del sur, aquel “sujeto-problema” de las instituciones públicas y objeto de persecución y estigma por parte de las instituciones policiales. Denostado por su naturaleza colectiva, el “comunero/a” es el objeto de la política pública que busca transformar a toda costa a los mapuche en “emprendedores individuales”. Política pública influenciada por un modelo económico neoliberal que prioriza la individualidad por sobre lo colectivo, al consumidor por sobre el ciudadano, la competencia por sobre la reciprocidad.

Chile tiene hoy una oportunidad histórica de enmendar el rumbo, reconociendo dos fracturas que han quedado en evidencia tras el terremoto. La primera es la fractura económico-social que provoca una desigualdad de la cual los mapuche y los pueblos originarios somos una muestra palpable si de índices de desarrollo económico se trata. La segunda fractura tiene relación con la propia identidad del país. Chile emerge en el siglo XIX como Estado. La construcción de la “nación chilena” sería -y es hasta hoy- una tarea pendiente, inconclusa, con poco futuro si se sigue pensando a semejanza de Inglaterra y dando la espalda a su profunda identidad originaria. No se trata que los chilenos se transformen en mapuche o aymara. O que estos últimos se hagan finalmente chilenos. Más bien que unos y otros aprendamos a reconocernos y valorarnos en nuestra diferencia. Así se construye comunidad.

La actitud de la gente para interpretar el fenómeno también nos debe llamar la atención. Que Dios nos envíe estas calamidades tiene mucho sentido para el mundo religioso cristiano, pero en esta oportunidad se responsabilizó también a la naturaleza. Puede haber varias interpretaciones al respecto, solo me quiero referir a dos. Una de ellas es la que se define en términos de su individualidad social frente al mundo, pero también en su nula relación con los fenómenos de la naturaleza, como si las acciones del ser humano sobre ella no existieran, no importaran. La segunda interpretación es aquella que daba la líder pewenche Berta Quintreman, tan solo días antes del terremoto en un programa de televisión: el grave daño provocado por las represas en la zona del Alto Bio Bio tendría sus consecuencias. Lo advirtió la ñaña frente a la incredulidad -y las sonrisas- de todos.

Dos maneras de interpretar un mismo hecho. ¿Podrán reconciliarse ambas miradas?, ¿será capaz el mundo cristiano de comprender el valor del conocimiento cultural mapuche sobre la relación de los hombres con la naturaleza? Vale entonces preguntarse por la reconstrucción material, pero también por la reconstrucción social, cultural y política del país, mucho más profunda que cualquier reposición de infraestructura derrumbada. ¿Cómo se generan nuevas legitimidades, nuevos rumbos, en un país que no tiene clara su identidad, que no está reconciliado con su pasado y que reniega de su composición indígena? El dolor del alma de Chile no se resolverá con Teletones ni con batallones de militares patrullando calles donde reina el descontrol. Se requiere una revisión crítica acerca de lo que es Chile, de su pasado, presente y futuro. Solo así, mapuches y chilenos, podremos enfrentar y compartir algún día nuestros dolores como pueblos hermanos.


* Su autor es antropólogo. Subdirector de Azkintuwe.



LINK: http://www.azkintuwe.org/marz098.htm

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3/13/2010

El respiro de la tierra

Siento que no ha dejado de temblar desde el 27 de febrero aquel. Fatídico, lleno de errores humanos y de desolación. Desde ese entonces han pasado muchas cosas en muy poco tiempo.
Innumerables renuncias, cambio de gobierno, promesas innumerables, actividades culturales que se comienzan a gestar tan solo para seguir ayudando y, por supuesto, la oficial ayuda desde la Fundación Teletón, Un Techo Para Chile y esos empresarios que salieron a lavar la imagen de sus abusadoras y contaminantes empresas.

Tal vez solo como anécdota, mencionar que al ingresar a un supermercado a días del terremoto que asoló el sur los voluntarios estaban afuera, en las puertas del súper. Cuando la gente ingresaba ellos entregaban una lista, en el fondo diciendo “si quieres donar, compra lo que está en la lista que te pasamos”. Al salir del supermercado, otros voluntarios con carros recepcionando la compra. Para mi gusto, eso es el neoliberalismo más extremo y descarnado. En vez de donar algo que haga sentido y que esté en tu casa, basta ahora con ingresar a cualquier supermercado y comprar dos en vez de un paquete de arroz, por ejemplo, y así quitarse la culpa e incluirse en la lista de los solidarios.

También mencionar lo ocurrido en el mega evento “Chile ayuda a Chile”. Primero, hace tiempo que no le creo ni a la Fundación Teletón ni a Un Techo para Chile, porque entrevisté a Felipe Berríos y a la directora ejecutiva de Teletón, Mónica Casarejos para que explicaran cómo era que dichas instituciones decidían recibir dineros de Barrick Gold, la dueña del cuestionado proyecto binacional Pascua Lama. En ese momento Berríos lo negó, y Casarejos explicó que tenían un método de selección donde solo se asociaban con las empresas socialmente responsables. Después, firmaron el nefasto “Compromiso Atacama”, donde varias instituciones y fundaciones reciben hasta hoy el dinero de Barrick Gold.

Sin embargo, duele mucho más, que para lograr la meta su utilice a la gente que sufre y está abatida e incluso, desorientada. Es un show donde la palabra solidaridad es sobreutilizada y donde el dolor ajeno se transforma en dona-acción en los televidentes que aportan y, en los empresarios que se muestran tan compungidos y dispuestos a reconstruir Chile. Debieran ser más transparentes y simplemente transformar la palabra solidaridad en misericordia o derechamente en pena.

En “Chile ayuda a Chile” la red privada de telefonía funcionaba, la misma que las primeras 12 horas luego del terremoto estuvo inutilizable. Claro, es que ahora era para hacer contactos en directo en televisión con las sedes de los bancos Santander y de Chile –que se unieron por primera vez para hacer esta cruzada solidaria (eso lo aprendí por repetición).

