7/09/2012

Recuerdos de un Quijote eterno. María Fernanda Rada

“Hay seres como Antonio Peredo, que mueren para vivir”
(Chato Peredo).
Se escribió mucho sobre Antonio Peredo en estos días, se habló del político, del periodista, del intelectual, del hermano de Inti y Coco, del marxista-guevarista. Yo quiero hablar de mi abuelo, que siempre fue sinónimo de revolucionario. Antonio es un Quijote eterno, que a pesar de su avanzada edad combatía los molinos de las injusticias, con la misma fuerza con que un adolescente quiere tomar el cielo por asalto.

“¿Quién hizo la revolución cubana?” Me preguntó un día, sin dudarlo le dije “¡La hizo Fidel!”, él levanto sus cejas con sorpresa y rápidamente me dijo “¿Quién más?”, yo quería demostrarle que sabía y contesté “Camilo y el Che”. Antonio empezó a explicarme con su voz grave, que recuerdo como la voz de la sabiduría: “Hijita, ¿Dónde queda Aleida March?, ¿No hizo la revolución Silvio Rodríguez?, ¿Los miles de doctores cubanos que están por el mundo?, ¿Los jóvenes alfabetizadores? La historia no la hacen dos personas, la historia la construyen muchos soñadores, que se indignan, caen, persisten, se equivocan, pero siempre mantienen la utopía viva”.
Papi Antonio es la persona más inteligente que conocí, su intelectualidad se hacía más grande desde la humildad, que le permitía explicar El Capital a un niño, sin hacerlo sentir ignorante. Tal vez por esa sencillez, a mis 4 años mi abuelo se convirtió en mi mejor amigo, son inolvidables los panes con mantequilla que me preparaba mientras me sentaba en sus piernas y hacía trucos de magia con sus manos.
Una vez le pregunté cómo hizo para vivir clandestino en la dictadura y si no era irresponsable tener hijos en medio del terror, él sonrió y me dijo “mucha gente piensa que los militantes no tenemos vida, cuando en realidad, estamos luchando por la vida. Crecer como persona para aportar a la causa es una resistencia constante”. Tal vez por eso Antonio conquistó a mi abuela María Martha en la clandestinidad y a pesar de su perfil político, nunca dejó de ser un compañero, padre y abuelo ejemplar.
Antonio es un guerrillero, pero también un tierno abuelo que nos presentó al Che Guevara, nos heredó el gusto por la lectura, nos enseñó a tratar con respeto a cualquier persona, a indignarnos frente a las injusticias y a razonar la revolución sin reducirla a frases panfletarias.
Nacido en Trinidad, el Quijote burló las fronteras y militó en el Chile de Allende y en Nicaragua con la revolución sandinista. Su militancia y capacidad periodística lo llevaron a conocer la China de Mao y el Uruguay de los tupamaros. Es difícil nombrar todos los países y luchas internacionales que conoció y en las que participó.
Nunca se puso por encima mío a pesar de su edad o recorrido, jamás se vanaglorió de haber conocido al Che, a Mao Tse Tung, a la Pasionaria de la Guerra Civil española, o a Pepe Mujica. “Todas las grandes personas empezaron jóvenes como vos” Nos dijo a muchos que gritamos “Antonio Peredo: Presente en la lucha” en su funeral.
A pesar de su internacionalismo, la lucha contra la dictadura boliviana lo hizo regresar y participar del Semanario Aquí junto a Luis Espinal, su gran compañero y amigo. Antonio vio que el inicio del neoliberalismo traería graves consecuencias al pueblo y a pesar del respeto que lo caracterizaba, criticó a los parlamentarios neoliberales con el titular “Cabrones, váyanse”, que le costó la cárcel.
No me avergüenza decir que mi abuelo estuvo preso en la dictadura de Bánzer, que lo exiliaron en el gobierno de García Meza, o que lo apresaron los neoliberales, en realidad, en esos momentos estar preso, era un honor. Sin embargo, pocos saben que en la cárcel, Antonio recordaba todas las novelas que había leído, empezaba a componer sus futuros libros y jugaba ajedrez solo y mentalmente. El Quijote aprendió a sentirse libre en la cárcel, tal vez porque los cobardes que lo encarcelaron nunca entendieron que es imposible encerrar la verdad.
Antonio fortaleció el proceso de cambio acompañando a Evo en la candidatura a la vicepresidencia el 2002, cuando las encuestas posicionaban al MAS en octavo lugar. “Papi Antonio, ¿No perderás el trabajo si te dedicas a la política?”, esa vez me contestó con seriedad “Siempre hay que asumir riesgos por lo que crees hijita, algún día entenderás que hay cosas mucho más importantes que la comodidad”.
Entendí eso el día de su velorio cuando me di cuenta que la herencia que nos dejó es su ejemplo y me sentí millonaria por haber crecido a su lado. La infinita dignidad de mi abuelo me permite perdonar a algunos oportunistas que tiraron flores a su tumba, también a algunos medios amarillistas que retrataron nuestro dolor de la forma más irresponsable. Mi abuelo entró y salió de la política de la misma manera: con el bolsillo vacío, las manos limpias y la frente en alto, con un corazón rojo y siempre a la izquierda. Se marchó por esa puerta grande de una plaza principal donde ahora gracias a él también, cuelga una whipala.
No me cabe duda de que Antonio ha llegado al escalón más alto de la especie humana. Estos días velamos al hombre nuevo que nos enseñó a convertir el dolor en lucha, fue su fuerza la que nos permitió cargar su ataúd, dar vueltas por la plaza Murillo y gritar como él nos enseñó “Patria o Muerte: venceremos”.

0 comentarios: