3/20/2011

¡Escucha, yanqui!. Manuel Cabieses Donoso Punto Final

Señor Barack Hussein Obama, Presidente de los Estados Unidos de América
Señor presidente: Simón Bolívar escribió el 5 de agosto de 1829: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad”. Una profecía confirmada mil veces, hasta nuestros días. La advertencia del Libertador se hizo realidad no sólo en América Latina y el Caribe, condenados por su cercanía geográfica y sus enormes riquezas a sufrir el pillaje de EE.UU. y sus legiones de marines. A partir de la segunda guerra mundial, la voracidad depredadora del nuevo imperio se hizo universal y sigue cometiendo crímenes de lesa humanidad invocando la libertad y los derechos humanos de sus víctimas. Su país, señor presidente, que forjaron patriotas ejemplares inspirados en nobles principios republicanos, se ha convertido en un imperio desalmado, sangriento y rapaz, odiado y temido en el mundo.

Guerras e invasiones, bombardeos de poblaciones civiles, golpes de Estado, conspiraciones y asesinatos políticos, torturas en cárceles secretas, sabotajes, terrorismo, campañas de propaganda y dinero para desestabilizar gobiernos, patrañas para justificar la ocupación de países ricos en petróleo, gas y otros minerales, bloqueos de alimentos y medicinas para someter la soberanía y dignidad de naciones pequeñas y débiles, y, sobre todo, su desenfrenado espíritu de rapiña, convierten a EE.UU. en odioso símbolo del escarnio al derecho de gentes. ¡Qué lejos está hoy su país del noble espíritu que animó la Declaración de Independencia en 1776! La proclama de Jefferson y sus compañeros de que “todos los hombres nacen iguales”, se extravió en la oscuridad de la traición. Usted, señor, representa algo muy distinto al país que soñaron los Padres Fundadores. Usted es el jefe de un imperio que amenaza al mundo con su desesperada búsqueda de materias primas y recursos energéticos para alimentar una economía que no reconoce otro límite que la máxima ganancia. Esa irresponsabilidad está empujando a la Humanidad al hambre y el desastre. El desprecio de su nación por las leyes de la naturaleza pone en riesgo la existencia del planeta y atropella las normas de solidaridad ambiental que aseguran la presencia de la pareja humana en la Tierra. Su gobierno, señor presidente, ha continuado las políticas que hacen de EE.UU. un imperio guerrerista. Más que un país, el suyo es un bastión militar. Lo corrobora el presupuesto de defensa de este año con 553 mil millones de dólares y un suplemento de 117.800 millones para sostener la guerra en Afganistán e Iraq.

Usted no habla en nombre de los 155 millones de norteamericanos que quieren un mundo en paz. Mucho menos lo hace por los miles de sindicalistas y jóvenes que se han movilizado estos días en Wisconsin, Ohio y otros estados protestando contra las leyes que reducen las jubilaciones y salarios. Usted habla en nombre de los 400 norteamericanos que Michael Moore ha dicho que “tienen la misma cantidad de riqueza que la mitad del total de los estadounidenses”. Ese gordo formidable e incansable, que ha hecho lo suyo para difundir la realidad de EE.UU., afirma: “Hemos entregado nuestra preciosa democracia a una elite financiera. Wall Street, los bancos y Fortune son los que gobiernan esta república”(1). Esa realidad -la del capitalismo-, la vivimos también en Chile. Somos poco más de 17 millones de una población mestiza, que sin embargo, discrimina a indígenas, morenos y negros. Nuestro país sufre las mismas deformaciones que afectan al suyo, entre otros motivos porque se empeña en imitarlo. También en Chile una elite ejerce el poder. Sus miembros poseen enormes fortunas y figuran en el cuadro de honor de Forbes. Iris Fontbona viuda de Luksic posee 19.200 millones de dólares. Horst Paulmann, 10.500 millones; los Matte, dueños de bosques y plantas eléctricas, 10.400 millones; y el presidente de la República, Sebastián Piñera, elevó su fortuna a 2.400 millones el año pasado. Esta minoría insaciable controla los medios de comunicación y la educación privada -donde se educan la mayoría de los niños y jóvenes chilenos-. Logra así el mismo engaño masivo que Moore menciona en su discurso de Madison: que los pobres “voten por el partido que protege a los ricos porque ‘usted podrá ser un día uno de ellos’”. El soporte social de la elite que gobierna en Chile es una pretendida clase media, alienada por el consumismo y que se equilibra sobre la tarjeta de crédito. Esto le facilita acceder a automóviles, electrodomésticos, celulares, viajes y espectáculos cuya profusión permite crear el espejismo de una sociedad igualitaria. Detrás del telón se esconden tres y medio millones de pobres e indigentes y casi 700 mil jóvenes que no estudian ni trabajan. Una parte considerable de la población es prisionera de la droga. Chile -como usted sabe- es uno de los diez países con mayor desigualdad en el mundo. Como puede ver, señor presidente, en Chile se sentirá como en su casa. De algún modo -lo percibirá si el espeso muro de su seguridad lo permite-, nuestro país es una burda imitación del suyo. Pero ustedes son el imperio y nosotros la colonia. El modelo económico y social que nos impusieron mediante el terrorismo de Estado los militares y empresarios coaligados con las trasnacionales, fue el premio mayor de la intervención norteamericana. La oligarquía que ayudó a desatar el golpe es la misma que hoy gobierna el país. No ha dejado de hacerlo en ningún momento durante casi 40 años. Para ello se ha valido indistintamente de militares y políticos de derecha y centro-“izquierda”. Estos últimos gobernaron durante 20 años y ni siquiera despeinaron el modelo neoliberal. Por el contrario, terminaron de traspasar al sector privado lo poco que quedaba en el área pública.

Esa gentuza, señor presidente, son sus amigos en Chile. Tenga cuidado con ellos. Es lamentable, señor presidente, que usted recorra el mismo camino sinuoso que ya hicieron sus antecesores. No ha corregido la alevosa política hacia Cuba que impulsaron los diez presidentes anteriores. El bloqueo a la isla -usted lo sabe- es una arbitrariedad inicua que viola los derechos humanos del pueblo cubano. Lo señala todos los años Naciones Unidas, sin que su país se dé por enterado. Esto constituye un agravio y una afrenta para toda América Latina y el Caribe porque atropella la soberanía de una nación hermana. Aún más, su gobierno ha hecho oídos sordos a la petición mundial de libertad para cinco cubanos prisioneros en EE.UU. acusados de impedir las acciones terroristas que se fraguaban contra la isla. La beligerante actitud de su gobierno contra Venezuela es otro hecho bochornoso de esta política imperial. Sus intentos por desestabilizar al gobierno del presidente Hugo Chávez repiten el mismo esquema de intromisión extranjera que vivieron Chile en 1973 y Honduras en 2009. Usted parece no entender que en América Latina y el Caribe ha renacido una corriente social y política que demanda democracia participativa, justicia e igualdad. Es un movimiento de pueblos cansados de ficciones democráticas a la medida de los intereses oligárquicos. Su demanda superior -desde siempre- es la unidad e integración de América Latina y el Caribe.

Eso es lo que representa Hugo Chávez para el pueblo venezolano y para los pobres y excluidos del continente. La revolución bolivariana tiene una línea de continuidad de dos siglos con la historia política latinoamericana y caribeña. Proviene de los libertadores que desafiaron y derrotaron al poder colonial, entre ellos nuestro Bernardo O’Higgins que proclamó “más vale morir de pie que vivir de rodillas”. Ese fue el espíritu combativo de los jefes y soldados indígenas y mestizos de las primeras luchas de la independencia. Es el mismo espíritu que renació en Fidel Castro y Salvador Allende, y que hoy recorre los llanos de Venezuela y las selvas y montañas de Ecuador y Bolivia. En 1960 un gran norteamericano, el sociólogo C. Wright Mills, escribió Escucha yanqui. La Revolución Cubana. Fue un intento por hacer comprender a EE.UU. ese acontecimiento histórico. Pero el yanqui no escuchó. Ojalá usted preste atención a norteamericanos valientes como Noam Chomsky, James Petras, Michael Moore y tantos otros intelectuales, artistas, cineastas, pastores religiosos, científicos, sindicalistas, etc., que con honestidad tratan que su nación despierte a la realidad. Si usted atiende esas voces, comprenderá porqué el clásico grito “Yanqui go home” lo continuarán escuchando los presidentes norteamericanos hasta el día del juicio final del imperialismo. Lo saluda atentamente,

MANUEL CABIESES DONOSO es Director de “Punto Final”

(1) Discurso de Michael Moore en Madison, Wisconsin, 5/3/2011.

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 729, 18 de marzo, 2011)
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Gabriela Mistral rebelde sin fronteras

Hernán Soto
Mistral fue en muchos aspectos una adelantada a cambios y enfoques que hoy parecen naturales, indispensables y muchas veces urgentes. Cristiana de espiritualidad esencial, se definió como partidaria de transformaciones profundas: la necesidad de una reforma agraria, el latinoamericanismo real, el respeto a los indígenas y mestizos, el amor por los niños y los oprimidos. Ejemplar fue su preocupación por la instrucción y la cultura al servicio del pueblo.

Deberíamos tratar de conocerla mejor, más allá de convencionalismos y oscuridades.

Su sentimiento de pertenencia al mundo popular fue indiscutible. En carta a un amigo mexicano le confiaba: “…debo a la aristocracia una protección generosa: la de su defensa cuando se hizo campaña contra mi nombramiento para un liceo, pero la clase dentro de la cual me siento, aquella de la que espero más y a la que amo de corazón es la clase obrera”.

Tenía una opinión clara sobre el lugar que debía serle reconocido a los trabajadores en la sociedad. Cuando en 1925 fue invitada a participar en el Consejo Nacional de Mujeres condicionó su gustosa aceptación a que en él participaran las sociedades obreras, para que se reflejara la realidad de las clases sociales de Chile: “La clase trabajadora no puede ser menos de la mitad de los representantes en una asamblea cualquiera, cubre la mitad de nuestro territorio, forma nuestras entrañas y nuestros huesos. Las otras clases son una especie de piel dorada que la recubre”.

A esa toma de posición agregaba otros elementos identitarios que la fueron completando, como su calidad esencial de lugareña, del pequeño valle excavado en la aridez de los cerros en que nació y vivió sus primeros años, cerca de La Serena. “Somos la gente de esta zona de Elqui, mineros o agricultores en el mismo tiempo. En el valle el hombre tomaba sobre sí la mina, porque la montaña nos cerca por todos lados y no hay modo de desentenderse de ella: la mujer labraba en el valle. Antes de los feminismos de aldea y de reformas legales, cincuenta años antes, nosotros hemos tenido allá en unos tajos de cordillera el trabajo de la mujer hecho costumbre. He visto de niña regar a las mujeres a la medianoche en nuestras noches claras, la viña y el huerto frutal; las he visto hacer totalmente la vendimia; he trabajado con ellas en la llamada ‘pela del durazno’ con anterioridad a la máquina deshuesadora; he hecho sus arropes, sus uvates y sus infinitos dulces llevados de la bonita industria familiar española”.

En la huella de Martí

A través de la mirada y el recuerdo de su aldea, Gabriela pudo imaginar y tratar de entender el mundo. Su raigambre latinoamericana se hizo profunda, más allá de particularismos y definiciones políticas. Hablando ante el consejo directivo de la Unión Panamericana, en Washington, en 1946, poco después de “eso de Estocolmo”, como decía a veces para referirse al Premio Nobel, señalaba: “No soy una patriota ni una panamericanista que se endroga con las grandezas del continente. Me lo conozco casi entero desde Canadá a Tierra del Fuego; he comido en las mejores y en las peores mesas, tengo esparcida en la propia carne una especie de limo continental. Y me atrevo a decir, sin miedo de parecer un fenómeno, que la miseria de Centroamérica importa tanto como la del indio fueguino y que la desnudez del negro de cualquier canto del trópico me quema como a los tropicales mismos”.