Los empresarios –que hoy se denominan emprendedores- se pusieron a contestar los llamados ante las cámaras en los primeros minutos de la Teletón, es decir, cuando había una audiencia considerable. Un Jean Paul Luksic y Somerville rieron junto al cura Tupper cuando Mario Kreutzberger se confundió y los presentó con el nombre cambiado. Ahí se quedan contestando el fono para mostrar lo humano que son estos emprendedores de las empresas más importantes del país. Si bien esto no se trata de dinero, es importante saber que en el caso de Jean Paul Luksic, obtuvo $US667.7 millones de dólares en utilidades netas el año 2009. Es decir unos 346.840 millones de pesos con minera Los Pelambres, Michilla y El Tesoro. Y los 4 hermanos Luksic donaron 2.700 millones de pesos.

El otro emprendedor que sale a la palestra es Piñera, ahora de Presidente de la República. No ha designado a un número importante de funcionarios públicos en el país pese al estado de urgencia en que dice que estamos y pese a que se jactaba de tener a los mejores. Piñera, quien según cuenta, votó No en el plebiscito de 1989 pero que hoy gobierna con el sector más duro de la derecha (Lavín, por ejemplo), y que se da el gusto de lanzar claveles al mar a los desaparecidos. O sea, se nos confunde todo. Qué diría una Gladys Marín, o un Volodia…

Foto para la historia es de Piñera en Constitución haciendo un Cabildo Abierto, cual demócrata, y luego lanzando claveles al mar… ¿y sus Axxiones Señor Presidente?

En fin, dejando un poco la contingencia de lado, creo que si hay algo a lo que le tenemos miedo es a perder el sustento, la tierra, donde damos los primeros pasos de niños y donde nos entierran tras la muerte. Por eso temblamos cuando hay un sismo, porque le tenemos pánico a no tener dónde pisar. La Tierra respira, grita, toce, se comunica y libera algo que no hemos sabido descifrar aún.

Pero en la zona devastada, el mar entró bañando las costas por donde pasan los camiones con maderas de pinos y eucaliptos de Celulosa Arauco y Constitución o MASISA, que tienen la zona del centro sur desertificada producto de este monocultivo.

Ya en Cobquecura la costa recibía un ducto lleno de desechos tóxicos que amenazaba la subsistencia de los lobos marinos. Por eso el mar no entró en Cobquecura, porque la gente lo ha defendido por años.

Hay que dejarse de mirar hacia arriba y hay que volver la vista hacia el suelo, donde ponemos los pies, donde vivimos y nos alimentamos.

¿Qué sacamos con mirar hacia arriba si se nos mueve el suelo? Es tiempo de escuchar a la Tierra e ir en ayuda de quienes sobrevivieron y no tienen casas. Es tiempo de no caer en shock y reconstruir el ánimo de la gente y juntos con alegría levantar las ciudades. Es tiempo para pintar, dibujar y construir ecobarrios, pueblos sustentables ecológicamente, y donde la verdadera solidaridad prime sobre la caridad y el capitalismo desenfrenado. Así podremos construir algo así como un país justo, bello, alegre y amable, sin miedo a los temblores y sus saqueos. Lleno de vida y colores, música y silencio, olas y lagos, cordillera y mar, abrazados entre araucarias iluminadas de sabiduría y paz ancestral.

Javier Karmy
12 de marzo de 2010

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Ex alcalde de Tirua Adolfo Millabur: “Estamos en el proceso de asimilar para poder reconstruir y pararnos de nuevo”

Vivió el temblor desde lo alto del tretren (cerro) donde vive en la comunidad El Malo, en el sector del lago Lleulleu en la comuna de Tirua. Como ex alcalde por tres periodos estuvo a cargo del gobierno comunal, sabe de la gran pérdida, pero ahora mira más al futuro y hacia donde hay que reconstruir. Lo visitamos en su casa y ésta es la breve conversación.

¿Cómo vivió el terremoto y la situación de su gente acá?
Ha habido tiempo para poder asimilar lo que nos pasó. Las primeras horas y días fueron bastantes angustiosas, al día siguiente pudimos informarnos de la incursión del mar hacia el poblado de Tirua. Afortunadamente las comunidades rurales no hemos sufrido, porque yo vivo en el campo, en la zona alta del territorio lafkenche, pero fuimos en ayuda de las personas que están más afectadas. Acá hubo tres fallecidos, en la isla Mocha otro y dos niños en la playa de Quidico, que estaban a punto de retirarse ya que eran de Angol.

¿Y respecto de las casas?
Son alrededor de 60 casas destruidas, incluido la Municipalidad. Por lo tanto todo lo que significa apoyo logístico desde el aparato público, desde la municipalidad, es bastante precario, se está improvisando un poco lo que es el gobierno local y eso significa una dificultad mayor, porque se perdió todo tipo de infraestructura logística.

¿Cómo ve ahora la reconstrucción, porque sabemos aún no llega la energía eléctrica, por ejemplo?
Recién ayer (lunes) a media tarde tuvimos señal telefónica. No hemos visto televisión, yo no he visto noticias, me han dicho que ha sido demasiado fuerte para todo el país. En la octava región, me imagino ha sido conmovedor todo. Nosotros estamos en el proceso de asimilar para poder reconstruir y pararnos de nuevo. Para ayudar a las 60 familias que perdieron todo, a las dos caletas de pescadores artesanales, a todas las embarcaciones quedaron averiadas, son muchas las pérdidas. Entonces esas familias, que son muchas también, tienen que reiniciar su vida desde el punto de vista productivo, de lo que ellos saben hacer, que es trabajar en el mar.

Por ahora, estoy muy agradecido como persona de la comunidad en los alrededores de Tirua, como Imperial. Desde la novena región al sur se ha manifestado la solidaridad espontánea, con agua, con comida, que naturalmente siempre son escasas, pero igual ha venido ayuda.

¿Y ahora ver cómo avanzar hacia adelante?
Sí, lo que a mi me preocupa ahora es la segunda etapa, lo que tiene que ver con reconstruir la infraestructura productiva, entregar los botes, para restablecer toda la parte productiva de los pescadores artesanales; reponer esas 60 viviendas, construir la municipalidad, reconstruir la infraestructura portuaria que ha quedado toda averiada y dañada, ese el desafío que viene ahora. Naturalmente que la comunidad tiene que unirse y ojalá que este sentimiento de solidaridad que tenemos en todo el país se mantenga en el tiempo, hasta que la comunidad Tiruana se reponga.

