7/10/2012

“El socialismo y el hombre en Cuba” es una provocación del Che, afirma experta

Entrevista con la Dra. María del Carmen Arriet
“Todo lo que creaste fue perfecto, pero hiciste una creación única, te hiciste a ti mismo, demostraste como es posible ese hombre nuevo, todos veíamos así que ese hombre nuevo es realidad, porque existe, eres tú…”. Haydee Santamaría.
“Para mí «El socialismo y el hombre en Cuba» es una provocación del Che”, dice la Dra. María del Carmen Arriet en un video filmado hace unos pocos años. Ella explica que el Che quería dejar una síntesis de su pensamiento en un proceso revolucionario, como lo era el que se vivía en Cuba. Precisamente en ese texto, el guerrillero habla del hombre nuevo. Hoy, 14 de junio, me aventuro a buscar otra vez la reflexión oportuna de la Dra. Arriet sobre aquellas ideas guevarianas que después de 47 años no pierden vigencia. La profe María del Carmen acepta mi entrevista y con sus respuestas satisface mis expectativas de joven periodista.

En “El socialismo y el hombre en Cuba”, Che Guevara define premisas esenciales para comprender el papel de hombres y mujeres en los procesos revolucionarios, y la necesidad de formar, o crear un hombre nuevo. ¿Desde qué perspectiva filosófica analizaba Che Guevara la creación de este hombre nuevo?

Antes de responder esa pregunta es necesario exponer algunos elementos de la vida y el pensar del Che como auténticos antecedentes del significado que expone en “El socialismo y el hombre en Cuba”. Desde mi punto de vista resultan muy importantes, porque en los mismos encontramos no solo la base teórica de sus proyecciones futuras sino el camino de una praxis revolucionaria que logró construir a partir de una etapa formativa imprescindible.

Digo imprescindible porque en su caso coexiste una interrelación entre teoría y práctica muy a su modo, si se quiere muy a lo Che Guevara, y llama la atención porque esa relación, aun cuando no estuviera muy consciente de ello, será una constante en su vida.

Para una mirada desde lo teórico, habría que definirlo desde su adolescencia, donde por vocación se impuso un estudio riguroso de la filosofía, con un método y una disciplina que le valió un conocimiento vasto y heterodoxo de la misma. Ese esfuerzo concluye con un Cuaderno filosófico, empezado a elaborar a los 17 años, y que no culmina hasta su asesinato en Bolivia.
Sin entrar en detalles acerca del contenido de esos estudios, me interesa destacar el vínculo desde épocas tempranas con la filosofía y por consiguiente con la filosofía marxista, cuando ya pudo comprender diferencias y actitudes de unas corrientes y otras. Esa asunción, cuyas gradaciones las podemos vislumbrar en sus primeros apuntes cobra una particularidad propia cuando decide la búsqueda de un camino en el que combina cuestionamientos y conocimientos con una práctica indagatoria, volcada en la realidad misma. Por eso, la decisión de viajar representa un giro gradual en sus aspiraciones, y en ella encontramos algunas respuestas iniciales a sus acciones posteriores.

¿Cuánto cambió su pensamiento político y filosófico durante estos viajes por América?

Es el periodo en que lo sentimos interrogándose a sí mismo sobre sus posiciones e influencias filosóficas pero con un matiz diferente, el de la práctica como respuesta valedera a esas interrogantes. Encontró en la América Nuestra -la que desconocía en sus esencias autóctonas–, una verdad reveladora y la asunción de un camino que lo condujera al hallazgo de lo que, para aquel entonces, considero su camino.

Beber de la cultura de los pueblos indígenas, conocer su estado deplorable y de indefensión, en contraste con todo lo que habían alcanzado antes de la brutal conquista, elevó sus inquietudes filosóficas a un plano terrenal y aquí comienza a entender su importancia como instrumento adecuado para contribuir a la solución de los problemas que a su paso encontrara. Definió su posición filosófica dentro del marxismo y buscó respuestas para encauzar sus pasos a acciones mayores como una necesidad irrenunciable en su futuro.

Esa búsqueda lo llevó por el camino de la revolución, convirtiéndose Guatemala en un punto de inflexión en su radicalización filosófica y política. En lo filosófico, porque su determinación de actuar desde la filosofía marxista avalaría una praxis política acorde con esos principios. Es una sumatoria la que anuncia decisiones posteriores, al conjugar principios humanistas asumidos del marxismo con otras corrientes de pensamiento y el compromiso expreso de luchar por su reivindicación y su liberación plenas.