Gabriela seguía la huella de José Martí en Nuestra América y también la visión de Francisco Bilbao, que veía el futuro de América Latina como tierra de promisión para la Humanidad unida, democrática y comprometida con los ideales liberadores. Gabriela reclamaba autenticidad y no copia, originalidad y no imitación y veía que uno de los peligros centrales estaba en Estados Unidos. Apoyó ardientemente la lucha de Sandino contra los invasores norteamericanos de Nicaragua e incluso, llamó a los jóvenes latinoamericanos a defender con las armas esa causa imposible por la infinita desproporción de los adversarios, en la que Sandino y “su pequeño ejército de locos” contaban solamente con su valor para luchar por la dignidad y la justicia.

En 1922, Gabriela publicó El grito , que puede verse como un compendio de su ideario latinoamericano, en que imagina al continente como una gran esperanza: “América y sólo América. ¡Qué embriaguez semejante futuro, qué futuro, qué reinado vasto para la libertad y las excelencias mayores!”. La ve abrumada por la potencia financiera e industrial de Estados Unidos, por su poderío y su influencia. No deriva de ello un odio hacia los norteamericanos sino más bien un reproche a nuestra propia incuria y debilidad. “¿Odio al yankee ? ¡No! Nos está venciendo, nos está arrollando por culpa nuestra, por nuestra languidez tórrida, por nuestro fatalismo indio. Nos está disgregando por obra de algunas de sus virtudes y de todos nuestros vicios raciales. ¿Por qué le odiaríamos? Que odiemos lo que en nosotros nos hace vulnerables a su clavo de acero y oro: a su voluntad y a su opulencia”. Al terminar, llama a dirigir toda la actividad hacia la unificación de América, motivada por “la lengua que le dio Dios y el dolor que le da el Norte”.

Unidad de América Latina

Su convicción de la necesidad y urgencia de la unidad de América Latina no la abandonó. Y fue más específica: “Nosotros debemos unificar nuestras patrias en lo interior, por medio de una educación que se trasmuta en conciencia nacional y de reparto del bienestar que se nos vuelva equilibrio absoluto, y debemos unificar esos países nuestros dentro de un ritmo abordado un poco pitagórico, gracias al cual aquellas veinte esferas se muevan sin choque, con libertad y también con belleza… Nos trabaja una ambición oscura y confusa todavía, pero que viene rodando por el torrente desde los arquetipos platónicos hasta el rostro calenturiento y padecido de Bolívar cuya utopía queremos volver realidad de cantos cuadrados”.

Desde la adolescencia, Gabriela Mistral tuvo preocupaciones sociales que se acentuaron con la lectura, los estudios y el contacto con la realidad de la educación pública. Después, la permanencia en México fue determinante. Joaquín Edwards Bello la recuerda en París en misiones oficiales, “ensimismada soñaba con la democracia, con el reparto agrario, con la suerte de Puerto Rico y Nicaragua”. Y precisamente en uno de los textos de apoyo a la gesta de Sandino, Gabriela escribió: “…voy convenciéndome de que caminan por la América vertiginosos tiempos en que no digo las mujeres, sino los niños también, han de tener que hablar de política, porque vendría a ser (perversa política) la entrega de las riquezas de nuestros pueblos, el latifundio de puños cerrados que impide una decorosa y salvadora división del suelo, la escuela vieja que no da oficios al niño pobre y da al profesional a medias su especialidad, el jacobinismo avinagrado de puro añejo que niega la libertad de cultos que conocen los países cultos, las influencias extranjeras que ya desnudan con absoluto impudor ante nuestros gobernantes”.

Su permanencia en México, entre 1922 y 1924, invitada por el ministro de Educación, José Vasconcelos, y donde volvió muchas veces, cambió su vida. La distribución de la tierra se convirtió en una de sus preocupaciones permanentes. Entendió que el latifundio era un problema central para América Latina, mucho antes que se pusiera en el centro de la agenda política. En 1954, cuando vino por segunda y última vez a Chile, preguntó por la marcha de la reforma agraria, sin saber (o sabiendo) que no estaba entre las preocupaciones del gobierno encabezado por Carlos Ibáñez del Campo. En México también tomó mayor conciencia de la situación desmedrada de los pueblos indígenas y del carácter mestizo del continente, que destaca en su obra, a partir de una suerte de revelación que aparece en sus conocidos versos: “En el campo de Mitla, un día de cigarras, de sol, de marcha/ me doblé a un pozo y vino/ un indio a sostenerme sobre el agua/ y mi cabeza como un fruto estaba dentro de sus palmas./ Bebía yo lo que bebía/ que era su cara con mi cara/ y en un relámpago yo supe/ carne de Mitla ser mi casta” . En los “Himnos” de su libro Tala se ha visto incluso una sustitución de la raíz judeocristiana de su obra por un misticismo indígena, en que son el Sol, la Cordillera y la Tierra las divinidades tutelares.

Denuncia del fascismo

Gabriela ya tenía veintiséis años cuando estalló la primera guerra mundial en Europa, una carnicería hasta entonces inimaginada. Vivió después los tiempos de la gran oleada revolucionaria que inició la revolución rusa en 1917, la contraofensiva capitalista marcada por el fascismo en Italia, Portugal y Rumania, y a comienzos de los años 1930, el ascenso incontenible de Hitler y los nazis en Alemania. Gabriela Mistral estuvo entre los primeros que advirtieron el peligro fascista. En algún momento se negó a ser cónsul en una ciudad italiana mientras gobernara Mussolini. En la guerra civil española apoyó la causa de los republicanos y donó a los niños vascos -desplazados por el ataque de los fascistas- los derechos de autor de su libro Tala . En un elogio fúnebre a Pablo de la Torriente, joven comunista cubano voluntario en las tropas republicanas españolas, caído en combate, destaca su heroísmo y generosidad y concluye que su muerte no habrá sido en vano “si este mundo satánico, de hierro color pardinegro color de fiera que desean darnos se disuelve como una pesadilla antes de cuajar”. Abominaba de Franco y no volvió a pisar tierra española. Fueron tiempos de monstruosas convulsiones sociales y políticas que se extendieron a Asia y Africa y no dejaron incólume a América Latina.

La segunda guerra mundial, con el Holocausto, los campos de concentración y los bombardeos atómicos a Hiroshima y Nagasaki daban cuenta del término de una época, y del despuntar de nuevas esperanzas y también de la amenaza de enormes peligros. Después de la guerra, la causa de la paz pasó a ser crucial. La amenaza de un ataque nuclear a la Unión Soviética por parte de Estados Unidos pasó a ser una amenaza real denunciada por intelectuales, científicos y artistas que la propaganda occidental acusaba de instrumentos del comunismo. Gabriela Mistral contribuyó con “La palabra maldita”, un texto que fue conocido en todo el mundo: “Hay palabras que, sofocadas hablan más, precisamente por el sofoco y el exilio y la de ‘paz’ está saltando hasta las gentes sordas o distraídas porque al fin y al cabo, los cristianos extraviados de todas las ramas, desde la católica hasta la cuáquera, tienen que acordarse de pronto como los desvariados de que la palabra más insistente en los Evangelios es ella precisamente, ese vocablo tachado en los periódicos, este vocablo metido en un rincón, este monosílabo que nos está vedado como si fuera una palabra obscena. Es la palabra por excelencia y la que, repetida, hace presencia en las Escrituras sacras como una obsesión. Hay que seguir vocéandola día a día, para que algo del encargo divino flote aunque sea como un pobre corcho sobre la paganía reinante… Digásmola cada día en donde estemos, por donde vayamos, hasta que tome cuerpo y se cree una ‘militancia de la paz’ la cual llene el aire denso y sucio y vaya purificándolo”.

“Una enorme revolucionaria”

Gabriela fue, como escribió el pintor Roberto Matta, “una enorme revolucionaria en el sentido más humano del término”. No fue marxista ni menos anarquista, pero no se opuso a las transformaciones profundas. Elogiaba muchas cosas del comunismo y criticaba duramente otras, como la política antirreligiosa y las medidas que ponían en riesgo la familia. Denunció la invasión soviética a Finlandia, en 1939, y apoyó la política de paz de la URSS durante la segunda postguerra. Del mismo modo rechazó la política anticomunista de González Videla en Chile.

Estuvo cerca de los principales líderes socialcristianos como Eduardo Frei y Radomiro Tomic, de quien fue amiga y comadre, pero es dudoso que se hubiera definido como democratacristiana. Hubiera deseado una Iglesia al servicio de los pobres y una vez se definió como una comunista individualista, queriendo decir que no se oponía al trabajo colectivo y comunitario y a una distribución equitativa de la riqueza con respeto inamovible por el individuo, su singularidad y su derecho a autogobernar sus decisiones. Quería, aseguraba, conservar “la mayor suma de individualismo dentro de una norma colectivista”. Su fundamento era básicamente ético y cristiano, dentro de una religiosidad singular, inicialmente católica, luego budista y con inclinaciones teósoficas, hasta volver al catolicismo inicial teñido por la permanente lectura de la Biblia y la admiración por San Francisco de Asís. Tal como Clotario Blest, en sus últimos días Gabriela fue seglar de la Orden Franciscana Menor.

Una reflexión de Gabriela Mistral, de hace más de sesenta años, sobre la juventud merece ser recordada: “Busca la juventud de hoy más o menos estas cosas: un orden social en el cual las diferencias de clase no sigan correspondiendo a nombre y dineros sino a la capacidad comprobada del oficio o la profesión, es decir a los valores reales. Todas ellas desean eliminar la lacra de la miseria que ha sido lacra en el rostro noble de la latinidad. Todos quieren que el trabajo no sea asunto de azar y de dolor, de casualidad desordenada y de esfuerzo excesivo. Y aunque se quiera ver sobre esas juventudes la costra de un materialismo craso que no mostraban las anteriores, la verdad es que ella va buscando una espiritualidad nueva”.
Fuente: http://www.elclarin.cl/web/index.php?option=com_content&view=article&id=623:gabriela-mistral-rebelde-sin-fronteras&catid=5:cultura-y-espectaculos&Itemid=6

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¿Llega la energía nuclear a Chile?

Codelco comienza a producir uranio en forma experimental en mina Radomiro Tomic
Una planta de la Comisión Chilena de Energía Nuclear se puso en operaciones y comenzó a producir este mineral energético en un plan piloto para evaluar su factibilidad comercial. Con el fin de la Guerra Fría, las centrales eléctricas nucleares comenzaron a abastecerse de los stocks militares de EE.UU. y Rusia, oferta que está terminando. La inversión es de 1.300 millones de dólares.

El informe Zanelli, la comisión de científicos que estudió la opción nuclear durante el gobierno anterior, lo dijo claramente: “Ante el complejo escenario energético nacional y mundial, es necesario posicionar la seguridad del suministro eléctrico como un objetivo estratégico nacional para alcanzar niveles superiores de desarrollo. En el caso de Chile, este objetivo requiere de una mayor autonomía en el abastecimiento energético, lo que se logra a través de la diversificación, donde jugarían un papel relevante las Energías Renovables No Convencionales, la energía nuclear y la eficiencia energética”.

En esa línea y también en las posibilidades comerciales, la Comisión Chilena de Energía Nuclear (CCHEN) y Codelco desarrollan un ambicioso programa para producir uranio en Chile. La información fue dada a conocer a la revista Profesionales del Cobre por el ingeniero Gonzalo Torres, jefe del Departamento de Materiales Nucleares de la CCHEN, quien está a cargo del proyecto. Torres fue director ejecutivo de la entidad desde 1997 hasta el 2001 y Consejero Científico en la Misión Permanente de Chile ante el Organización Internacional de Energía Atómica.

El especialista explica que el convenio surgió “por el interés de Codelco Norte para recuperar otros metales, aparte del cobre, como subproductos. Esta colaboración -explica- se remonta a fines de la década de los años ‘70, cuando en 1979 fue acogida en Chuquicamata una instalación experimental de separación de uranio. Hasta el año ‘80 la CCHEN desplegó un programa de prospección de recursos radioactivos en el país, y entre ellos se evaluaron la presencia de uranio asociado con el cobre. En muchas áreas donde se detectaron anomalías por uranio, estaba asociado al cobre”.

Torres señala que el proyecto pretende “explorar la potencialidad técnica, de separar uranio en algunas formas de presentación del mineral, sea en las pilas de lixiviación de cobre (PLS), como en ripio o en minas. Se firmó un convenio, se dividieron las áreas en geología, metalurgia y análisis químico”, puntualiza.

Yellow Cake

La primera etapa de este proceso químico metalúrgico, enfatiza Torres, “fue positiva y hubo un proceso de laboratorio óptimo hidrometalúrgico de separación de uranio. Este comenzó el 2008 y terminó el 2009. Culminó esa etapa, que va complementada por análisis químicos de esa solución para examinar la presencia de uranio inicial; luego viene el proceso de extracción de uranio. Ahora se pasó a una segunda fase en la parte metalurgia. Ello da origen a un escalamiento a nivel piloto”. Así, la CCHEN trasladó equipos de su planta de Lo Aguirre a la mina Radomiro Tomic (RT).

“El objetivo central de esta planta es obtener información específica de cuál es la proporción de la presencia de uranio en las corrientes de los PLS de Radomiro Tomic y determinar los parámetros de separación”, apunta.

Torres dice que hay validar los procesos de separación y eficiencia, para luego medir a escala industrial y evaluar del punto de vista técnico-económico la factibilidad de ir a una escala mayor, expresa.

“Esta segunda fase operará diez meses. Se financia con un aporte de US$1.300 millones de Codelco. Nosotros aportamos la infraestructura técnica y personal especializado”, indica.

“La planta consiste en una batería de celdas de extracción por solvente y una columna de intercambio iónico, depósito, estanques y recolección de manejo de fluidos y finalmente un depósito donde recibiremos óxido de uranio, que es un polvo seco, amarillo, que en la jerga se le llama “Yellow Cake”. Nosotros estamos pronto a empezar a obtener algunos pocos kilos de Yellow Cake en un lapso corto, de aquí a un mes ya obtener algunos kilos de material”, informó.

Para que sea rentable para Codelco y cualquier empresa en el mundo, la explotación de uranio debe ser del orden de unas cien toneladas anuales.

“El uranio está solo o asociado con otros minerales. En Chile no sólo está asociado al cobre sino que hay otras formaciones geológicas sin cobre, con tierras raras. Es diversa la forma de la presencia de uranio. Creemos que aquí puede haber una minería específica del uranio”, plantea.

Cien lugares de Chile donde hay uranio

La CCHEN hizo en los años ‘70 “una exploración de una parte pequeña del territorio. Entonces dimos cuenta de alrededor 100 prospectos interesantes de uranio. Fue una prospección básica, que abarcó alrededor del 7% el territorio, se hizo una carta pronóstico, la cual da cuenta de lugares diversos a lo largo de Chile, no solo en el norte, sino también en la zona central y sur, donde hay presencia de uranio. En Chile hay uranio, hay que explorarlo o cuantificarlo y evaluar su potencial extracción desde el punto de vista económico”.

“El mundo consume hoy unas 68 mil toneladas al año de uranio y se proyecta un crecimiento intensivo en los próximos 20 años. Hay que decir que en la generación nucleoeléctrica, el precio del combustible representa muy poco en el costo. Por ese motivo no se puede decir que a mayor precio del uranio, mayor precio de la electricidad. El combustible representa un porcentaje bajo, no superior al 15%, en la generación eléctrica, a diferencia de otros combustibles. Eso despierta interés en todas partes y por eso las acciones a nivel mundial para incentivar la exploración de uranio”, puntualiza.

“Los reactores nucleoeléctricos en el mundo se han alimentado de uranio, que proviene de yacimientos en explotación en pocos países en el mundo: Canadá, Australia, Gabón y Rusia son principales productores de uranio. Entonces junto con la producción existente, también el redestino de uranio proveniente de arsenales militares de Estados Unidos y Rusia. Esos stocks militares se están acabando y la demanda ha empezado a crecer, tanto por los reactores existentes, como por nuevos en diversas partes del mundo”, asegura.

“En promedio una central nuclear consume unas 80 o 100 toneladas de uranio al año. Las centrales argentinas están en ese rango. Un país que tenga 300 mil toneladas de uranio tiene para abastecer un programa nuclear intenso por más de 100 años. Calculamos que hay decenas de miles de toneladas de uranio, pero eso hay que chequearlo. Especulamos que hay recursos de uranio más que suficientes en Chile para sostener un programa nuclear con varias centrales. Un programa nuclear no se sostiene con una sola central”.

El ciclo del combustible nuclear

Etapa 1. Minería del uranio. Extracción y separación del mineral bajo procedimientos convencionales mineros.
Etapa 2. Concentración. Producción de concentrados de uranio natural y de la conversión del mineral en uranato amónico (Yellow Cake).
Etapa 3. Conversión y enriquecimiento: en esta etapa el concentrado de uranio se purifica y se convierte en Hexafloruro de uranio. Luego este producto se somete a un proceso de enriquecimiento, para aumentar la producción. El resultado es óxido de uranio enriquecido.
Etapa 4. Fabricación de elementos combustibles. En esta etapa el óxido de uranio es tratado para la obtención de pastillas de combustibles cerámicas, las cuales son colocadas en barras, luego éstas se colocan en un armazón que contiene un número dado de tales barras. A esta estructura final se le llama “elemento combustible”.
Etapa 5. Uso del combustible nuclear: Los elementos combustibles se introducen en el núcleo del reactor que generan la fisión nuclear. Una vez que la vida de un elemento combustible ha cesado, estos se almacenan de forma temporal en las mismas instalaciones que albergan al reactor.
Etapa 6. Almacenamiento de residuos: Los residuos producidos se acondicionan para convertirlos en una masa sólida estable y duradera. Luego se introducen en recipientes especialmente diseñados para soportar almacenamientos por decenios o cientos de años.

Tomado de: www.radio.uchile.cl

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CUANDO EL ORO NEGRO FUE DETERMINANTE EN LA SEGURIDAD NACIONAL DE LAS POTENCIAS IMPERIALES.

Por Héctor Vega.
La Segunda Guerra Mundial en muchos respectos fue una guerra del petróleo. Faltos de abastecimientos suficientes en su expansión imperialista, Alemania se volcó hacia las fuentes petroleras del Cáucaso y Japón invadió Indonesia. Cuando la nacionalización de la industria petrolera iraní [1951], el gobierno británico organizó un embargo general y en 1953 la CIA llevó a cabo un golpe de estado contra el primer ministro Mohammad Mossadegh.

En 1956 cuando Gamal Abdel Nasser nacionalizó el Canal de Suez, controló un pasaje clave en el transporte del petróleo hacia Occidente, Francia, Inglaterra e Israel invadieron el Sinaí y la Franja de Gaza. A comienzos de la década de los ‘70 en su lucha por el control del petróleo y después de la inconvertibilidad del dólar y las sucesivas devaluaciones de 1971 y 1973, los países de la OPEP, como resultado de la guerra [Yom Kippur octubre de 1973] declararon el embargo petrolero que elevó el precio del petróleo en más de un 250%.
Después de la independencia de Angola en 1975, la CIA conjuntamente con movimientos separatistas y la multinacional Chevron-Texaco complotaron para apoderarse del petróleo del enclave de Cabinda que actualmente representa casi el 80% de los ingresos petrolíferos de Angola, amén de recursos de manganeso, oro y diamantes.

Durante la guerra de Vietnam la empresa Mobil hacía prospecciones off-shore [territorio que en la época se llamaba Viet-Nam del Sur], concesión que renovaría tres décadas más tarde -colmo de la ironía, sin resultados positivos-, en Blue Dragon a 280 km., del Delta del Mekong. Indonesia potencia ocupante de Timor Oriental reclamaba intereses sobre importantes reservas de hidrocarburos conjuntamente con Australia. Conflicto que se repetía en las islas Spratley cuyas reservas petrolíferas eran reclamadas por China y Vietnam.

Las secuelas de las guerras del petróleo han dejado un reguero de víctimas. Baste citar las estadísticas de la guerra del Golfo en 1991 con 1,5 millones de muertos directos en los enfrentamientos, amén de la población civil afectada por las sanciones económicas impuestas a Irak. La segunda guerra de Irak [marzo de 2003] registra un saldo de 655 mil iraquíes muertos, 4,7 millones de refugiados y 5 millones de niños iraquíes huérfanos. Experiencia de intervenciones que hoy se reanuda en el Magreb y en Libia con repercusiones impredecibles en la evolución política de la región. Nada se ha excluido en estas preparaciones, ni siquiera la manida invocación a la existencia de armas de destrucción masiva que Kadafi estaría presto a utilizar contra su pueblo [Véase declaraciones del ex embajador de la Liga árabe Clovis Maksoud y del ex primer ministro británico, John Major]. Nótese que el Estado Mayor de la Federación Rusa daba a conocer a la prensa internacional que “imágenes satelitales tomadas desde el espacio sugieren que los supuestos ataques aéreos que se llevaron a cabo el 22 de febrero sobre Benghazi y Trípoli, fueron un artificio usado como pretexto para una intervención militar ‘humanitaria’”.
Las declaraciones de Obama, Cameron, Sarkozy, Zapatero y otros, preparan un escenario de intervención y golpe de estado en Libia, convocando a una zona de exclusión aérea, sugiriendo varias opciones bélicas posibles generadas desde la OTAN. Ya el 2 de marzo, el Senado de EEUU votó por unanimidad la imposición de una zona de exclusión aérea sobre Libia. A lo cual se agrega el llamado de cuarenta neoconservadores en carta al presidente Obama para que desarrolle una inmediata acción militar para derrocar a Kadafi.
La prensa internacional citaba la opinión del general Mattis, Jefe del Comando Central de EEUU que ante el Comité de Servicios Armados del Senado calificaba la zona de exclusión aérea como una operación militar. Pues además sería necesario bombardear las defensas aéreas [misiles tierra-aire] de Libia mediante ataques aéreos lanzados desde bases de EEUU en el sur de Italia.
En lo concreto, un poderoso contingente militar dispuesto a intervenir en una eventual invasión se sitúa frente a las costas de Libia. Se trata de una fuerza naval de 6 países –Alemania, Inglaterra, EEUU, Canadá, Francia e Italia– integrada por 8 buques de guerra y 2 portaviones [incluye el portaviones nuclear, USS Enterprise], una flota de helicópteros Cobra y aviones militares.
Libia: una apuesta fallida
Las potencias industriales entendieron que su seguridad nacional estaba ligada a regímenes autoritarios que garantizaban la estabilidad y el estatus quo. La democracia occidental que se decía por el cambio calló, peor aún, confundió el acceso a la modernidad [salud, educación, vivienda…] que los autócratas árabes ofrecían al segmento privilegiado de la población, con la posibilidad de participación de la vasta mayoría de la población.

Desde el exterior –Europa, Suramérica, Norteamérica, Asia–, conjunto variopinto de gobiernos autoproclamados por el cambio, confundieron sus propias ideas de democracia con lo que el pueblo árabe resentía en su experiencia de exclusión, hambre y miseria.