Espero que las réplicas no sean tan graves. Hemos hecho varios guillatunes y rogativas en todas las comunidades. Nosotros al día siguiente, en este lugar, como es tretren de la comunidad, se convocó y se estuvo en guillatún.

Por Elías Paillan, Observatorio Ciudadano, jueves 11 de marzo de 2010

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3/09/2010

Son culpables, y con dolo. Rafael Agacino*

Los impactos sociales y las consecuencias políticas de la catástrofe que nos afecta desde el sábado 27 de febrero, deben evaluarse enfrentando la opacidad impuesta por la política comunicacional de los dirigentes del país: el Gobierno, el empresariado y los centros ideológicos de poder que conforman la alianza dominante.
Hasta ahora, la visión hegemónica, reproducida incluso por los medios supuestamente independientes, ha concentrado su artillería en el pillaje, y luego, con el festival de millones desplegado en la Teletón, en la unidad de la nación encarnada en el capital como actor principal y las masas como espectadoras y beneficiarias de la bondad del mismo.

Todo esto en un contexto en que la autoridad política y los técnicos insisten por todos los medios en que, dada la imposibilidad de predecir los terremotos y azotes naturales, debe matizarse la responsabilidad de los organismos estatales y privados. Y más aún: deberíamos vanagloriarnos porque no sufrimos tanto daño material ni humano en comparación a otros casos, como Haití, cuyo terremoto fue ostensiblemente menos severo que el que nos afectó la noche y madrugada del sábado 27.

No puedo entrar a todos los aspectos de la polémica que suscita esta versión oficial. Sin embargo quisiera sostener, en primer lugar, que argumentos que justifican las deficiencias apelando al carácter impredecible de este tipo de fenómenos es totalmente falaz, y que por tanto existe una grave responsabilidad del Estado y de las fuerzas políticas que han monopolizado el poder en este país.

A este respecto, sostengo que son culpables y con dolo.

Una catástrofe de esta naturaleza no solo debía ser previsible sino además era posible actuar en consecuencia tomando todas las providencias del caso pues la predicción, con una exactitud asombrosa en cuanto localización e intensidad, ya estaba hecha.

En efecto, por citar solo una de las fuentes que hace rato han venido anunciando la catástrofe, en marzo de 2007 varios geólogos, incluido tres del Departamento de Geofísica de la U de Chile, presentaron para referato el artículo "Interseismic strain accumulation measured by GPS in the seismic gap between Constitución and Concepción in Chile", publicado en junio del 2009 en el Journal Physics of the Earth and Planetary Interiors (http://www.sciencedirect.com/science). Este artículo concluía que "the area - se refiere a Constitución y Concepción - already has a potential for an earthquake of magnitude as large as 8–8.5, should it happen in the near future" (ver parte final del abstract reproducido más abajo).

Así pues, no sólo había suficiente evidencia empírica respecto del área sino también de la magnitud (8-8,5°) del terremoto con una precisión sorprendente. Naturalmente la predicción es incompleta pues no define la fecha calendario ni tampoco implica que si tal investigación hubiese sido tomada en cuenta, el país hubiese alcanzado a prepararse entre el 2007 y el sábado pasado.

Pero estarán de acuerdo conmigo en que, como es de conocimiento público en los ámbitos científicos locales, el cúmulo de investigaciones que no se desarrollan completamente por falta de financiamiento, o que mueren en los escritorios de burócratas apolillados o yuppies, o que simplemente sirven para publicarse en algún journal como es el caso del artículo de marras, muestra claramente una "falla sistémica" de este entramado institucional, y por extensión, un falla dolosa de sus artífices y legitimadores interesados que, por cierto, no son precisamente las víctimas de cuanta tragedia ocurre en este país.

Insisto entonces, la idea de que el sismo - seguido de maremoto, fenómeno fuertemente correlacionado con el primero- nos pilló inadvertidos e incluso que deberíamos congratularnos por cuanto se registraron daños menores a los esperados para un movimiento de esta magnitud, es un argumento falaz y frívolo.

Este argumento ha sido incluso desechado directamente por Víctor Pérez, rector de la U de Chile, que nada tiene de termo céfalo ni de ultraizquierdista. Entrevista radial, el mismo mencionó las investigaciones realizadas el Departamento de geofísica, y reclamó por el absurdo de que en un país con la tradición sísmica de Chile, las autoridades de Hacienda de los gobiernos de la Concertación sistemáticamente se han comportado con rigidez extrema a la hora de proveer fondos para la investigación e implementación de sistemas de pronóstico y alerta relacionados con estos fenómenos.

En segundo lugar, la visión oficial de gobierno, más allá de esconder su incapacidad operativa inicial, ha escondido su responsabilidad respecto de la catástrofe social que de súbito se hizo visible a propósito del desastre natural. Una arista de aquella se dejó entrever a través de las grietas en la imagen del país "ciudadano", "participativo" y "exitoso" con que se ha publicitado la fase civil del modelo neoliberal iniciada en 1990.

Uno se pregunta: ¿Dónde estaban los ciudadanos de este Chile democrático y moderno? Al parecer, el gobierno o no confió en ellos o simplemente de facto reconoció que se trataba solo de una imagen publicitaria. En efecto, en vez de apelar a la ciudadanía, casi de inmediato se hizo eco de los aullidos de la derecha que sagaz aprovechó la manipulación mediática para transformar la desesperación social en pánico colectivo y así reducir toda acción colectiva popular en acción de pillaje y delito. El gobierno, una vez más, se hizo cómplice de la derecha y el capital, ambos esforzados en legitimar la vuelta del autoritarismo encarnado en las FF.AA que, dicho sea de paso, no tuvieron empacho en afirmar que regresaban a la escena por el clamor popular. Lo que pensaba hacer Piñera el próximo 19 de septiembre en el Parque O'Higgins, lo adelantó el Gobierno el domingo 28 de febrero en las calles de Concepción y Talcahuano.

Así, la democracia chilena parece más un conjunto vacío cuyo "ciudadano realmente existente", podría decirse, es un especador telemaniaco, compulsivo, cuya "emo-racionalidad", como ocurrió en la apoteósica Teletón ad hoc de este fin de semana, es capturada y digitada por el capital que sin pudor alguno y en medio de la fanfarria animada por Don Francisco, muestra su poder encapuchado con el pasamontañas de la farándula y la filantropía.

