5/24/2010

ALBA ESTRENA MONEDA "SUCRE", PERO QUIÉN ERA SUCRE?

EL ALBA ESTRENA EL “SUCRE”, LA NUEVA MONEDA PARA LA RECIPROCIDAD, LA COMPLEMENTARIEDAD Y EL BIEN COMÚN DE LOS PUEBLOS.
Y AUNQUE SUCRE ES EL ACRÓNIMO O SIGLA DEL NOMBRE TÉCNICO DE NUESTRA NUEVA MONEDA, ME PARECE UNA GRAN OPORTUNIDAD SIMBÓLICA DE RESCATAR NUESTRA AUTÉNTICA Y MEJOR MEMORIA DE PUEBLOS EN LUCHA, A TRAVÉS DEL INMORTAL GENERAL SUCRE, CAÍDO POR LA LIBERTAD Y JUSTICIA EN NUESTRA AMÉRICA.
¿Quién era José Sucre?
¿Sólo un general ajeno a los pueblos, como han pretendido las historias oficiales de las oligarquías?
Es imprescindible recuperar nuestra memoria pérdida, robada, silenciada, tergiversada por el poder oficial de las repúblicas oligárquicas, excluyentes y dependientes.

Como dijo Martí, “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra” y no habrá auténtica victoria ni auténtica libertad, si no triunfamos en la lucha de ideas y no nos liberamos mental y culturalmente.



José Sucre fue parte de la primera generación revolucionaria independentista, encabezada por Simón Bolívar, del cual fue su más leal compañero de proyecto: independencia y soberanía, justicia e inclusión social y unidad continental.



Como Bolívar, Miranda, Sánchez Carrión, Vizcardo y Guzmán, Juana Azurduy y muchos/as otros/as, Sucre es hijo de la oligarquía criolla (hijos de españoles nacidos en América), un cuadro formado con lo mejor del saber y cultura del mundo en la época, pero será parte del ala más radical, bolivariana, de los proyectos de independencia. A pesar de ser inmensamente rico, lo sacrificó todo por la auténtica independencia, unidad continental y justicia social. Por lo que será destruido junto con toda esa generación alrededor de 1830, cuyo proyecto sólo se prolongará excepcional y solitariamente en Paraguay con el doctor Francia y los Solano López hasta 1870.



Toda una generación de cuadros revolucionarios que se había transformado, por el pecado de la igualdad, la justicia social y la independencia de los poderes fácticos exteriores, en el enemigo de viejos y nuevos poderes imperiales, que tildaban del “loco del sur” a Bolívar. En el odiado símbolo de lo que los oligarcas racistas llamaban con burla la “pardocracia” del “longaniza”, o el “zambo” Bolívar. Como “Zamba” llamaron también a Micaela Bastidas, como “indio” llamaron a San Martín. Cafetaleros millonarios. Ganaderos insaciables. Hacendados nuevos, producto del saqueo de guerra, o rancios “mantuanos”. Poseedores de fortunas en esclavos o “encomenderos” de indios de Perú y Bolivia. Estancieros, gamonales y mayorales productores. La burguesía comercial y exportadora de los puertos. Marqueses y condes de nombre largo. Damas nobles escandalizadas. Obispos y arzobispos furibundos. Escribanos, tinterillos oportunistas y demagogos de última hora. Deslumbrados por Europa o Estados Unidos, o vendidos y serviles a sus favores. Todos se aprestaron a destruir aquella generación para destruir su proyecto. Toda la contra revolución realista y oligárquica del continente encontró amplia prensa en los Estados Unidos, etnocidas de decenas de pueblos originarios, persistentes esclavistas, y anexionistas de territorio mexicano. Y en Europa, donde los “liberales” harían una colosal campaña de satanización del “autócrata” y “monárquico” Bolívar. Franceses, y hasta ingleses, españoles y portugueses, ¡los que todavía no sabían terminar con sus propias monarquías, ni con el comercio de carne humana esclava, ni entregar libertad a sus propias colonias! Los mejores hijos de la gran epopeya, los que amaron al pueblo, fueron todos perseguidos, destruidos, desterrados. Las mismas manos -y lenguas- homicidas, los mismos agrupamientos de casta ambiciosa, de poder fáctico extranjero, oscuros, biliosos y feroces, se ensañaron sistemáticamente contra todos los que amaron la independencia y la justicia social.