Aún no había expuesto conceptualmente sus posiciones de un modo diáfano como lo hizo desde la Revolución cubana, pero queda claro que el hombre para Ernesto Che Guevara es un elemento vital de compromiso y acción desde esas primeras etapas. Pudo percibir el valor de las acciones individuales emanadas de una práctica política consecuente y abrió sus percepciones al entender el papel crucial de los mismos como sujetos actuantes en las acciones colectivas y el peso esencial en las transformaciones sociales que logren proponerse: eso, en su caso particular, lo encontró por medio de la revolución.

Es conocido que la revolución guatemalteca fue para el Che “un auténtico movimiento de masas”, sin embargo no sería hasta integrarse al proceso en Cuba que completa sus percepciones acerca del papel de hombres y mujeres en revolución. ¿Qué me pudiera comentar al respecto?

En Guatemala, como es conocido, no pudo alcanzar sus sueños, tuvo que transitar por el camino de un nuevo proceso que le permitiera entender y actuar, para darse cuenta del valor real de sus primeras percepciones sobre el hombre en revolución. Es por tanto, en la Revolución cubana que puede sentirse realizado en sus aspiraciones y de poder contribuir a elevar peldaños superiores en la transformación plena del hombre y, acercarse a su verdadero humanismo.

La aspiración de construir un hombre apto para emprender un proceso profundo de cambio fue, desde ese momento, uno de sus objetivos esenciales, desde la formación del combatiente en la lucha armada hasta su crucial papel en la construcción de una nueva sociedad. La conjunción de una ética consecuente, como un elemento esencial en el pensamiento teórico del Che, nos permite entender como desde los primeros tiempos del proceso revolucionario cubano abogó por el surgimiento de un nuevo tipo de hombre, todavía no lo llamaba el hombre nuevo, por considerar que se estaba en un presente que pugnaba por cambiar el pasado y era necesario avanzar en ese sentido: un hombre de nuevo tipo que necesitaba cambiarse a sí mismo y también, con su esfuerzo y tesón, luchar por cambiar el medio. Es así que surge el principio de entender los cambios en ambas direcciones, cuyo centro era la revolución como la esencia vital de esos cambios, que se proponía por definición construir el socialismo.

Visto de ese modo pareciera un tanto simple, pero uno de los cambios más difíciles era el que tenía que operarse desde el interior del hombre mismo. Al principio le llamó motor interno, para que la masa de hombres sin cultura comprendiera en profundidad lo que se esperaba de ellos, entendiera lo que se les estaba pidiendo. Ese motor interno, que no es más que la conciencia, sería un eje imprescindible en la comprensión del papel que le correspondería desempeñar al nuevo hombre que va surgiendo.

¿Es entonces que el Che empieza a hablar de las características y motivaciones que deben guiar a este hombre nuevo?

Avanzar significaba borrar un pasado y comenzar a ensayar con un presente innovador y lleno de buenas voluntades, pero con un gran desconocimiento de cómo hacerlo, por eso sumado a las transformaciones objetivas no podía obviarse el cambio que debía operarse en el hombre como actor principal de ese proceso y para ello había que luchar por una nueva actitud, una nueva moral, porque, como bien advirtiera el Che, de nada vale crear fabricas brillantes si a la vez, no somos capaces de crear hombres nuevos que respondan a esos nuevos tiempos.

Con ello, podemos entender el esfuerzo extraordinario de la revolución por crear hombres a la altura de ese proceso. Es por eso que elevar el nivel educacional y cultural ha sido y es uno de sus estandartes principales. Por supuesto, para que ese conocimiento adquirido pueda ser consecuente con el esfuerzo de la sociedad en su conjunto se necesita que esté acompañado de una alta conciencia para comprender momentos difíciles, de retrocesos, sacrificios, errores, dudas e incomprensiones, para que a la larga salgan fortalecidos por el sentido ético, moral y de responsabilidad, en la comprensión de lo que se les pide y espera de su entrega.
De ese modo, el hombre se convierte en el centro mismo de los objetivos y preocupaciones de la nueva sociedad, haciendo que esta se convierta en “una gran escuela”, que proporcione los mecanismos idóneos, para establecer una perfecta armonía entre el proceso educativo y la autoeducación, pilares del desarrollo tecnológico requerido en la construcción socialistas en las sociedades subdesarrolladas. Es así como se logran entender los mecanismos necesarios para hacer avanzar la sociedad en su conjunto: los estímulos morales y la nueva concepción del trabajo; la nueva conciencia y la conjunción con los nuevos valores que dan paso a una ética capaz de impulsar los cambios necesarios donde primen las nuevas relaciones de solidaridad y entrega.