¿Qué pasó con la fuerza, la voluntad solidaria, la iniciativa organizativa de las miles de organizaciones sociales populares y de trabajadores que, en medio de la tragedia dictatorial, resolvían las necesidades de salud, abastecimiento alimentario, empleo, educación y cultura e incluso de seguridad anti represiva? Gran parte de esa energía se disipó - guardamos la esperanza que no toda- en el transcurso de dos décadas de aplicación de políticas sociales (o "públicas" como gusta decir la tecnocracia actual) orientadas a convertir a los pobres en microempresarios, a los trabajadores en propietarios de "capital humano", y a los menos pobres en consumidores "empoderados" o en clases medias "aspiracionales".... Pura basura ideológica producida y reproducida por sociólogos, politólogos y economistas de pacotilla.

A fin de cuenta, tiene razón un agudo peruano que mirando desde fuera el momento culmine de la catástrofe, afirmó:

"Como no existe organización social sino individualismo nadie sabe qué hacer. Como el Estado no sabe ayudar a los ciudadanos sino a las empresas tampoco sabe qué hacer.... Y como no hay electricidad para que funcionen las cajas registradoras, los dueños de los supermercados y de Chile prefieren que se muera de hambre y de sed la gente antes que abrir sus repletas tiendas" (Héctor Béjar, http://alertaperu.org/publicar/articulos/491-los-terremotos-en-el-paraiso-neoliberal.html.).

Así, resulta que la dicotomía "Estado o mercado", a la luz de los acontecimientos, es falaz y una trampa ideológica que nos impide abrir nuevas posibilidades para superar ésta democracia vacía, esta democracia sin sujeto colectivo, soberano, relevante. Dependemos de los burócratas privados o de los burócratas estatales. Incluso la izquierda tradicional, la confiada, la que logró ser incluida en las instituciones de "la República", nos ofrece como alternativa mas Estado sin siquiera detenerse a evaluar la historia de al menos medio siglo que muestra que al igual que el mercado, el Estado también falla, y que ambos constituyen una simbiosis que el capitalismo modifica según las condiciones históricas.

Esto debería estimularnos a pensar sobre el tipo de sociedad que ha resultado de casi cuatro décadas de contrarrevolución neoliberal, y ayudarnos también a combatir el reduccionismo individualista predominante en las políticas sociales y en el ámbito político-cultural. Hay que reponer en el debate contra el neoliberalismo y otras corrientes demo y social liberales que conciben la sociedad como un simple agregado de
individuos, la potencialidad práctica de las formas de asociatividad genuinas, de la organización social y política colectivas que permiten la constitución de una colectividad consciente como fuerza emergente e insustituible en muchos planos.

Hay formas de organización social y política cuya potencialidad para enfrentar colectivamente catástrofes son notables. Un ejemplo es Cuba que con sus equipos y colectivos, comparativamente hablando, respondió hace un par de años de manera ostensiblemente más exitosa -material y humanamente- al embate de los ciclones que devastaron el Caribe y la costa de EE.UU... La tragedia de New Orleans, especialmente sus territorios más pobres, no fue la de ninguna ciudad de la isla.

La dialéctica naturaleza-sociedad, cuya dinámica contradictoria se nos vino encima con toda su crudeza, ha develado de súbito como se ha naturalizado el individualismo y el narcisimo en amplias capas sociales, mostrado la vacuidad de una democracia que ha permitido sin más el regreso de la derecha golpista con sus políticos, y luego en un contexto de fragmentación social preexistente al cual se impuso la excepción, el regreso de los mismos gendarmes del capital. Esta es la otra catástrofe, el otro terremoto, el político-social que nos abruma y seguirá abrumando en el futuro próximo.

El guión fue escrito precisamente por las fuerzas políticas que conciliaron la transición a la democracia hace casi dos décadas. Son los responsable de esta otra catástrofe, y con dolo; cumplieron concientemente la tarea de fragmentar los sujetos colectivos y disipar la energía colectiva acumulada, incluso, los más recalcitrantes, de extinguir, felizmente con menos éxito, hasta la propia memoria colectiva.

Por ello el regreso de la política al campo de los trabajadores y al campo popular es un imperativo. Pero no de la política profesionalizante, ejercida por burócratas públicos o privados, cuyos límites son los márgenes del liberalismo y el estatalismo, sino de la política como ejercicio del poder de los comunes, de la soberanía de los sujetos colectivos. Ni más mercado, ni mas Estado; lo que se requiere es más red, más entramado, mas tejido, mas organización social, más sujetos colectivos soberanos.

*Rafael Agacino, investigador Corporación Plataforma Nexos

Santiago, 8 de marzo de 2010.

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Interseismic strain accumulation measured by GPS in the seismic gap between Constitución and Concepción in Chile.

J.C. Ruegg (a), A. Rudloff (b), C. Vigny (b), R. Madariaga (b), J.B. de Chabalier (a), J. Campos (c), E. Kausel (c), S. Barrientos (c), D. Dimitrov (d)
(a) Institut de Physique du Globe (IPGP), Paris, France
(b) Laboratoire de Géologie, Ecole Normale Supérieure (ENS), CNRS, Paris, France
(c) Departamento de Geofísica (DGF), Universidad de Chile, Santiago, Chile
(d) Bulgarian Academy of Sciences, Sofia, Bulgaria

a b s t r a c t.

The Concepción–Constitución area [35–37◦S] in South Central Chile is very likely a mature seismic gap, since no large subduction earthquake has occurred there since 1835. Three campaigns of global positioning system (GPS) measurements were carried out in this area in 1996, 1999 and 2002. We observed a network of about 40 sites, including two east–west transects ranging from the coastal area to the Argentina border and one north–south profile along the coast. Our measurements are consistent with the Nazca/South America relative angular velocity (55.9◦N, 95.2◦W, 0.610◦/Ma) discussed by Vigny et al. (2008, this issue) which predicts a convergence of 68mm/year oriented 79◦N at the Chilean trench near 36◦S. With respect to stable South America, horizontal velocities decrease from 45mm/year on the coast to 10mm/year in the Cordillera. Vertical velocities exhibit a coherent pattern with negative values of about 10mm/year on the coast and slightly positive or near zero in the Central Valley or the Cordillera.

