11/22/2011

Lo que hay detrás de Krassnoff y de Labbé

El contenido del libro de Krassnoff y la provocadora presentación de este representan un claro intento de la ultraderecha y del militarismo pinochetista de reaglutinamiento político, de justificación de las más crueles violaciones a los derechos humanos durante el régimen militar, de reivindicación de los agentes de la DINA encargados del trabajo sucio y un claro chantaje a la derecha y al gobierno para reposicionar sus demandas.

El que sea el Alcalde Labbé, el único de los personeros de la DINA que ha logrado una reinserción electoral durante los años de la democracia, quien invita a la manifestación de apoyo a Krassnoff, deja en claro que esto se planificó, se pensó en cómo hacer el mayor daño reproponiendo el espectro del pasado. Con Labbé, anfitrión de la iniciativa, se ha querido dar a ella el mayor realce comunicacional posible, se ha buscado abrir la polémica e involucrar al gobierno y a la derecha en ella, se ha transformado el acto no solo en una cruel provocación a las víctimas de Krassnoff y de la DINA, sino en un verdadero desafío a Piñera y a toda la derecha a la cual se le recuerda que si Piñera es Presidente y ellos gozan de los privilegios de los cargos de gobierno es porque el pinochetismo también colocó sus votos para consumar dicho objetivo.

Recuerdan a Piñera, reivindicando a Krassnoff, que dicho apoyo fue pactado, que el candidato de la derecha se reunió con la “familia militar pinochetista” y que hubo compromisos de revisar causas, de aplicar amnistías y de incorporar militares comprometidos con las violaciones a los Derechos Humanos en el indulto presidencial, cosa que no ha ocurrido y que es casi imposible que Piñera quiera o pueda cumplir dado el repudio que ello conllevaría en una sociedad chilena con más capacidad de crítica y de movilización.

Por ello, el rol visible de la convocatoria lo juega el Alcalde Labbé, que ya ha desafiado al gobierno con sus medidas represivas en contra del movimiento estudiantil causando bochorno e incomodidad en La Moneda, en un gobierno y en un parlamento donde subsisten los hombres que de una u otra forma estuvieron ligados a la dictadura. Justamente, eligen a Krassnoff, dado que este fue el organizador del emblemático “Acto de Chacarillas”, como un mensaje, para que ninguno de estos personeros olviden fácilmente su antigua identidad pinochetista.

Casi como un gesto mafioso, de advertencia, envían una invitación al Presidente a participar en la presentación del libro sin imaginar que la inoperancia y el descuido de una funcionaria o la connivencia de ella con el ideario de la dictadura, llegaría a involucrar directamente al Presidente en un saludo, que este no conoció ni formuló, y donde se llega incluso a rescatar la figura de Krassnoff como representativa de una generación de militares y se desea éxito al encuentro. Este regalo inesperado constituye una victoria gigantesca para los organizadores ya que de alguna manera, en el ámbito comunicacional, el gobierno se ha visto involucrado, ha debido dar explicaciones, se ha repropuesto el viejo escenario confrontacional siempre favorable al pinochetismo y que arrastra la imagen de un sector de la derecha. Con ello se ha realzado la importancia de una iniciativa que, aún estando completamente aislada en la sociedad chilena, recoloca el tema de los “militares de Pinochet” más allá de lo que seguramente esperaban.

Este error del gobierno, la participación de Labbé como organizador del evento, los balbuceos de muchos exponentes de la vieja derecha que no se atreven o no quieren condenar los crímenes y las violaciones a los Derechos Humanos, ha permitido que Krassnoff, inesperadamente, se transforme en un ulterior factor de debilidad de Piñera y de su alianza presionada por el pasado, que les asoma como un fantasma que no está dispuesto a desaparecer de escena.

El acto, por cierto, está inscrito en un esfuerzo, al cual el activismo pinochetista no renuncia -por vano que ello parezca dado que la cruda verdad de los crímenes de la dictadura ya está fuertemente instalada en la conciencia de la sociedad chilena– de reinterpretar la historia. Por ello, en estos días, hemos vuelto a escuchar a personeros de la ex dictadura militar, traídos a las pantallas de la TV, a los micrófonos de las radios y a las columnas de los diarios, como verdaderos espectros de ultratumba, a hablar de nuevo de los valientes soldados que enfrentaron al marxismo y a partir de ello justificar los crímenes cometidos, presentando a los militares involucrados como “perseguidos políticos”, negando incluso la veracidad de las pruebas con las cuales los tribunales de Justicia han condenado a Krassnoff y a la cúpula de la DINA a centenares de años de cárcel.

Se elige como emblema a uno de los más despreciables personeros de la represión, un psicópata directamente involucrado en decenas de crímenes y que siempre ha hecho apología de ellos, justamente para que sea claro que sus reivindicaciones llegan muy arriba, que no se trata solo de la exigencia de liberar a un soldado que recibió órdenes o a un subalterno que participó, como tantos, en el desaparecimiento de personas o en traslado de restos. No. La ambición es mayor. Se trata de reivindicar directamente a la DINA, de instalar la idea de que gracias a ella y a estos hombres injustamente condenados y encarcelados, se ganó la guerra al comunismo y hoy el país vive en libertad.

Saben que esto lo pueden lograr solo con un gobierno de derecha y utilizan la presión, el chantaje, la amenaza soslayada para que exigir que el Presidente cumpla con la promesa de liberar a los hombres de armas encarcelados o, en su defecto, pague un precio político altísimo de imagen, al recordarles a muchos la vieja pertenencia a la dictadura, o incluso, se profundice la pérdida de apoyo en este sector que seguramente hoy está entre los que responden contra Piñera en las encuestas.