Pocos se preocuparon de entender lo que sucedía en Libia. Realidad política territorial basada en tribus alejada de la idea tradicional occidental de Estado-Nación [de la época del Tratado de Utrecht en Europa, 1713] práctica política basada en vínculos tribales a partir de los cuales se genera la organización política.
Históricamente Libia, fue parte de los imperios Romano y Bizantino antes de caer bajo la hegemonía del poder árabe y su civilización. Después de la segunda guerra mundial y encontrándose bajo un protectorado británico de hecho, la ONU entregó el poder al jeque de la tribu de los Sanusi y emir de Cirenaica: Sidi Idris, quien proclamó la monarquía reinando bajo el nombre de Idris I. Rey derrocado por Kadafi en 1969 bajo la inspiración de la revolución panarábica y socialista de Gamal Abdel Nasser. Es precisamente la tribu de los Sanusi que inicia la revuelta en Bengazi [provincia de Cirenaica] bajo el pabellón de la monarquía. Más aún, es Mohamed Al Sanusi, sobrino nieto de Idris, autoproclamado príncipe de Libia en exilio, quien declara apoyar a “los héroes de la revuelta popular” contra el régimen de Kadafi a quien llama “asesino de su pueblo”.
Libia vive hoy una lucha tribal, donde una intervención de las potencias occidentales se soldará al precio de su soberanía pues se habrá alineado con una tribu, un emirato –el de Bengasi- que entiende gobernar el resto del territorio bajo su égida. De allí surgirá el nuevo trato para la extracción del “oro negro” conveniente para las transnacionales y una élite local privilegiada y acomodada.
Los poderes occidentales dominantes nunca vieron lo que se incubaba en el Medio Oriente, a saber un vasto frente social, impulsado por la revolución de las comunicaciones, alejado en su imaginario de participación de lo que los autócratas estaban dispuestos a conceder. Cuando se tejían los acuerdos con las transnacionales y los gobiernos extranjeros la clase política gobernante perdió legitimidad porque la población entendió que dichos acuerdos se encontraban en el origen de sus carencias fundamentales.
Los antiguos poderes coloniales han creído reeditar viejas prácticas y compromisos. Una situación rocambolesca vivió recientemente el gobierno conservador de Cameron cuando despachó un enviado del Foreign Office para saber “en qué podía ser útil” al gobierno provisional de Bengazi. La misión se saldó en un fiasco pues ni siquiera fue recibida por el Consejo Nacional Libio de Transición, siendo reembarcada, junto con las fuerzas especiales del SAS que la acompañaba, previo decomiso de las armas que portaban. Fracaso que el ministro de relaciones exteriores británico debió explicar ante la Cámara de los Comunes.
Cinco nuevas realidades políticas en el Medio Oriente
Cinco nuevas realidades políticas centrales superan los acuerdos que las clases privilegiadas firmaron con las potencias imperiales y con los cuales estas últimas pretendieron perpetuarse en el poder. Entendieron muy tarde que para el pueblo que salió a manifestar ya no bastaban las elecciones pues de lo que se trataba, hoy, era ejercer el poder. Como al inicio de todas las revoluciones, y en un camino sin retorno, se pidió lo máximo, sin concesiones. Se reclamó nada menos que todo el poder. El tiempo dirá la forma que tomará este ejercicio político proclamado desde las calles de la ciudad. En todo caso podemos estar seguros que ya no será el mismo del pasado.
Declaraciones a los medios y los mensajes en el ciberespacio demuestran la segunda nueva realidad a saber la conciencia sobre la complicidad con las transnacionales, los gobiernos extranjeros y la clase política local. Es la voz que hoy circula en las naciones del Medio Oriente y el Magreb y aún en regímenes tan cerrados como la realeza absoluta de Arabia Saudita. Se reclama no sólo la destitución sino que ya existen casos de políticos corruptos llevados ante los tribunales para responder por enriquecimientos ilícitos y por arbitrariedades hacia la población.
Un tercer punto es la realidad de las redes comunicacionales que ya no es el exclusivo manejo de estaciones oficiales de radio y televisión. Hoy el público se ha posesionado de tiempos y espacios: maneja la comunicación.
Derivado de esto hay todavía un cuarto punto. Cuando la comunicación dejó de ser local se amplió a países y continentes. Los llamados de la calle se expandieron al universo en tiempo real, es más se realimentaron en propuestas y llamados de acción. Se sintió el llamado a la solidaridad e incentivos a la acción. El tiempo nos dirá cuántos de estos llamados obedecieron a realidades urgentes. En definitiva, las comunicaciones, en sus repercusiones sociales, se sustituyeron al poder de las armas.
Por último un quinto punto vinculado al desarrollo social y el medio ambiente. El medio ambiente pasó a ser parte de la realidad social y de la conciencia de los pueblos en relación directa con grandes trabajados de infraestructura y desarrollo social. Baste citar el gran río artificial que mediante una red de tuberías de más de 4.500 kilómetros provee de aguas subterráneas a Libia. Recursos hídricos que según estimaciones proporcionaría agua a ese país durante cuatro mil ochocientos años [Véase Laila Tajeldine. “Libia, intervención, división o unidad”. Aporrea.org. Venezuela, 24/02/2011]. Comentando sobre esos recursos Fidel Castro escribía “Bajo aquel desierto existía un extenso y profundo mar de aguas fósiles. Tuve la impresión, cuando conocí un área experimental de cultivos, que aquellas aguas, en un futuro, serían más valiosas que el petróleo” [Véase “La Guerra inevitable de la OTAN”. Segunda Parte. 02/03/11. www.fortinmapocho.com]
De cómo la práctica política modificó el campo de batalla
Lo que sucede en la guerra no es independiente de lo que sucede en la política. Ni Kadafi, ni la oposición del Consejo Nacional Libio de Transición tienen la capacidad de decidir la situación en el campo de batalla. Las fuerzas enfrentadas en un país de más de 1 millón 700 mil km2 con 6 millones 530 mil habitantes, esto es, 3,1 habitantes por kilómetro cuadrado, poblado especialmente en el borde costero e instalaciones petrolíferas de gas al interior nunca sobrepasó en el comienzo de los combates en Brega más allá del millar de efectivos en armas, y agreguemos sin que estos tuvieran apoyo decisivo en armas y personal. Con el transcurso de los días las fuerzas en combate y la presión del gobierno aumentó lo cual puso en peligro no sólo el abastecimiento en petróleo y gas de Bengasi sino que además el control de Ras Lanuf [al oeste de Brega, hoy en llamas después de ser alcanzado un almacenamiento de crudo en el terminal petrolero de Es Sider]. Entre 5 y el 7 de marzo el gobierno consolidó su posición en Ras Lanuf y aumentó su presión sobre Brega. Declaraciones de los corresponsales de guerra hablaban de una baja en el entusiasmo de los defensores de Brega que se veían atacados por medios muy superiores a los cuales contaban. Es más, el ejército habría lanzado una ofensiva en Az Zawiyah, a poco menos de 40 kilómetros al oeste de Trípoli que ya estaría en posesión de fuerzas del gobierno.
Sin proyección de fuerza de espacio a tierra o vice-versa, la oposición entiende sus limitaciones y la imposibilidad a corto plazo y con los medios actuales de conseguir alguna consolidación definitiva en el terreno. Por ello, negándose a fuerzas extranjeras en el territorio, el Consejo Nacional Libio de Transición ha pedido urgentemente a los países de la OTAN la declaración de zona de exclusión aérea que impida eventuales ataques de la Fuerza Aérea de Kadafi. Con esta demanda, Bengasi no ve o no quiere ver las implicaciones de intervención militar que tiene en el conflicto la zona de exclusión militar. De hecho, se trata de una operación compleja con participación de fuerzas navales, portaviones, aviones AWAC, todo ello si cuenta con el mandato del Consejo de Seguridad y el apoyo efectivo de los países del pacto de la OTAN. Acuerdo que niegan hasta el momento China y Rusia.
En el pasado las intervenciones de EEUU en Corea, Viet-Nam, el espacio aérea de Kosobo, Iraq en dos ocasiones, Afganistán, han significado frente a la opinión pública un costo importante para los gobiernos del Imperio. Son las limitantes que Obama, un presidente débil, cautivo, al igual que todos los presidentes norteamericanos de las transnacionales de los armamentos y de la alta finanza, no está dispuesto a correr a un año del inicio de la campaña el albur de una derrota en su pugna por un nuevo período presidencial [20/01/2010-20/01/2012].
En definitiva, ni Kadafi ni el Consejo Nacional Libio de Transición de Bengazi, ni los gobiernos occidentales pueden prevalerse de controlar en su totalidad el juego político que rodea las acciones bélicas.
Los gobiernos occidentales, europeos y norteamericanos entienden que sus opiniones públicas no están dispuestas a embarcarse en aventuras guerreras, por lo cual los juegos de guerra y planes operacionales de sus estados mayores privilegian opciones donde la ciudad, la población y las redes computacionales, constituyen elementos de combate impredecibles e inmanejables desde un eventual centro de operaciones.
El grado de libertad en estas conjeturas está dado por una fuerza externa, en la hipótesis bajo la demanda de Bengasi, opción que hasta el momento esta misma ha rechazada.
Reducida la guerra civil a operaciones de fuerzas internas, está claro que el centro de gravedad de ambas fuerzas en operación [en el sentido de Clausewitz] se traslada al terreno del apoyo político de la población. Perdido el equilibrio en ese terreno, las limitantes operativas en términos de armas, vehículos, hardware de comunicaciones, abastecimientos….y lealtades, implican que la política vuelve por sus fueros y poco o nada queda para la intervención militar extranjera.
En el terreno de los llamados internacionales Kadafi ha solicitado la visita a terreno [fact finding mission] de delegaciones de las Naciones Unidas y de la Liga Árabe. En sus últimas declaraciones ha incluido aún la aceptación de una misión de información de Francia sin limitantes en sus visitas al terreno.
Realidades políticas y el son de las armas
En conclusión, la realidad política se impone sobre la lógica del campo de batalla. Esto juega para todos: las fuerzas de Kadafi, las del Consejo Nacional Libio de Transición y las potencias occidentales que piden su salida del poder. Agreguemos que si sólo fuera la partida de Kadafi la solución hasta podría considerarse como fácil y casi banal.
Varias opciones políticas se abren en la solución del conflicto. Todas dentro de un proceso de negociación entre partes. Una podría ser bajo la presencia en el terreno de la Liga Árabe, como la única fuerza negociadora o en conjunto con una delegación de Naciones Unidas. Otra, complementaria, la diplomacia ejercida por el presidente Chávez apoyada por Cuba y Nicaragua.
Ninguna de estas propuestas de urgencia –de fachada o revoque de un edificio político integrado por un acuerdo entre tribus que ya no existe– puede olvidar la mención del origen del poder de Kadafi, a saber, la negociación entre tribus. Elemento este último fundamental y a la base del problema. Limitarse a discutir las urgencias [o lo primero, es decir el cese al fuego, evacuación de refugiados, y ayuda humanitaria] es situarse más acá de las realidades que la población ha manifestado en las calles. No digo que lo primero no es lo primero, sólo digo que debemos tener en cuenta el elemento político central y ello es, el origen del poder de Kadafi, a saber el acuerdo fundacional entre tribus.
En Libia se reconoce la existencia de 140 tribus de las cuales sólo 30 predominan en el panorama político del país [cifras establecidas por Faraj A. Najm, historiador libio] las cuales centran su influencia en los centros urbanos de Trípoli y Bengasi.
Según Hanspeter Mattes, del Instituto Alemán de Estudios Globales, experto en Libia, “la llegada al poder de Muammar Gaddafi en 1969 devino en una alianza de la tribu del propio Kadafi [los Qadhadhifa] con los Warfalla y los Maqarha, que obtuvieron puestos clave en el terreno de la seguridad, es decir, en las fuerzas armadas, la policía y los servicios de inteligencia. De este modo se aseguraron su control”.
En lo fundamental, y para entender los procesos políticos en curso en Libia, Kadafi desarrolla el concepto de tribu. La cual es presentada como una “escuela social en la que todos crecen absorbiendo los altos ideales que terminan estableciendo el modelo de comportamiento vital. La tribu es un “paraguas” social natural para la propia seguridad”. Para Kadafi la seguridad otorgada por la tribu es “protección colectiva en forma de ajuste, venganza y defensa”. Todo ello se basa en el vínculo de sangre el cual es la forma sublime de la adscripción. Sangre y adscripción son el núcleo de la tribu la cual es en definitiva “la unidad física y social única” que por los vínculos de sangre constituye en definitiva la “unidad originaria” [Cf. Libro Verde].
No se puede negar la existencia de otras ideas sobre el problema. Una, discutida por el profesor Moncef Uannès de la Universidad de Túnez, autor del libro Militares, élites y modernización de la Libia contemporánea [2009] que piensa que “es muy posible que su propia tribu [gadafa] lo fuerce a abandonar el poder, porque cuanto más dure la guerra, peor serán las represalias que padezca”. En su opinión, y la cita del propio Libro Verde de Kadafi lo refuerza, “la venganza tribal sigue siendo la regla”. “Por eso –agrega que esto– le podría empujar a exiliarse en Venezuela –lo cual sigue siendo una opción válida– [u otra] directamente liquidarle”. Otros ven una Libia escindida y en el brumoso destino de Somalia. [1]
Sin embargo, no en vano han surgido movimientos de rebeldía en las sociedades del Medio Oriente y actualmente hay una guerra civil en curso. Por ello las cinco realidades políticas del Medio Oriente ya mencionadas juegan un rol importante. Realidades que necesariamente afectan a los negociadores.
El primer desafío es que esta ruta de negociación va más allá de los caminos tradicionales de la diplomacia. Pues lo que está en juego son instituciones seculares de una sociedad y el pasaje a cambios desgarradores en la tradición. Y eso no lo administran ni siquiera a título de conciliación entre partes, los líderes extranjeros.
De hecho los dirigentes, con que durante decenios los eventuales negociadores se han entendido, nótese a nivel de Estados, han cambiado. Ya no existen. Eso es más notorio en el caso de los dirigentes latinoamericanos que en algún momento se relacionaron con el mundo árabe. Además un hecho mayor: los actores sociales son otros.
¿Cómo entender el ejercicio del poder reclamado en la calle sino en el contexto de nuevos actores sociales que reclaman su vigencia desde la profesión, el oficio, la universidad, trabajos tradicionales o circunstanciales, en fin desde la conciencia de la explotación donde se mezcla el nacionalismo con el predominio del control social sobre nuevas formas de gobierno?
Aún más, en estos días en el mundo árabe hemos visto la presencia de mujeres en las calles. Mujeres en sus vestimentas tradicionales, niqab o burqa tradicionales y megáfono en mano dirigiéndose a la multitud que busca información. Eso no viene de ayer ni de antes de ayer. Es simplemente una realidad social que siempre existió en las sociedades islámicas profundamente desconocida por el mundo occidental.
La negociación a espaldas de la calle, en cenáculos reservados, ya no será posible bajo la realidad de formas inéditas de comunicación y dinámica social, alentadas por esos nuevos actores sociales.
Ha nacido una nueva forma de legitimidad que luchará por imponerse a la realidad de la tribu en una sociedad aún tradicional. Por ello, ni las potencias occidentales, ni los eventuales negociadores tienen la misma vigencia, anterior a los movimientos sociales que hoy nacen en el Medio Oriente. En cierto sentido la nueva Libia y por qué no decirlo, las nuevas sociedades del Medio Oriente resultarán de la legitimidad de la práctica de las armas donde el pueblo se enfrentó a las policías y a la represión de las guardias pretorianas, pero muy fundamentalmente de las nuevas convicciones políticas que se soldaron al son de las armas y agreguemos en el caso de Libia, bajo el signo de la negociación de las tribus.

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¿Qué hacer en Libia? Una mirada desde América Latina. Atilio Borón

No debemos abandonar a nuestros hermanos árabes
La inesperada rebelión en el mundo árabe tomó a todos por sorpresa. Las satrapías del Magreb y Oriente Medio quedaron tan pasmadas como sus amos imperiales por la eclosión que se originó en un incidente relativamete marginal, más allá de lo terrible y doloroso que fue en el plano individual: la auto inmolación en la ciudad de Sidi Bouzid, Túnez, de Muhammad Al Bouazizi, un graduado universitario de veintiseis años que no encontraba trabajo y que decidió entregarse a las llamas porque la policía le impedía vender frutas y verduras en la calle. Su familia requería de su ayuda y Al Bouazizi, un joven pobre, no quiso convertirse en uno más en la larga fila de jóvenes desempleados de su patria, o emigrar por cualquier medio a Europa. El terrible sacrificio de su protesta fue la chispa que incendió la reseca pradera de una región conocida por la opulencia de sus oligarquías gobernantes y la secular miseria de las masas. O, para decirlo con las palabras siempre bellas de Eduardo Galeano, lo que encendió “la hermosa llamarada de libertad” que prendió fuego al mundo árabe y que tiene al imperialismo sobre ascuas, para seguir con metáforas ígneas tan apropiadas para los tiempos que corren.(1)

La rebelión de los pueblos árabes tambien dejó en desairada posición a los expertos, los analistas y los periodistas especializados. Desnudó impiadosamente su charlatanería, y su papel de manipuladores de la opinión pública al servicio del capital. Una revista de tanta experiencia como The Economist , por ejemplo, fue incapaz de anticipar, en su último número del año pasado dedicado a presentar las previsiones y lo que se venía para el 2011, los acontecimientos que pocas semanas más tarde conmoverían al mundo árabe -y, por extensión, al equilibrio geopolítico mundial- hasta sus cimientos. Este fracaso reitera por enésima vez la incapacidad del saber convencional para predecir los grandes acontecimientos de nuestro tiempo. La ciencia política quedó boquiaberta ante la caída del Muro de Berlín y, más recientemente, la mismísima reina de Inglaterra le preguntó a un selecto núcleo de economistas británicos cómo fue posible que nadie hubiera sido capaz de pronosticar la actual crisis general del capitalismo.Sumidos en el estupor ante tan inesperada pregunta, formulada en lo que se suponía sería una serena velada meramente protocolar, los interpelados se limitaron a solicitar, atónitos ante el reproche, un plazo de seis meses para revisar su instrumental analítico e informarle a Su Majestad las razones por de tan deplorable desempeño profesional.(2)



El impacto sobre América Latina



No es casual, entonces, que los acontecimientos del mundo árabe hayan sumido en la confusión a buena parte de la izquierda latinoamericana. Daniel Ortega apoyó sin calificaciones a Kadafi; el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, a su vez, se declaró amigo del gobernante aunque por cierto que aclarando que tal cosa no significa –en sus propias palabras- “que estoy a favor o aplaudo cualquier decisión que tome un amigo mío en cualquier parte del mundo.” Además, prosiguió, “apoyamos al gobierno de Libia, a la independencia de Libia.” (3) Con sus declaraciones Chávez tomaba nota de la precoz advertencia formulada por Fidel ni bien estalló la crisis libia: ésta podría ser utilizada para legitimar una “intervención humanitaria” de EEUU y sus aliados europeos, bajo el paraguas de la OTAN, para apoderarse del petróleo y el gas libios. Pero de ninguna manera esta sabia advertencia del líder de la revolución cubana podría traducirse en un endoso sin reservas al régimen de Kadafi. No lo hizo Chávez, pero sí lo hizo Ortega. Como era de esperar, la descarada manipulación mediática con la que el imperialismo ataca a los gobiernos de izquierda de nuestra región torció el sentido de las palabras de Chávez y de Fidel haciéndolos aparecer como cómplices de un gobierno que estaba descargando metralla sobre su propio pueblo.(4)



En una esclarecedora nota publicada pocos días atrás en Rebelión Santiago Alba Rico y Alma Allende argumentaron persuasivamente que un erróneo posicionamiento de la izquierda latinoamericana –y muy especialmente de los gobiernos de Venezuela y Cuba- en la actual coyuntura del mundo árabe “puede producir al menos tres efectos terribles: romper los lazos con los movimientos populares árabes, dar legitimidad a las acusaciones contra Venezuela y Cuba y ‘represtigiar’ el muy dañado discurso democrático imperialista. Todo un triunfo, sin duda, para los intereses imperialistas en la región.” (5) De ahí la gravedad de la situación actual, que exige transitar un estrechísimo sendero flanqueado por dos tremendos abismos: uno, el de hacerle el juego al imperialismo norteamericano y sus socios europeos y facilitar sus indisimulados planes de arrebatarle a los libios su petróleo; el otro, salir a respaldar un régimen que habiendo sido anticolonialista y de izquierda en sus orígenes -como lo fue, por ejemplo, el APRA en el Perú- en las dos últimas décadas se subordinó sin escrúpulos al capital imperialista y abrazó y puso en práctica, sin reparos, las fatídicas políticas del Consenso de Washington y los preceptos de la “lucha contra el terrorismo” instituída por George W. Bush.



El mundo árabe: ¿revuelta, revolución, conspiración?



No creemos sea necesario detenernos a explicar las razones por las que hay que oponerse sin atenuantes ante la opción intervencionista de los Estados Unidos y sus partenaires europeos. Veamos, en cambio, cuáles serían los argumentos para evitar que esa correcta y no-negociable postura desemboque infelizmente en un respaldo a un régimen contra el cual se ha levantado en armas la mayoría de la población. Hay quienes argumentan que lo que está ocurriendo en Libia es apenas el “efecto contagio” de lo ocurrido en Túnez y Egipto y que no hay razones de fondo que justifiquen esta insurrección popular. De partida conviene recordar dos cosas: que las revoluciones son procesos dialécticos y no acontecimientos metafísicos o rayos que se descargan en un día sereno. En la génesis de la revolución francesa está un tumulto originado en una panadería en las inmediaciones de la Bastilla. Sabemos lo que ocurrió después. Segundo, que inevitablemente, los procesos revolucionarios son contagiosos. Eso es lo que enseña la historia. Recuérdese si no lo ocurrido con las revoluciones de la Independencia en América Latina, dos siglos atrás; o las de 1848 y las que tuvieron lugar, también en Europa, en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial y con el estallido de la Revolución Rusa en Febrero de 1917. Pero si en algunos sitios esos procesos prendieron y en otro no fue porque el contagio no opera en un vacío socio-económico y político sino que depende fundamentalmente de las condiciones internas de cada país. (6) Si la revolución de 1848 triunfó en Francia pero no en el Reino Unido fue porque en la primera el desarrollo de las luchas de clases creó las condiciones internas como para poner abrupto final a la restauración monárquica del orleanismo, mientras que nada de eso ocurría cruzando el Canal de la Mancha que, en esa misma encrucijada histórica, podía acoger sin ningún sobresalto a dos refugiados políticos como Karl Marx y Friedrich Engels. Y si después de la Primera Guerra Mundial la revolución triunfó en Rusia pero no en Alemania fue porque la propagación del fervor revolucionario, que impactó con mucha fuerza en la última, era condición necesaria pero no suficiente para garantizar el triunfo de la revolución, cosa que fue expresamente reconocida por Rosa Luxemburg en una de sus brillantes intervenciones poco meses antes de su vil asesinato. En otras palabras, la insurgencia que tiene por escenario a Libia fue indudablemente estimulada por las grandes victorias populares en Túnez y Egipto, pero nada hubiera ocurrido de no haber mediado los estragos que dos décadas de neoliberalismo produjeron en un país muy rico pero en el cual las clases populares apenas reciben unas pocas migajas de la colosal renta petrolera, los jóvenes carecen de perspectivas laborales y la crisis general del capitalismo clausuró la salida emigratoria que hasta hace pocos años quitaba presión al sistema al paso que elevaba extraodinariamente los precios de los alimentos. Por último, la tasa de mortalidad infantil –para hablar de un indicador muy sensible para medir el nivel de bienestar de una población- fluctúa según las diversas fuentes consultadas entre el 20 y el 25 por mil; es decir, unas cuatro o cinco veces superiores a la que se registra en Cuba y aproximadamente el doble de la de Brasil.



Lo mismo cabe decir acerca de la posibilidad de que lo que está ocurriendo en Libia sea obra de agentes del imperialismo. Pero ¿cómo olvidar que hasta el estallido de la revolución en Túnez Kadafi era elogiado por los jefes de estado de las “democracias capitalistas” como un gobernante, que se había despojado de sus viejas obsesiones, reconciliado con la globalización neoliberal y hecho las paces con sus antiguos enemigos, desde la Casa Blanca hasta el régimen racista israelí? No obstante, cuando éstos se percataron de que su trono estaba tambaleante y percibieron que Kadafi podía correr la misma suerte que sus homólogos en Túnez y Egipto los imperialistas modificaron velozmente su postura, se acordaron que Libia no era una democracia y que en ese país no se respetaban los derechos humanos –cosa que jamás les había preocupado en lo más mínimo- y haciendo gala de un inigualado cinismo se colocaron ruidosamente “del lado del pueblo” y en contra del hasta ayer razonable gobernante súbitamente reconvertido en inadmisible tirano. Pero, otra vez, la labor de esos agentes del imperialismo jamás podría haber desencadenado una insurrección tan impresionante como la de Libia –o las de Túnez y Egipto- si no hubieran existido las condiciones de fondo requeridas para que, desafiando la represión, las masas salieran a la calle dispuestas a derrocar al gobierno. Es decir, tal como lo anotara Lenin en varios de sus escritos, si los de abajo ya no querían y los de arriba ya no podían seguir viviendo como antes. Por otra parte, si los agentes del imperialismo tienen en sus manos la capacidad de hacer y deshacer revoluciones tendríamos que reconocer que nuestra lucha está de antemano condenada al fracaso. Afortunadamente no es así. Tampoco tiene mayor sentido aducir que fueron las “redes sociales” (Facebook y Twitter) las que provocaron la rebelión, arteramente orquestada por la CIA y los agentes del imperialismo. Para descartar esta hipótesis basta una sóla cifra: según las últimas estadísticas de las Naciones Unidas los usuarios de internet en Libia son apenas el 5.1 porciento de la población total. Eso mal puede explicar el multitudinario carácter de la rebelión del mundo árabe porque en Egipto y Túnez tanto como en Libia los internautas son una ínfima minoría de la población. Esas “redes sociales” pueden servir para facilitar la comunicación entre los activistas, pero no pueden desencadenar la insurgencia de las masas que, en su gran mayoría, jamás tuvo a su alcance un ordenador.



Kadafi y el neoliberalismo, de ayer a hoy.



Llegados a este punto conviene preguntarse quién es Kadafi y qué representa. Vicenc Navarro ilustra con claridad el contraste entre el Kadafi “nasserista” de sus primeros años y lo que es hoy: “un dictador corrupto y enormemente represivo.” (7) Según Navarro, en 1969 y con apenas 27 años de edad el Coronel Kadafi lideró un golpe de estado, inspirado en la experiencia de Nasser en Egipto, y derrocó a la monarquía impuesta por el imperio británico después de la Segunda Guerra Mundial. Durante esos primeros años Kadafi puso en marcha una reforma agraria, nacionalizó el petróleo y algo más de doscientas empresas ( que se reorganizaron con una importante participación de los trabajadores en su gestión) al paso que introdujo algunas mejoras en la calidad y la cobertura de la salud y la educación. Un fuerte intervencionismo estatal y la nacionalización del crédito fueron otros rasgos de las políticas de aquellos años. “Kadafi presentó aquella experiencia” –anota Navarro- “como la tercera vía entre capitalismo y el socialismo, asociado entonces a la Unión Soviética.” (8) Ahora bien: ese es el Kadafi que persiste en el imaginario de importantes sectores de la izquierda latinoamericana. El problema es que se trata de una imagen completamente desactualizada, porque a partir de los años noventas el régimen líbico inicia un viraje que, pocos años después, situaría a ese país en las antípodas de donde encontraba en los años setentas. La tercera vía degeneró en un “capitalismo popular” –tardía reproducción de la consigna elaborada en los ochentas por Margaret Thatcher en el Reino Unido- y las nacionalizaciones comenzaron a ser revertidas mediante un corrupto festival de privatizaciones y aperturas al capital extranjero que afectó a la industria petrolera y a las más importantes ramas de la economía. No hay que equivocarse: Kadafi no es Nasser sino Mubarak. Un agudo observador de la escena magrebí, Ayman El-Kayman, describió con precisos trazos el itinerario de esta involución: “(H)ace casi diez años, Gadafi dejó de ser para el Occidente democrático un individuo poco recomendable: para que le sacaran de la lista estadounidense de Estados terroristas reconoció la responsabilidad en el atentado de Lockerbie; para normalizar sus relaciones con el Reino Unido, dio los nombres de todos los republicanos irlandeses que se habían entrenado en Libia; para normalizarlas con Estados Unidos, dio toda la información que tenía sobre los libios sospechosos de participar en la yihad junto a Bin Laden y renunció a sus ‘armas de destrucción masiva’, además de pedir a Siria que hiciese lo mismo; para normalizar las relaciones con la Unión Europea, se transformó en guardián de los campos de concentración, donde están internos miles de africanos que se dirigían a Europa; para normalizar sus relaciones con su siniestro vecino Ben Alí, le entregó a opositores refugiados en Libia”. (9) Y cuando los pueblos de Túnez y Egipto se rebelaron, Kadafi se alineó con sus verdugos, coincidiendo en esta postura con las primeras reacciones de los líderes de las “democracias occidentales”, con Obama, Sarkozy, Cameron, Berlusconi, Zapatero y el régimen genocida de Netanyahu. Pero éstos, viendo que las sublevaciones populares se encaminaban hacia una victoria histórica, en pocas semanas pasaron de hacer cautelosas exhortaciones a sus matones regionales en apremios para que concedieran unas pocas reformas cosméticas a exigir imperiosamente que abandonasen el poder. Cuando el incendio llegó a Libia la burguesía imperial y sus representantes políticos vieron la oportunidad de sacar partido del previsible derrumbe de Kadafi impidiendo que sean las masas libias las que tomen el futuro en sus manos, sea mediante una “intervención humanitaria” que les permita apoderarse de Libia con el pretexto de detener el baño de sangre que el dictador promete a los sublevados o, en su defecto, alentar su partición, o desmembramiento, tal como lo hicieran en la ex Yugoslavia y como, sin éxito, lo intentaran en Bolivia en el 2008. Tal como Lenin, Gramsci y Fidel señalaron en repetidas ocasiones la derecha y las clases dominantes, por su larguísima experiencia de gobierno, aprenden muy rápido y reaccionan con fulminante rapidez ante una coyuntura como la que hoy caracteriza a Libia. Y si ayer apoyaban sin miramientos a Kadafi ahora tratan de sacárselo de encima cuanto antes y facilitar una “transición ordenada”, Hillary Clinton dixit , que organice la traición a las expectativas de las masas e instaure un simulacro democrático que permita que los imperialistas continúen desangrando a Libia y al mundo árabe en general.



En su presurosa conversión al neoliberalismo Kadafi abrió la economía a las grandes transnacionales, principalmente europeas. En una detallada nota Modesto Emilio Guerrero señala que a partir de 1999 los países occidentales comenzaron a dispensarle un trato muy especial, por tres razones que suenan como música celestial en los bolsillos de la burguesía (10): (a) es un muy buen cliente; (b) es un buen socio de sus empresas; (c) además es un estratégico proveedor de petróleo y gas. Buen cliente porque cuando se levantó el embargo de armas que pesaba sobre Libia (en Octubre de 1999) por su participación con -o complicidad en- acciones terroristas en diversos países, España, Italia, Inglaterra y Alemania se convirtieron en sus principales proveedores de las armas que luego Kadafi utilizaría contra su propio pueblo. Poco después unas 150 empresas británicas vinculadas a los negocios petroleros -entre ellas la British Petroleum, responsable principalísima de la destrucción del ecosistema marino en el golfo de México- se instalaron en Libia junto con Repsol, la francesa Total, la empresa italiana ENI y la austríaca OM para explotar el negocio de los hidrocarburos. Otras empresas, de estos mismos países y de Estados Unidos, participaron activamente en obras de infraestructura aparte de la ya mencionada venta de armas. Buen socio, además, porque a través de los 65.000 millones de dólares de que dispone la Libyan Investment Authority la familia Kadafi realizó importantes inversiones en la FIAT, en la petrolera italiana ENI y es accionista del Unicredit, el banco más grande de Italia. (11) También tiene acciones en el grupo económico Pearsons, editor del periódico ultra-neoliberal Financial Times. Varias grandes empresas alemanas y francesas cuentan también con la participación de capitales libios. Proveedor seguro, por último, porque,tal como lo expresara Silvio Berlusconi, el control del flujo migratorio “ilegal” procedente del Magreb y, más generalmente, de toda África, y el confiable suministro del petróleo líbico son servicios de extraordinaria importancia que los líderes de las democracias capitalistas no podían sino apreciar en toda su valía. El Presidente del gobierno español, José M. Aznar, su sucesor, Rodríguez Zapatero y el propio rey Juan Carlos de España rivalizaron con “il cavaliere” italiano y el premier británico y figura señera del “new labor” en cultivar la amistad del líder líbio, casi siempre con ribetes escandalosos.(12) En consonancia con estos cambios la relación con Washington experimentó un giro de 180 grados: en 2006 el Departamento de Estado quitó a Libia de la lista de países que apoyaban al terrorismo. Atemorizado por la Guerra del Golfo de Febrero de 1991 y aterrorizado al contemplar lo ocurrido en Irak desde 2003 y el destino corrido por Saddam Hussein, Kadafi sobreactuó su arrepentimiento hasta extremos que sobrepasaban lo ridículo al declarar una y otra vez su voluntad de ajustar la conducta de Libia a las reglas del juego impuestas por el imperialismo. Fue a causa de esto que en 2008 la ex secretaria de Estado Condoleezza Rice pudo declarar que “Libia y Estados Unidos comparten intereses permanentes: la cooperación en la lucha contra el terrorismo, el comercio, la proliferación nuclear, África, los derechos humanos y la democracia.” (13) ¿Ante todo esto cabe entonces preguntarse: ¿Es esto el socialismo pan-árabe, preconizado en el Libro Verde del autoproclamado “líder y guía de la revolución”? ¿Es esta la política que debe hacer la Jamahiriya un “estado de las masas”, como Kadafi definió a su organización política? ¿Es Kadafi la contraparte magrebí de Chávez y Fidel? ¿Qué tiene que ver este régimen con los procesos emancipatorios en curso en América Latina, para no hablar de la revolución cubana?



¿Qué hacer?