Horizontal velocities have formal uncertainties in the range of 1–3mm/year and vertical velocities around 3–6mm/year. Surface deformation in this area of South Central Chile is consistent with a fully coupled elastic loading on the subduction interface at depth. The best fit to our data is obtained with a dip of 16±3◦, a locking depth of 55±5 km and a dislocation corresponding to 67mm/year oriented 78◦N. However in the northern area of our network the fit is improved locally by using a lower dip around 13◦. Finally a convergence motion of about 68mm/year represents more than 10mof displacement accumulated since the last big interplate subduction event in this area over 170 years ago (1835 earthquake described by Darwin).

Therefore, in a worst case scenario, the area already has a potential for an earthquake of magnitude as large as 8–8.5, should it happen in the near future.

© 2009 Elsevier B.V. All rights reserved.

(disponible en: http://www.sciencedirect.com/science/journal/00319201).

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Los terremotos en el paraíso neoliberal. Héctor Béjar (Perú)*

Compartimos el dolor del pueblo de Chile víctima de dos conmociones: el terremoto de Concepción y Talcahuano y la forma como ha sido tratado según las normas y costumbres neoliberales.
Sucede el terremoto. Es catastrófico. Como no existe organización social sino individualismo nadie sabe qué hacer. Como el Estado no sabe ayudar a los ciudadanos sino a las empresas tampoco sabe qué hacer.
Transcurren las horas. Faltan el agua, el techo, los alimentos y la luz. La gente empieza a desesperar.

Los supermercados están llenos de agua envasada, medicinas y alimentos, pero permanecen cerrados con grandes puertas metálicas. Hambre y sed en la calle, abundancia bajo llave. No saben ayudar sino vender. Prefieren que la carne se pudra a repartirla entre la gente. Si la reparten no cobrarían el seguro contra catástrofes.

Cuando la gente rompe las puertas para sacar lo que es indispensable para la vida, el presidente electo, dueño de las principales cadenas de supermercados exige que se ponga orden. La presidenta socialista obedece en el término de la distancia. Se acusa a los hambrientos y sedientos de saqueo. No llueve agua sino gas asfixiante. Hay dinero para mover a los carabineros y dotarlos de bombas lacrimógenas que malogran los alimentos, pero no hay helicópteros ni barcos para llevar ayuda ni transporte aéreo para llevar médicos.

El ejército más poderoso del Pacífico está hecho para invadir el Perú pero no sirve para ayudar a su pueblo. Asombroso que no hayan helicópteros de transporte, aviones que lancen alimentos con paracaídas. Las empresas comerciales más ricas de la región andina guardan silencio y cierran sus repletas bodegas.

En un arranque de sinceridad la Alcaldesa de Concepción dice: han pasado cinco días y no nos han enviado ni un paquete de tallarines. Se equivocó: los tallarines, las pastas, la leche, el agua, están en Concepción, no es necesario enviarlos, solo que hay que comprarlos. Y como no hay electricidad para que funcionen las cajas registradoras, los dueños de los supermercados y de Chile prefieren que se muera de hambre y de sed la gente antes que abrir sus repletas tiendas.

La Marina sabía que venía un tsunami pero “olvidó” advertir a la gente. Mueren cientos, miles por esta falta de advertencia. Luego de un largo silencio solo hay disculpas, no destituciones. La vida vale poco o nada en ese tipo de mentalidad militar.

Mientras tanto en Santiago igual que en Concepción, caen inexplicablemente edificios de lujo que deberían estar perfectamente construidos. Han sido edificados para hacer negocio, no para proteger a la gente. Como en el Perú, la vivienda no es para vivir sino para vender.

Cuando escribo estas líneas, Chile retorna “a la normalidad”. Habrá teletón, espectáculo, luces y artistas. Se dice que el país ha perdido 50,000 millones de dólares. Ya pasaron unos cuantos presidentes, incluido el peruano, para tomarse fotos y pasar a la historia del espectáculo, discursos incluidos. Pero como en Pisco, la gente seguirá esperando. No hay acción colectiva sino pasmo y pasividad. La ciudadanía ha desaparecido en el que dicen que es el país más democrático del continente.

Hasta que se den cuenta de que el asunto no es solo reconstruir las ciudades sino la conciencia y la sociedad. ¿Cuánto falta para eso?

*Llamado mundial a la acción contra la pobreza (GCAP Perú), 03/03/2010

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Los peligros que nos amenazan. Por Fidel Castro Ruz

No se trata de una cuestión ideológica relacionada con la esperanza irremediable de que un mundo mejor es y debe ser posible.
Es conocido que el homo sapiens existe desde hace aproximadamente 200 mil años, lo que equivale a un minúsculo espacio del tiempo transcurrido desde que surgieron las primeras formas de vida elementales en nuestro planeta hace alrededor de tres mil millones de años.
Las respuestas ante los insondables misterios de la vida y la naturaleza han sido fundamentalmente de carácter religioso. Carecería de sentido pretender que fuese de otra forma, y tengo la convicción de que nunca dejará de ser así. Mientras más profundiza la ciencia en la explicación del universo, el espacio, el tiempo, la materia y la energía, las infinitas galaxias y las teorías sobre el origen de las constelaciones y estrellas, los átomos y fracciones de los mismos que dieron origen a la vida y la brevedad de la misma, y los millones y millones de combinaciones por segundo que rigen su existencia, más preguntas se hará el hombre en busca de explicaciones que serán cada vez más complejas y difíciles.

Mientras más se enfrascan los seres humanos en buscar respuestas a tan profundas y complejas tareas que se relacionan con la inteligencia, más valdrán la pena los esfuerzos por sacarlos de su colosal ignorancia sobre las posibilidades reales de lo que nuestra especie inteligente ha creado y es capaz de crear. Vivir e ignorarlo es la negación total de nuestra condición humana.

Algo, sin embargo, es absolutamente cierto, muy pocos se imaginan cuán cerca puede estar la desaparición de nuestra especie. Hace casi 20 años, en una Cumbre Mundial sobre el Medio Ambiente en Río de Janeiro, abordé ese peligro ante un público selecto de Jefes de Estado y de Gobierno que escuchó con respeto e interés, aunque nada preocupado por el riesgo que veía a distancia de siglos, tal vez milenios. Para ellos, con seguridad, la tecnología y la ciencia, más un sentido elemental de responsabilidad política, serían capaces de enfrentarlo. Con una gran foto de personajes importantes, los más poderosos e influyentes entre ellos, concluyó feliz aquella importante Cumbre. No había peligro alguno.