¿Pudiéramos decir entonces que en “El socialismo y el hombre en Cuba”, el Che refleja esa manera humanista de asumir el marxismo tanto desde un punto de vista teórico como práctico?

Si tuviéramos que sintetizar la expresión consecuente del humanismo marxista asumido por el Che, sería aquella donde el hombre actúa bajo condiciones concretas, con una ética revolucionaria de sacrificio y solidaridad y donde sus actos se encaminan a alcanzar una real concordancia entre pensamiento y acción. “El socialismo y el hombre en Cuba” es uno de sus ensayos más emblemáticos y sintetiza un sistema de pensamiento y acción que él consideraba valido no solo para la realidad de Cuba, sino como mecanismos adecuados en la construcción de nuevos sociedades para los países del llamado tercermundismo.

Las coordenadas expuestas por el Che en su trabajo, escrito en un momento definitorio de su vida, cuando decidió retomar la ruta del internacionalismo, se deben asumir como la transmisión consecuente de lo que se podía avanzar con la acción consciente del hombre en su propósito por crear un mundo esencialmente humano, acorde con las ideas que desde muy joven concibiera. Por supuesto, no era un soñador a ultranza y sabía, de hecho está definido en el texto, que la humanidad debía avanzar mucho para alcanzar esos sueños y sobre todo romper posiciones dogmáticas que impedían trascender el presente.

Esas advertencias se ubican dentro de lo más lúcido de su pensamiento y que es devuelto con su entrega consciente. El contexto histórico en que las pronuncia difiere sustancialmente con el actual, porque justamente no alcanzaron a oírse debidamente a quien correspondía hacerlo. Sin embargo, los que pensaron en el fin de un mundo diferente no han podido alzarse con el triunfo, porque a pesar de las debilidades y errores cometidos por el socialismo existente en esos años, el hombre, la humanidad en su conjunto, no se acostumbra a un mundo de opresión y desigualdades. Ahí están los movimientos que surgen y se levantan y que sin dudas darán la batalla por su reivindicación y por ir al hallazgo de nuevos derroteros que acaben con la injusticia y la explotación; no es optimismo ciego de mi parte, es la historia real que se alza y recuerda que son los hombres los únicos que pueden cambiarla.

En su opinión, ¿en qué medida la Revolución cubana cumplió con esas aspiraciones guevarianas?

De ese mismo modo, la Revolución cubana, a pesar del cerco a que está sometida hace más de 50 años, a pesar de nuestros errores y la asunción de otros, ha mantenido la esencia de sus sueños y sus conquistas y entre ellos se encuentra su mejor obra, el hombre de la Cuba revolucionaria. Es un tema, por una parte, cuestionado por el enemigo, tildado de utópico e inalcanzable, y por la nuestra, de constante batallar en medio del asedio y la intolerancia de los poderes omnímodos; no obstante, aquí estamos con deficiencias y muchos problemas por resolver, con cuestionamientos acerca de cómo debemos proceder en los ”llamados tiempos nuevos” y como hacer de la conciencia y la ideología armas fundamentales y no agotadas para los hombres y mujeres que van emergiendo.

Hay una pregunta que preocupa a muchos respecto a lo definido por el Che sobre el “hombre nuevo” y si se ha logrado alcanzar. Creo que a pesar de los problemas por los que ha tenido que transitar nuestra juventud hoy y de su insatisfacción por los resultados alcanzados, se ha logrado un hombre de “nuevo tipo”, golpeado por una realidad que muchas veces no supimos salvar y que se requiere de un esfuerzo mayor para recuperar muchos de nuestros anhelos. Es muy difícil, pero lo que es innegable -a pesar de las conductas asumidas por un grupo de nuestros jóvenes- que todos son resultado de una sociedad que los condujo por un camino diferente, no digo el mejor, pero si con una educación y ventajas propias de un sistema que apuntó siempre a crear un hombre éticamente superior, y eso nos hace confiar en que muchos de los valores que promovimos en un momento y que se han resentido, como consecuencia de limitaciones e insatisfacciones, están presentes o latentes y actúan como resortes colectivos que nos ayudan a buscar soluciones y a resolver problemas, sobre todo para mantener lo alcanzado entre todos.

Yo pienso, y con esto termino, que hoy más que nunca los jóvenes, esos que se sienten parte esencial de la revolución, deben recordar un enunciado del Che expuesto en “El socialismo y el hombre en Cuba”: “…La revolución se hace a través del hombre, pero el hombre tiene que forjar día a día su espíritu revolucionario”.--

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