¿Qué debe entonces hacer la izquierda latinoamericana? En primer lugar, manifestar sin ambages su absoluto repudio a la salvaje represión que Kadafi está perpetrando contra su propio pueblo. Solidarizarse, bajo cualquier circunstancia, con quien incurre en semejante crimen dañaría irreparablemente la integridad moral y la credibilidad de la izquierda de Nuestra América. El reconocimiento de la justicia y la legitimidad de las protestas populares, tal como se hizo sin vacilación alguna en los casos de Túnez y Egipto, tiene un único posible corolario: el alineamiento de nuestros pueblos con el proceso revolucionario en curso en el mundo árabe. Por supuesto, la forma en que esto se manifieste no podrá ser igual en el caso de las fuerzas políticas y movimientos sociales y, por otra parte, los gobiernos de izquierda de América Latina, que necesariamente tienen que contemplar aspectos y compromisos de diverso tipo que no existen en aquellas. Pero la consideración de las siempre complejas y a menudo traicioneras “razones de estado” y las contradicciones propias de la “real politik” no pueden llevar a los segundos tan lejos como para respaldar a un dictador acosado por la movilización y la lucha de su propio pueblo, reprimido y ultrajado mientras el entorno familiar de Kadafi y el estrecho círculo de sus incondicionales se enriquecen hasta límites inimaginables. ¿Cómo explicar a las masas árabes, que por décadas buscaron las claves de su emancipacipon en las luchas de nuestros pueblos y que reconocen en el Che, Fidel y Chávez la personificación de sus ideales libertarios y democráticos, la indecisión de los gobiernos más avanzados de América Latina mientras que toda la canalla imperialista, desde Obama para abajo, se alinea –aunque sea hipócritamente- a su lado?



Segundo, será preciso denunciar y repudiar los planes del imperialismo norteamericano y sus sirvientes europeos. Y además organizar la solidaridad con los nuevos gobernos que surjan de la insurgencia árabe. Los propios rebeldes libios emitieron declaraciones clarísimas al respecto: si hay invasión de los Estados Unidos, con o sin la (poco probable) cobertura de la OTAN, los insurrectos volverán sus fusiles contra los invasores y luego ajustarán cuentas con Kadafi, responsable principal de la sumisión de Libia a los dictados de las potencias imperialistas. América Latina tiene que apoyar con todas sus fuerzas la resistencia a la eventual invasión imperialista, conciente de que lo que hoy se está jugando en el Norte de África y en Oriente Medio no es un problema local sino una batalla decisiva en la larga guerra contra la dominación imperialista a escala mundial. El triunfo de la insurrección popular en Libia tendrá como correlato el fortalecimiento de las rebeliones en curso en Yemen, Marruecos, Jordania, Argelia , Barheim y la que hace tiempo se viene incubando en Arabia Saudita, amén de fortalecer la resistencia de los sindicatos y los movimientos sociales en Wisconsin, Estados Unidos, y en diversos países europeos, hoy víctimas preferenciales del FMI. Barheim es la sede de la Quinta Flota de Estados Unidos, con la misión de monitorear todo lo que ocurra en el Golfo Pérsico y sus inmediaciones; y Arabia Saudita un régimen totalmente sometido a la voluntad de la Casa Blanca y el gran regulador del precio internacional del petróleo y su adecuado abastecimiento al mundo desarrollado. Si el mapa sociopolítico del mundo árabe llegara a cambiarse, como esperamos que así sea, la geopolítica internacional vería modificada la correlación de fuerzas a favor de los pueblos y naciones oprimidas. Y América Latina, que desde finales del siglo veinte se colocó a la vanguardia de las luchas anti-imperialistas, habría por fin encontrado los aliados que necesita en otras regiones del sur global para seguir avanzando en sus luchas por la autodeterminación nacional, la justicia social y la democracia. Por eso, nuestra región no puede ni tiene el derecho a equivocarse ante un proceso cuyas proyecciones pueden ser aún mayores que las que en su momento tuvo el derrumbe de la Unión Soviética, y de un signo distinto, y cuyo desenlace revolucionario fortalecerá los procesos emancipatorios en curso en nuestra región. Abandonar a nuestros hermanos árabes en esta batalla decisiva sería un error imperdonable, tanto desde el punto de vista ético como desde el más específicamente político. Sería traicionar el internacionalismo del Che y de Fidel y archivar, tal vez definitivamente, los ideales bolivarianos. No podemos perder esta oportunidad.



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“Veo hipócrita el llamado a la paz cuando proviene de países que hacen la guerra”, en Cubadebate, 4 de Marzo del 2011.

Este episodio fue narrado en una entrevista que el autor de estas líneas le hiciera a David Harvey, en Septiembre del 2010. La entrevista será subida a la web y estará disponible, en una semana aproximadamente, en www.atilioboron.com

Cable de ANSA, 25 febrero 2011.

Sobre este tema ver. Raúl Bracho, “¿Y si todo es mentira?”, en Kaos en la red, 3 de Marzo de 2011.Y tambén Russia Today, “ Ejército ruso afirma que ataques aéreos contra manifestantes en Libia nunca ocurrieron”, en Kaos en la red, 4 de Marzo de 2011. El monitoreo satelital de las fuerzas armadas rusas no encontró evidencia de bombardeos aéreos sobre los manifestantes de Benghazi y Trípoli el 22 de Febrero. Pero, días después, sí los hubo en las cercanías de las instalaciones petroleras y militares del este del país, tal como lo reconociera Saif Al-Islam Kadafi a la cadena noticiosa de Al Jazeera. Según el hijo del líder libio, se bombardearon terrenos en donde no había población civil ni manifestantes. Enla citada entrevista admitió que las fuerzas de seguridad libias habían reprimido con armas de guerra a los insurgentes.

Santiago Alba Rico y Alma Allende, “¿Qué pasa con Libia? Del mundo árabe a América Latina”, en Rebelión, 24 Febrero 2011.

La literatura sobre la génesis estructural de la revolución en curso en el mundo árabe crece exponencialmente día a día. Ver, entre otros, James Petras “Las raíces de la revuelta árabe y las celebraciones prematuras”, en Rebelión, 6 de Marzo de 2011 e Ignacio Ramonet, “Cinco causas de la revolución árabe”, en http://www.monde-diplomatique.es/?url=editorial/0000856412872168186811102294251000/editorial/?articulo=8ca803e0-5eba-4c95-908f-64a36ee042fd

Vicenc Navarro, “Gadafi, neoliberalismo, el FMI y los gobiernos supuestamente defensores de los derechos humanos” , en Rebelión, 2 de Marzo de 2011.

Ibid.

Alba Rico y Allende, op.cit.

Modesto Guerrero, “De las rebeliones árabes al indefendible Gadafi”, en Rebelión, 1 de Marzo de 2011.

Ver http://vocearancio.ingdirect.it/?p=18768

Sobre Tony Blair, ver “Day the LSE sold its soul to Libya”, en Daily Mail (Londres), 5 de Marzo de 2011, pp. 6-7

Reproducido en Alba Rico y Alma Allende, op. Cit.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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3/16/2011