Del cambio climático apenas se hablaba. George Bush, padre, y otros relumbrantes líderes de la Alianza Atlántica, disfrutaban la victoria sobre el campo socialista europeo. La Unión Soviética fue desintegrada y arruinada. Un inmenso caudal del dinero ruso pasó a los bancos occidentales, su economía se desintegró, y su escudo defensivo frente a las bases militares de la OTAN, había sido desmantelado.

A la antigua superpotencia que aportó la vida de más de 25 millones de sus hijos en la segunda guerra mundial, le quedó solo la capacidad de respuesta estratégica del poder nuclear, que se había visto obligada a crear después que Estados Unidos desarrolló en secreto el arma atómica lanzada sobre dos ciudades japonesas, cuando el adversario vencido por el avance incontenible de las fuerzas aliadas no estaba ya en condiciones de combatir.

Se inició así la Guerra Fría y la fabricación de miles de armas termonucleares, cada vez más destructivas y precisas, capaces de aniquilar varias veces la población del planeta. El enfrentamiento nuclear sin embargo continuó, las armas se hicieron cada vez más precisas y destructivas. Rusia no se resigna al mundo unipolar que pretende imponer Washington. Otras naciones como China, India y Brasil emergen con inusitada fuerza económica.

Por primera vez, la especie humana, en un mundo globalizado y repleto de contradicciones, ha creado la capacidad de destruirse a sí misma. A ello se añaden armas de crueldad sin precedentes, como las bacteriológicas y químicas, las de napalm y fósforo vivo, que son usadas contra la población civil y disfrutan de total impunidad, las electromagnéticas y otras formas de exterminio. Ningún rincón en las profundidades de la tierra o de los mares quedaría fuera del alcance de los actuales medios de guerra.

Se conoce que por estas vías han sido creados decenas de miles de artefactos nucleares, incluso de carácter portátil.

El mayor peligro deriva de la decisión de líderes con tales facultades en la toma de decisión, que el error y la locura, tan frecuentes en la naturaleza humana, pueden conducir a increíbles catástrofes.

Han transcurrido casi 65 años desde que estallaron los dos primeros artefactos nucleares, por la decisión de un sujeto mediocre que tras la muerte de Roosevelt quedó al mando de la poderosa y rica potencia norteamericana. Hoy son ocho los países que, en su mayoría por el apoyo de Estados Unidos, disponen de esas armas, y varios más disfrutan de la tecnología y los recursos para fabricarlas en un mínimo de tiempo. Grupos terroristas, enajenados por el odio, podrían ser capaces de acudir a ellas, del mismo modo que gobiernos terroristas e irresponsables no vacilarían en usarlas dada su conducta genocida e incontrolable.

La industria militar es la más próspera de todas y Estados Unidos el mayor exportador de armas.

Si de todos los riesgos mencionados se libera nuestra especie, existe uno todavía mayor, o al menos más ineludible: el cambio climático.

La humanidad cuenta hoy con siete mil millones de habitantes, y pronto, en un plazo de 40 años, alcanzará nueve mil millones, una cifra nueve veces mayor que hace apenas 200 años. En tiempos de la antigua Grecia, me atrevo a suponer que éramos alrededor de 40 veces menos en todo el planeta.

Lo asombroso de nuestra época es la contradicción entre la ideología burguesa imperialista y la supervivencia de la especie. No se trata ya de que exista la justicia entre los seres humanos, hoy más que posible e irrenunciable; sino del derecho y las posibilidades de supervivencia de los mismos.

Cuando el horizonte de los conocimientos se amplía hasta límites jamás concebidos, más se acerca el abismo adonde la humanidad es conducida. Todos los sufrimientos conocidos hasta hoy son apenas sombra de lo que la humanidad pueda tener por delante.
Tres hechos ocurrieron en solo 71 días, que la humanidad no puede pasar por alto.

El 18 de diciembre de 2009, la comunidad internacional sufrió el mayor descalabro de la historia, en su intento de buscar solución al más grave problema que amenaza el mundo en este instante: la necesidad de poner fin con toda urgencia a los gases de efecto invernadero que están provocando el más grave problema enfrentado hasta hoy por la humanidad. Todas las esperanzas habían sido puestas en la Cumbre de Copenhague después de años de preparación con posterioridad al Protocolo de Kyoto, que el Gobierno de Estados Unidos —el más grande contaminador del mundo— se había dado el lujo de ignorar. El resto de la comunidad mundial, 192 países, esta vez incluyendo a Estados Unidos, se habían comprometido a promover un nuevo acuerdo. Fue tan vergonzoso el intento norteamericano de imponer sus intereses hegemónicos que, violando elementales principios democráticos, intentó establecer condiciones inaceptables para el resto del mundo de forma antidemocrática, en virtud de compromisos bilaterales con un grupo de los países más influyentes de las Naciones Unidas.

A los Estados que integran la organización internacional se les invitó a firmar un documento que constituye una burla, en el que se habla de aportes futuros meramente teóricos para frenar el cambio climático.

No habían transcurrido todavía tres semanas cuando, al atardecer del 12 de enero, Haití, el país más pobre del hemisferio y el primero en poner fin al odioso sistema de la esclavitud, sufrió la mayor catástrofe natural en la historia conocida de esta parte del mundo: un terremoto de 7,3 grados en la escala Richter, a solo 10 kilómetros de profundidad y a muy corta distancia de la orilla de sus costas, golpeó la capital del país, en cuyas débiles casas de barro vivían la inmensa mayoría de las personas que resultaron muertas o desaparecidas. Un país montañoso y erosionado de 27 mil kilómetros cuadrados, donde la leña constituye prácticamente la única fuente de combustible doméstica para nueve millones de personas.

Si en algún lugar del planeta una catástrofe natural ha constituido una inmensa tragedia es Haití, símbolo de pobreza y subdesarrollo, donde viven los descendientes trasladados de África por los colonialistas para trabajar como esclavos de los amos blancos.