“…las élites de este continente, desde Washington hasta Buenos Aires, las élites europeas le cayeron encima a Bolívar cuando se dieron cuenta que planteaba pero con vigor infinito la libertad de los esclavos, la igualdad y la justicia. Y lo echaron a Bolívar, y echaron a Sucre y echaron a San Martín y echaron a O’Higgins y echaron a Artigas y se adueñaron las élites de ésta República entonces naciente” (Hugo Chávez. Caracas, Venezuela. 28 de agosto. 2005).



José Sucre era un muchacho serio, excesivamente moderado y sencillo, ingresó como combatiente a las filas revolucionarias a los 15 años de edad, combatió bajo las órdenes de Miranda y sufrió exilios y persecuciones, fue ascendido, en base a su genialidad militar y valor, a general a los 21 años de edad, el más joven en la historia de nuestros países independientes. Bolívar lo describe con palabras que recuerdan al Che Guevara: “se encontraba de ordinario al lado de los más audaces, rompiendo las filas enemigas, destrozando ejércitos contrarios con tres o cuatro compañías de voluntarios que componían todas nuestras fuerzas” (Bolívar, 1825)



Le fue otorgado el rango único de “Mariscal de Ayacucho”, por ser el genial estratega de la batalla de Ayacucho que aseguró el fin de la dominación española en el continente. Bajo su mando, en símbolo del proyecto por el cual se luchaba, combaten en Ayacucho actuales venezolanos, colombianos, ecuatorianos, panameños, argentinos, peruanos, bolivianos, paraguayos, uruguayos, brasileños, chilenos, portorriqueños, guatemaltecos y mexicanos.



Estaba llamado a ser uno de los más ricos y poderosos oligarcas en las republiquetas dependientes y excluyentes, pero él era el más fiel lugarteniente del libertador y de su proyecto de radical igualdad. Aceptó la difícil tarea de gobernar la naciente Bolivia, último reducto de los revolucionarios para ensayar la república social, cuando habían sido derrotados en el resto del continente (a excepción de la aislada Paraguay).



José Sucre hablaba de justicia para darle sentido a la libertad. Durante la lucha de independencia escribió: “Cuando la América ha derramado su sangre por afianzar la libertad, entendió también que lo hacía por la justicia, compañera inseparable la justicia de la libertad. Sin el goce absoluto de ambas: libertad y justicia, habría sido inútil la emancipación” (Bolivia. 1 de marzo. 1825).



Cinco años más tarde de estas poéticas profecías de justicia, será asesinado en cobarde atentado por los oligarcas enemigos del proyecto. Su muerte apresuró la de Bolívar, quien al conocer su asesinato, exclamó: “!Santo Dios! ¡Se ha derramado la sangre de Abel!... La bala cruel que le hirió el corazón, mató a Colombia y me quitó la vida!”.



“Bolívar murió en Santa Marta allá en las costas del Caribe colombiano el 17 de diciembre de 1830 y él, que había nacido rico de cuna, que había heredado una de las fortunas más grandes de la América española terminó muriendo sin ningún tipo de riqueza material, hubo necesidad de vestirlo con una camisa prestada porque la camisa que quedaba para vestir su cadáver estaba rota, le pusieron una camisa prestada, lo último que le quedaba en los baúles antes de morir por ahí está el testamento, todo lo regaló, lo que le quedaba, los cubiertos de plata que le había regalado no sé quién se los dejó no sé a qué familia; los libros de su biblioteca, uno de los cuales había pertenecido a Napoleón Bonaparte, los envió a la Universidad de Caracas que él había creado años antes, los pesos que queden por ahí dénselos a mi criado José Palacios -que lo acompañó toda la vida, un antiguo esclavo-, la espada que le regaló el pueblo del Perú, de oro y de diamantes, regálensela, vayan y se la llevan a la viuda del Mariscal Sucre, sólo ella la merece, con esto estaba diciendo quizá que ningún general merecía la espada que el pueblo del Perú libertado le había obsequiado, casi todos lo abandonaron” (Hugo Chávez. Italia. 16 de octubre. 2005).

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