La OTAN, la guerra, la mentira y los negocios

Como algunos conocen, en septiembre de 1969, Muammar al-Gaddafi, un militar árabe beduino de peculiar carácter e inspirado en las ideas del líder egipcio Gamal Abdel Nasser, promovió en el seno de las Fuerzas Armadas un movimiento que derrocó al Rey Idris I de Libia, un país desértico casi en su totalidad y de escasa población, situado al norte de África, entre Túnez y Egipto. Los importantes y valiosos recursos energéticos de Libia fueron descubriéndose progresivamente.
Nacido en el seno de una familia de la tribu beduina de pastores nómadas del desierto, en la región de Trípoli, Gaddafi era profundamente anticolonialista. Se asegura que un abuelo paterno murió luchando contra los invasores italianos cuando Libia fue invadida por éstos en 1911. El régimen colonial y el fascismo cambiaron la vida de todos. Se dice, igualmente, que el padre sufrió prisión antes de ganarse el pan como obrero industrial.
Incluso, los adversarios de Gaddafi aseguran que se destacó por su inteligencia como estudiante; fue expulsado del liceo por sus actividades antimonárquicas. Logró matricularse en otro liceo y después graduarse en leyes en la Universidad de Bengasi a los 21 años. Ingresa después en el Colegio Militar de Bengasi donde creó lo que se denominó el Movimiento Secreto Unionista de Oficiales Libres, concluyendo posteriormente sus estudios en una academia militar británica.
Estos antecedentes explican la notable influencia que ejerció después en Libia y en otros líderes políticos, estén hoy a favor o en contra de Gaddafi.
Había iniciado su vida política con hechos incuestionablemente revolucionarios.
En marzo de 1970, tras manifestaciones masivas nacionalistas, logró la evacuación de los soldados británicos del país y, en junio, Estados Unidos desalojó la gran base aérea cerca de Trípoli , entregada a instructores militares egipcios, país aliado a Libia.
En 1970, varias compañías petroleras occidentales y sociedades bancarias con participación de capitales extranjeros fueron afectadas por la Revolución. A fines de 1971, la famosa British Petroleum corrió la misma suerte. En el área agropecuaria todos los bienes italianos fueron confiscados, los colonos y sus descendientes expulsados de Libia.
La intervención estatal se orientó al control de las grandes empresas. La producción de ese país pasó a disfrutar de uno de los niveles más altos del mundo árabe. Se prohibió el juego y el consumo de alcohol. El estatus jurídico de la mujer, tradicionalmente limitado, fue elevado.
El líder libio se enfrascó en teorías extremistas que se oponían tanto al comunismo como al capitalismo. Fue una etapa en la que Gaddafi se dedicó a la teorización, que no tiene sentido incluir en este análisis, aunque sí señalar que en el artículo primero de la Proclama Constitucional de 1969 se establecía el carácter “Socialista” de la Jamahiriya Árabe Libia Popular.
Lo que deseo enfatizar es que a Estados Unidos y sus aliados de la OTAN nunca le interesaron los derechos humanos.
La olla de grillos que tuvo lugar en el Consejo de Seguridad, en la reunión del Consejo de Derechos Humanos con sede en Ginebra, y en la Asamblea General de la ONU en Nueva York, fue puro teatro.
Comprendo perfectamente las reacciones de los líderes políticos envueltos en tantas contradicciones y estériles debates, dada la urdimbre de intereses y problemas que deben atender.
Todos sabemos muy bien que el carácter de miembro permanente, el poder de veto, la posesión de armas nucleares, y no pocas instituciones son fuentes de privilegios e intereses impuestos por la fuerza a la humanidad. Se puede estar o no de acuerdo con muchas de ellas, pero jamás aceptarlas como medidas justas o éticas.
El imperio pretende ahora hacer girar los acontecimientos en torno a lo que hizo o no Gaddafi, porque necesita intervenir militarmente en Libia y golpear la ola revolucionaria desatada en el mundo árabe. Hasta ahora no se decía una palabra, se guardaba silencio y se hacían negocios.
Promovida la latente rebeldía libia por los órganos de inteligencia yanki, o por los errores del propio Gaddafi, es importante que los pueblos no se dejen engañar, ya que muy pronto la opinión mundial tendrá suficientes elementos para saber a qué atenerse.
A mi juicio, y así lo expresé desde el primer momento, había que denunciar los planes de la belicosa OTAN.
Libia, igual que muchos países del Tercer Mundo, es miembro del Movimiento de Países No Alineados, del Grupo de los 77 y otras organizaciones internacionales, a través de las cuales se establecen relaciones independientemente de su sistema económico y social.
A grandes rasgos: la Revolución en Cuba, inspirada en principios Marxistas-Leninistas y Martianos, había triunfado en 1959 a 90 millas de Estados Unidos, que nos impuso la Enmienda Platt y era propietario de la economía de nuestro país.
Casi de inmediato, el imperio promovió contra nuestro pueblo la guerra sucia, las bandas contrarrevolucionarias, el criminal bloqueo económico, y la invasión mercenaria de Girón, custodiada por un portaaviones y su infantería de marina lista para desembarcar si la fuerza mercenaria obtenía determinados objetivos.
Apenas año y medio después nos amenazó con el poderío de su arsenal nuclear. Una guerra de ese carácter estuvo a punto de estallar.
Todos los países latinoamericanos, con la excepción de México, participaron del criminal bloqueo que todavía perdura, sin que nuestro país jamás se rindiera. Es importante recordarlo para los que carecen de memoria histórica.
En enero de 1986, esgrimiendo la idea de que Libia estaba detrás del llamado terrorismo revolucionario, Reagan ordenó romper relaciones económicas y comerciales con ese país.
En marzo, una fuerza de portaaviones en el Golfo de Sirte, dentro de aguas consideradas nacionales por Libia, desató ataques que ocasionaron la destrucción de varias unidades navales provistas de lanzamisiles y de sistemas de radares de costa que ese país había adquirido en la URSS.
El 5 de abril, una discoteca en Berlín Occidental, frecuentada por soldados de Estados Unidos, fue víctima de explosivos plásticos, en el que tres personas murieron, dos de ellas militares norteamericanos y muchos fueron heridos.
Reagan acusó a Gaddafi y ordenó a la Fuerza Aérea que diera respuesta. Tres escuadrones despegaron de los portaaviones de la VI Flota y bases en el Reino Unido, atacaron con misiles y bombas siete objetivos militares en Trípoli y Bengasi. Alrededor de 40 personas murieron, 15 de ellas civiles. Advertido del avance de los bombarderos, Gaddafi reunió la familia y estaba abandonando su residencia ubicada en el complejo militar de Bab Al Aziziya, al sur de la capital. No había concluido la evacuación cuando un misil impactó directamente en la residencia, su hija Hanna murió y otros dos hijos resultaron heridos. El hecho recibió un amplio rechazo; la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución de condena por violación de la Carta de la ONU y el Derecho Internacional. Igual hizo en términos enérgicos el Movimiento de Países No Alineados, la Liga Árabe y la OUA.
El 21 de diciembre de 1988, un Boeing 747 de la compañía Pan Am que volaba de Londres a Nueva York se desintegró en pleno vuelo por el estallido de una bomba, los restos cayeron sobre la localidad de Lockerbie, y la tragedia costó 270 vidas de 21 nacionalidades.
En un principio el Gobierno de Estados Unidos sospechó de Irán, como represalia por la muerte de 290 personas por el derribo de un Airbus de su línea estatal. Las investigaciones, según los yankis, implicaban dos agentes de la inteligencia Libia. Imputaciones similares contra Libia se hicieron por un avión de la aerolínea francesa en ruta Brazzaville-N’Djamena-Paris, implicando a funcionarios libios que Gaddafi rechazó extraditar por hechos que negó categóricamente.
Una leyenda tenebrosa se fabricó contra él con la participación de Reagan y Bush padre.
Desde 1975 hasta la etapa final del gobierno de Reagan, Cuba se había consagrado a sus deberes internacionalistas en Angola y otros países de África. Conocíamos de los conflictos que se desarrollaron en Libia o en torno a ella por lecturas y testimonios de personas muy vinculadas a ese país y al mundo árabe, así como por las impresiones que guardamos de numerosas personalidades de distintos países con los que tuvimos contactos en aquellos años.
Muchos conocidos líderes africanos con los que Gaddafi mantenía relaciones estrechas se esforzaron por buscar soluciones a las tensas relaciones entre Libia y el Reino Unido.
El Consejo de Seguridad le había impuesto sanciones a Libia que comenzaron a superarse cuando Gaddafi aceptó someter a juicio, con determinadas condiciones, a los dos acusados por el avión que estalló sobre Escocia.
Delegaciones libias comenzaron a ser invitadas a reuniones intereuropeas. En julio de 1999 Londres inició el restablecimiento de relaciones diplomáticas plenas con Libia, después de algunas concesiones adicionales.
En septiembre de ese año, los ministros de la Unión Europea aceptaron revocar las medidas restrictivas al comercio tomadas en 1992.
El 2 de diciembre, Massimo D’Alema, primer ministro italiano, realizó la primera visita de un jefe de gobierno europeo a Libia.
Desaparecida la URSS y el campo socialista de Europa, Gaddafi decidió aceptar las demandas de Estados Unidos y la OTAN.
Cuando visité Libia en mayo de 2001, me exhibió las ruinas del traidor ataque con que Reagan asesinó a su hija, y estuvo a punto de exterminar a toda la familia.
A inicios del 2002, el Departamento de Estado informó que estaban en curso conversaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Libia.
En mayo se había vuelto a incluir a Libia en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, aunque, en enero, el presidente George W. Bush no había mencionado al país africano en su célebre discurso sobre los integrantes del “eje del mal”.
Al iniciarse el año 2003, en virtud del acuerdo económico sobre indemnizaciones alcanzado entre Libia y los países demandantes, Reino Unido y Francia, el Consejo de Seguridad de la ONU levantó las sanciones de 1992 contra Libia.
Antes de finalizar el 2003, Bush y Tony Blair informaron de un acuerdo con Libia, país que había entregado a expertos de inteligencia del Reino Unido y Washington documentación de los programas no convencionales de armas, así como misiles balísticos con un alcance superior a 300 kilómetros. Funcionarios de ambos países ya habían visitado diversas instalaciones. Era el fruto de muchos meses de conversaciones entre Trípoli y Washington, como reveló el propio Bush.
Gaddafi cumplió sus promesas de desarme. En pocos meses Libia entregó las cinco unidades de misiles Scud-C con un alcance de 800 kilómetros y los cientos de Scud-B, cuyo alcance sobrepasaba los 300 kilómetros en misiles defensivos de corto alcance.
A partir de octubre de 2002 se inició el maratón de visitas a Trípoli: Berlusconi, en octubre de 2002; José María Aznar, en septiembre de 2003; Berlusconi de nuevo en febrero, agosto y octubre de 2004; Blair, en marzo de 2004; el alemán Schröeder, en octubre de ese año; Jacques Chirac, en noviembre de 2004. Todo el mundo feliz. Poderoso caballero es don dinero.
Gaddafi recorrió triunfalmente Europa. Fue recibido en Bruselas en abril de 2004 por Romano Prodi, presidente de la Comisión Europea; en agosto de ese año el líder libio invitó a Bush a visitar su país; Exxon Mobil, Chevron Texaco y Conoco Philips ultimaban la reanudación de la extracción de crudo a través de joint ventures.
En mayo de 2006, Estados Unidos anunció la retirada de Libia de la lista de países terroristas y el establecimiento de relaciones diplomáticas plenas.
En 2006 y 2007, Francia y Estados Unidos suscribieron acuerdos de cooperación nuclear con fines pacíficos; en mayo de 2007, Blair volvió a visitar a Gaddafi en Sirte. British Petroleum firmó un contrato “enormemente importante” según se declaró para la exploración de yacimientos de gas.
En diciembre de 2007, Gaddafi realizó dos visitas a Francia y firmó contratos de equipamientos militares y civiles por valor de 10 000 millones de euros; y a España, donde se entrevistó con el presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. Contratos millonarios se suscribieron con importantes países de la OTAN.
¿Qué es lo que ahora ha originado la retirada precipitada de las embajadas de Estados Unidos y los demás miembros de la OTAN?
Todo resulta sumamente extraño.
George W. Bush, el padre de la estúpida guerra antiterrorista, declaró el 20 de septiembre de 2001 a los cadetes de West Point “Nuestra seguridad requerirá [...] la fuerza militar que ustedes dirigirán, una fuerza que debe estar lista para atacar inmediatamente en cualquier oscuro rincón del mundo. Y nuestra seguridad requerirá que estemos listos para el ataque preventivo cuando sea necesario defender nuestra libertad y [...] nuestra vidas.”
“Debemos descubrir células terroristas en 60 países o más [...] Junto a nuestros amigos y aliados, debemos oponernos a la proliferación y afrontar a los regímenes que patrocinan el terrorismo, según requiera cada caso.”
¿Qué pensará Obama de ese discurso?
¿Qué sanciones impondrá el Consejo de Seguridad a los que mataron más de un millón de civiles en Irak y a los que todos los días asesinan hombres mujeres y niños en Afganistán, donde en días recientes la población enardecida se lanzó a las calles a protestar contra la matanza de niños inocentes?
Un despacho de la AFP procedente de Kabul, fechado hoy 9 de marzo, rebela que: “El año pasado fue el más letal para los civiles en nueve años de guerra entre los talibanes y las fuerzas internacionales en Afganistán, con casi 2.800 muertos, un 15% mas que en 2009, indicó el miércoles un informe de la ONU, que subraya el costo humano del conflicto para la población.”
“…la insurrección de los talibanes se intensificó y ganó terreno en estos últimos años, con acciones de guerrilla más allá de sus bastiones tradicionales del sur y del este.”
“Con 2 777 exactamente, el número de civiles muertos en 2010 aumentó en 15% con respecto a 2009, indica el informe anual conjunto de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán…”
“El presidente Barack Obama expresó el 3 de marzo su “profundo pesar” al pueblo afgano por los nueve niños muertos, y también lo hicieron el general estadounidense David Petraeus, comandante en jefe de la ISAF, y el secretario de Defensa, Robert Gates.”
“…el reporte de la UNAMA destaca que el número de civiles muertos en 2010 es cuatro veces superior a los soldados de las fuerzas internacionales caídos en combate en ese mismo año.
“El año 2010 ha sido, de lejos, el año más mortífero para los soldados extranjeros en nueve años de guerra, con 711 muertos, confirmando que la guerrilla de los talibanes se intensificó pese al envío de 30.000 soldados estadounidenses de refuerzo el año pasado.”
Durante 10 días, en Ginebra y en Naciones Unidas, se pronunciaron más de 150 discursos sobre violaciones de los derechos humanos que fueron repetidos millones de veces por televisión, radio, Internet y la prensa escrita.
El Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, en su intervención del pasado 1º de marzo de 2011 ante los Ministros de Relaciones Exteriores reunidos en Ginebra, expresó:
“La conciencia humana rechaza la muerte de personas inocentes en cualquier circunstancia y lugar. Cuba comparte plenamente la preocupación mundial por las pérdidas de vidas de civiles en Libia y desea que su pueblo alcance una solución pacífica y soberana a la guerra civil que allí ocurre, sin ninguna injerencia extranjera, y que garantice la integridad de esa nación.”
Algunos de los párrafos finales de su intervención fueron lapidarios:
“Si el derecho humano esencial es el derecho a la vida, ¿estará listo el Consejo para suspender la membresía de los Estados que desaten una guerra?”
“¿Suspenderá a los Estados que financien y suministren ayuda militar empleada por el Estado receptor en violaciones masivas, flagrantes y sistemáticas de los derechos humanos y en ataques contra la población civil, como las que ocurren en Palestina?
“¿Aplicará esa medida contra países poderosos que realicen ejecuciones extrajudiciales en territorio de otros Estados con empleo de alta tecnología, como municiones inteligentes y aviones no tripulados?
“¿Qué ocurrirá con Estados que acepten en sus territorios cárceles ilegales secretas, faciliten el tránsito de vuelos secretos con personas secuestradas o participen de actos de tortura?”
Compartimos plenamente la valiente posición del líder bolivariano Hugo Chávez y el ALBA.
Estamos contra la guerra interna en Libia, a favor de la paz inmediata y el respeto pleno a la vida y los derechos de todos los ciudadanos, sin intervención extranjera, que solo serviría a la prolongación del conflicto y los intereses de la OTAN.

Fidel Castro Ruz
Marzo 9 de 2011
9 y 35 p.m.

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