El hecho conmocionó al mundo en todos los rincones del planeta, estremecido por las imágenes fílmicas divulgadas que rayaban en lo increíble. Los heridos, sangrantes y graves, se movían entre los cadáveres clamando por auxilio. Bajo los escombros yacían los cuerpos de sus seres queridos sin vida. El número de víctimas mortales, según cálculos oficiales, superó las 200 mil personas.

El país ya estaba intervenido por fuerzas de la MINUSTAH, que las Naciones Unidas enviaron para restablecer el orden subvertido por fuerzas mercenarias haitianas que, instigadas por el Gobierno de Bush, se lanzaron contra el Gobierno elegido por el pueblo haitiano. Algunos edificios donde moraban soldados y jefes de las fuerzas de paz también se desplomaron, causando dolorosas víctimas.

Los partes oficiales estiman que, aparte de los muertos, alrededor de 400 mil haitianos fueron heridos y varios millones, casi la mitad de la población total, sufrieron afectaciones. Era una verdadera prueba para la comunidad mundial, que después de la bochornosa Cumbre de Dinamarca estaba en el deber de mostrar que los países desarrollados y ricos serían capaces de enfrentar las amenazas del cambio climático a la vida en nuestro planeta. Haití debe constituir un ejemplo de lo que los países ricos deben hacer por las naciones del Tercer Mundo ante el cambio climático.

Se puede creer o no, desafiando los datos, a mi juicio irrebatibles, de los más serios científicos del planeta y la inmensa mayoría de las personas más instruidas y serias del mundo, quienes piensan que al ritmo actual de calentamiento, los gases de efecto invernadero elevarán la temperatura no solo 1,5 grados, sino hasta 5 grados, y que ya la temperatura media es la más alta en los últimos 600 mil años, mucho antes de que los seres humanos existieran como especie en el planeta.

Es absolutamente impensable que nueve mil millones de seres humanos que habitarán el mundo en el 2050 puedan sobrevivir a semejante catástrofe. Queda la esperanza de que la propia ciencia encuentre solución al problema de la energía que hoy obliga a consumir en 100 años más el resto del combustible gaseoso, líquido y sólido que la naturaleza tardó 400 millones de años en crear. La ciencia tal vez puede encontrar solución a la energía necesaria. La cuestión sería saber cuánto tiempo y a qué costo los seres humanos podrán enfrentar el problema, que no es el único, ya que otros muchos minerales no renovables y graves problemas requieren solución. De una cosa podemos estar seguros, a partir de todos los conceptos hoy conocidos: la estrella más próxima está a cuatro años luz de nuestro Sol, a una velocidad de 300 mil kilómetros por segundo. Una nave espacial tal vez recorra esa distancia en miles de años. El ser humano no tiene otra alternativa que vivir en este planeta.

Parecería innecesario abordar el tema si a solo 54 días del terremoto de Haití, otro increíble sismo de 8,8 grados de la escala Richter, cuyo epicentro estaba a 150 kilómetros de distancia y 47,4 de profundidad al noroeste de la ciudad de Concepción, no ocasionara otra catástrofe humana en Chile. No fue el mayor de la historia en ese hermano país, se dice que otro alcanzó 9 grados, pero esta vez no fue solo un fenómeno de efecto sísmico; mientras en Haití durante horas se esperó un maremoto que no se produjo, en Chile el terremoto fue seguido por un enorme tsunami, que apareció en sus costas entre casi 30 minutos y una hora después, según la distancia y datos que todavía no se conocen con toda precisión y cuyas olas llegaron hasta Japón. De no ser por la experiencia chilena frente a los terremotos, sus construcciones más sólidas y sus mayores recursos, el fenómeno natural habría costado la vida a decenas de miles o tal vez cientos de miles de personas. No por ello dejó de ocasionar alrededor de mil víctimas mortales, según datos oficiales divulgados, miles de heridos y tal vez más de dos millones de personas sufrieron daños materiales. Casi la totalidad de su población de 17 millones 94 mil 275 habitantes, sufrió terriblemente y aún padece las consecuencias del sismo que duró más de dos minutos, sus reiteradas réplicas, y las terribles escenas y sufrimientos que dejó el tsunami a lo largo de sus miles de kilómetros de costa. Nuestra Patria se solidariza plenamente y apoya moralmente el esfuerzo material que la comunidad internacional está en el deber de ofrecerle a Chile. Si algo estuviera en nuestras manos, desde el punto de vista humano, por el hermano pueblo chileno, el pueblo de Cuba no vacilaría en hacerlo.

Pienso que la comunidad internacional está en el deber de informar con objetividad la tragedia sufrida por ambos pueblos. Sería cruel, injusto e irresponsable dejar de educar a los pueblos del mundo sobre los peligros que nos amenazan.

¡Que la verdad prevalezca por encima de la mezquindad y las mentiras con que el imperialismo engaña y confunde a los pueblos!

Fidel Castro Ruz
Marzo 7 de 2010
9 y 27 p.m.

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De la Catástrofe Natural a la Ira Popular. Por Igor Goicovic Donoso

El terremoto y posterior tsunami que afectó a una parte importante del territorio de Chile en la madrugada del sábado 27 de febrero, y que hasta la fecha ha provocado la muerte de más de 800 personas, puso al descubierto una serie de problemas que la prensa oficial ha denominado, eufemísticamente, como “terremoto social”. Miles de personas, especialmente en las ciudades más afectadas por la catástrofe (Concepción, Talcahuano, Lota, Coronel, Constitución, entre muchas otras), salieron a las calles a recuperar por cuenta propia los alimentos y el agua que las autoridades y las cadenas de supermercados, se negaban a distribuir rápida y eficientemente.