No recurren, para ello, a una petición de perdón a la sociedad. No se comprometen con entregar antecedentes que permitan esclarecer el paradero de los desaparecidos, no abren la olla de la responsabilidad directa de Pinochet en los crímenes ejecutados por la DINA, no hacen ningún gesto que favorezca la reconciliación, o una reconversión espiritual que pueda llevar al perdón. No. Recurren al alegato de la legitimidad de los crímenes, a la arrogancia, al espacio que ellos creen debe tener la dictadura en la historia de este país.

Justamente por los objetivos que hay detrás de la iniciativa del pinochetismo es mas repudiable el que sea un alcalde, elegido con los votos populares, el que organice este encuentro, ya que en el fondo Labbé utiliza este consenso ciudadano para un propósito innoble como es promover la legitimidad de los crímenes y de los esbirros la dictadura. Por ello es que todos los que se sienten parte de una visión y adscripción a los valores democráticos y al respeto a los derechos humanos, debemos reaccionar juntos en la condena a esta asonada comunicacional preparada desde Punta Peuco y desde los escritorios de los viejos exponentes del régimen militar.

Por ello, también, es que todos los demócratas debiéramos unirnos en una operación de saneamiento democrático para impedir que Labbé, un hombre de la DINA de Manuel Contreras, siga siendo el Alcalde de la comuna de Providencia. Sería una gran respuesta a la arrogancia de la vieja dictadura que asoma a través de Krassnoff y de sus 144 años de condena a los crímenes cometidos en contra de tantos chilenos.

Antonio Leal
Director del Magíster de Comunicación y Ciencia Política de la U. Mayor. Ex presidente de la Cámara de Diputados.

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11/03/2011

¿Qué quiere Obama?

¿Por qué Barack Obama querría reunirse con la Presidenta Cristina Fernández? Sobran las conjeturas, pero las escasas –y además crípticas- declaraciones procedentes de Washington remiten a una agenda conteniendo temas tales como la supuesta presencia de grupos terroristas iraníes operando en América Latina, y particularmente en la Argentina, y la excesiva labilidad de la legislación nacional con relación al lavado de dinero, lo que habría originado el bloqueo estadounidense a créditos otorgados por el BID y el Banco Mundial. En realidad, estos asuntos carecen de sustancia: lo de los iraníes es en parte la clásica paranoia de Washington y en parte una táctica para presionar a nuestros países y para aislar, satanizándolo, a Irán. Lo del lavado de dinero es otra acusación que carece de fundamento, sobre todo cuando quien la esgrime tiene a unos cien kilómetros de la Casa Blanca uno de los paraísos fiscales más importantes del mundo: el Estado de Delaware, que publicita por todos los medios que cualquier compañía que instale allí su casa matriz, aunque sea una diminuta oficina, estará eximida del pago de impuestos por todos los ingresos producidos por sus subsidiarias que desarrollen sus actividades fuera de los pequeños límites de este estado, sea dentro de los Estados Unidos o en el exterior. Por eso un sesenta por ciento de las 500 mayores transnacionales listadas en la revista Fortune tienen sus oficinas centrales en ese estado, que además se vanagloria de tener una legislación que “no pone límites a la usura”.

Dados estos antecedentes y teniendo siempre en cuenta que jamás se puede confiar en la mentirosa benevolencia del imperialismo y sus voceros (el que tenga dudas mejor que medite sobre lo ocurrido con Gadafi), la hipótesis que se perfila con más fuerza para comprender el sentido de la invitación de Obama diría que está motivada por el deseo de sabotear, por ahora diplomáticamente, el proyecto integracionista representado por la UNASUR y aislar a los gobiernos de izquierda de la región, principalmente a la Venezuela de Chávez. El Acuerdo del Pacífico, recientemente promovido por Estados Unidos y secundado por México y en Sudamérica por Colombia, Chile y Perú, equivale a introducir el Caballo de Troya dentro de la UNASUR. No es casual que la inesperada solicitud para reunirse durante la Cumbre del G-20 en Cannes haya llegado poco después de que la Presidenta pronunciara dos discursos enfáticamente ‘unasurianos’ el domingo por la noche luego de su rotunda victoria electoral. La enfermiza obsesión de Washington es acabar con el experimento bolivariano y apoderarse del petróleo de Venezuela, como ya lo hizo con el de Irak y Libia. Para los halcones estadounidenses -de los cuales Obama es su solícito mayordomo- la estrecha relación consolidada a lo largo de estos años entre la Argentina y Venezuela es un molesto obstáculo que debe ser removido cuanto antes. La estrategia para el 2012, año en que se celebrará la crucial elección presidencial en Venezuela, es llegar a ese momento con un Chávez debilitado por una intensa campaña desestabilizadora –¡que ya ha comenzado!- que incluye desabastecimientos selectivos de artículos de primera necesidad, asesinatos al voleo hechos por paramilitares colombianos infiltrados ilegalmente en el país o lúmpenes reclutados para instalar una sensación de absoluta inseguridad ciudadana, y la permanente gritería de la “prensa independiente” (en realidad, la única instancia organizativa que tiene la derecha habida cuenta de la debilidad de sus expresiones partidarias) denunciando supuestas restricciones a la libertad de prensa en un país en donde desde un periódico, una radio o una televisora se puede hacer la apología del magnicidio o incitar a la violencia con total impunidad. Dentro de esta estrategia global, apartar a la Argentina del proyecto integracionista sudamericano es un paso táctico de la mayor importancia. Avanzar hacia ese objetivo parecería ser el único sentido posible de la invitación hecha por el mandatario estadounidense.

Atilio A. Boron

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