En su desesperación y angustia, y dando cuenta de una profunda tradición histórica, los más pobres, y a la vez los más golpeados por el desastre, no se contuvieron. En una explosión desbordante de rabia y necesidad arrasaron con todo lo que encontraron a su paso. Ello, evidentemente, favoreció el exceso y, en algunas circunstancias, el despliegue de conductas delictivas. Pero estas conductas puntuales no pueden encubrir el problema de fondo: Quienes salieron a las calles a reclamar y recuperar de hecho lo que necesitaban fueron las más pobres. Hombre, mujeres y niños, muchos de ellos agrupados como núcleos familiares o como redes comunitarias. Aquellos que sistemáticamente el capitalismo ha explotado, reprimido y excluido. Aquellos que en las visitas oficiales de autoridades extranjeras y en el discurso público son sistemáticamente encubiertos. Aquellos a los cuales se pretende integrar precariamente a través del trabajo ocasional y del consumo marginal. Aquellos que son recluidos en liceos gueto donde se les condena reproducir el fracaso del sistema educacional. Aquellos que no reciben prestaciones de salud de calidad, porque la medicina se convirtió en mercancía y los médicos, hace mucho tiempo, perdieron su “vocación social”. Aquellos para los cuales se organizan planes cuadrantes y cárceles concesionadas. Aquellos que en los informes de MIDEPLAN y del PNUD continúan representando un 14% de la población. Una población a la que generalmente no queremos ver y cuando se nos configura en la cotidianeidad mediática lo hace transgrediendo el “orden burgués”.

No es extraño, entonces, que ante el “clamor ciudadano” (aquel que fue inducido por los medios de comunicación burgueses y que expresó la demanda de la derecha y del capital), el Gobierno haya decretado el Estado de Catástrofe Nacional, medida que, a su vez, permite la imposición del toque de queda y el despliegue de fuerza militares en las ciudades afectadas por el vendaval popular. Así, las imágenes del pasado dictatorial retornaron nuevamente al escenario del Chile actual: Milicos armados hasta los dientes deteniendo y golpeando a los más pobres; poniendo cerco a las principales poblaciones populares y custodiando los centros comerciales y financieros del gran capital. Da pena y rabia comprobar que las demandas de los pobres, expresadas en contingencias críticas, continúan siendo enfrentadas con la fuerza de las armas. La paradoja radica en que los delincuentes que inmediatamente después de la catástrofe comenzaron a subir los precios de los artículos de primera necesidad o aquellos que comenzaron a acaparar recursos básicos para posteriormente medrar con precios más altos, no han sido denunciados y mucho menos sancionados como se lo merecen.

Tampoco, hasta el momento, han recibido el castigo que se merecen aquellos que con negligencia criminal (en la Armada y el Gobierno) no informaron adecuadamente a la población del litoral central del tsunami que posteriormente afectó a la población ribereña. Ellos son los responsables directos de la muerte de más de 500 personas en esta catástrofe. En relación con ello cabe consignar que ninguna persona ha muerto como consecuencia directa de los saqueos llevados a cabo por la población.

No se trata de justificar la violencia criminal del lumpen que, regularmente y en su extrema cobardía, no ataca al capital y a sus defensores (salvo cuando replegado en la masa actúa sobreseguro); por el contrario, estos cobardes, habitualmente, atacan a los más pobres y de ellos medran a través del narcotráfico, imponiendo en las poblaciones la ley del más fuerte (que no es otra que de la aquel que porta las armas). Esos parásitos sólo se merecen el desprecio. Tampoco se debe desconocer que en estos actos participaron activamente sujetos provenientes de estratos sociales más acomodados; aquellos que se desplazaban en camionetas y camiones y que se dedicaron sistemáticamente a robar artículos electrónicos, de línea blanca e incluso maquinaria pesada. Distinto es el caso de los sectores populares que agobiados permanentemente por la miseria y afectados coyunturalmente por la catástrofe, han salido a las calles a recuperar por su propios medios los recursos que necesitan para subsistir. Su legítimo accionar ha puesto al descubierto todas las inequidades e injusticias que el sistema neoliberal, montado por la Dictadura y afianzado por la Concertación, ha instalado en nuestro país. No sólo ha develado, una vez más, la existencia de la pobreza; también ha puesto de manifiesto que hace mucho tiempo late en el seno del pueblo más pobre una rabia contenida que episódicamente se desborda, poniendo en jaque la institucionalidad y los valores más preciados del orden burgués. Y ello tiene que ver con el Chile que sistemáticamente se nos ha querido imponer y del cual ahora, como en otras etapas de nuestra historia, las clases dominantes se horrorizan. El Chile escindido. Aquel que no toma vacaciones en el Caribe, sino que con surte va un domingo de febrero al balneario local. Aquel que se apiña solidariamente en 40 mts.2 construidos, pero que eventualmente conoce los departamentos de 6.000 UFs de las principales ciudades del país, porque presta servicios de aseo o jardinería para la burguesía. Aquel que cotidianamente ocupa entre 2 y 4 horas de su vida para desplazarse desde su hogar hasta su empleo en micros atestadas, mientras sus patrones y gerentes utilizan automóviles último modelo. Aquel que percibe como salario mensual el mismo dinero que su patrón se gasta en una noche de diversión. Estas inequidades no sólo han sembrado frustración y desesperanza; también han engendrado un profundo odio de clase del cual, al parecer, sus instigadores materiales no son conscientes. Por ello cuando la plebe insurrecta emerge desde la periferia urbana se aterran; y sus corifeos, en los medios de comunicación, desatan la letanía criminalizadora de siempre; terroristas ayer, anarquistas y encapuchados más tarde, saqueadores hoy día. La misma putrefacta monserga de siempre para banalizar o encubrir los problemas estructurales que arrastra esta sociedad desde hace más de tres décadas.

No se trata tampoco de idealizar el reventón popular y pretender que éste, en sí mismo, adquiera el estatuto de hecho político. Efectivamente, en estos momentos esa rabia carece de orientación política y de metas claras; es pura pasión e intuición popular. En consecuencia le resulta fácil al Estado burgués y a sus organismos represivos encuadrarla y reprimirla. De esta manera, tras el vendaval de ira popular los más pobres retornan nuevamente a su miseria, pero esta vez más golpeados y heridos. La ira popular es sólo la expresión de una malestar profundo y es también la demostración inveterada de que el pueblo movilizado ha constituido históricamente una fuerza social y política de grandes proporciones. Le corresponde, entonces, a las aletargadas organizaciones revolucionarias chilenas, ensimismadas en un diletantismo retórico estéril, en el caudillismo y en cortoplacismo, ponerse a la cabeza de la rabia popular y convertirla en fuerza social y política revolucionaria. De lo contrario no habremos aprendido nada, como en otras ocasiones, de esta dolorosa tragedia.

Quilpue, 4 de marzo de 2010

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