1/23/2009

Jorge Pavez: ¿Mojito en la Habana o primarias abiertas?

Comienza el año con un calor que al menos en Santiago resulta sofocante. Ni siquiera las brisas vespertinas de antaño parecen refrescar el aire que respiramos a diario. Sin embargo, en materia
política sí que hay vendavales, granizadas y no pocos truenos, y el ambiente se agita; lamentablemente, aún manteniéndose un modo de hacer política que interesa sólo a los que la entienden como una forma de mantenerse en el poder, cualquiera que éste sea.

Por eso saludamos, en su momento, la decisión de Alejandro Navarro de
marginarse del PS para ponerse a disposición de una alternativa
progresista y de izquierda, que incorpore las esperanzas y las
expectativas de cambio que muchos chilenos desencantados todavía
aguardan. Mostró coraje, audacia y consecuencia, tres méritos
sumamente escasos en el último tiempo en la política nacional.

Pero sólo hace algunos días, igual que un relámpago que repentinamente
ilumina el cielo en una tormenta de verano, Jorge Arrate, una figura
emblemática dentro del PS y la Concertación, de la cual fue un leal
servidor cumpliendo diversas tareas como ministro de Estado o
embajador, decidió dar un paso al costado, que creo que más que
inclinarlo hacia un lado, lo impulsa hacia adelante, al futuro, a
abrazar las esperanzas de intentar hacer las cosas de modo distinto.

La idea de construir un nuevo polo progresista y de izquierda se suma
así a la decisión anterior de Navarro. Pero estos gestos, estas
decisiones, que en el caso de Arrate no me cabe duda deben haber
resultado profundamente dolorosas, no pueden quedarse sólo en el
destello de un relámpago y una granizada para que luego se imponga el
agobiante calor de verano.

Alejandro Navarro ha recogido positivamente la idea de que exista un
solo abanderado presidencial del sector, capaz de impulsar las ideas
de la izquierda y del cambio social, pero también ha respaldado la
demanda de Nueva Izquierda, que hemos hecho también nuestra, de abrir
un proceso movilizador que logre que ese candidato surja con el sello
de la participación y que, por consiguiente, sea nominado a partir de
un mecanismo abierto y democrático. Las primarias abiertas para la
elección del abanderado de la izquierda siguen puestas en la mesa de
discusión si se quiere efectivamente construir algo distinto.

Es por eso que resulta nada más lejano a la idea de seducir a los
millones de chilenos asqueados de la forma actual de hacer política lo
dicho por Guillermo Teillier: "Los candidatos de la izquierda nos
reuniremos en La Habana y allí tomándonos un mojito, en esos
paradisíacos paisajes, podríamos avanzar una fórmula que defina el
candidato de la izquierda". Es justamente esto lo que no queremos
muchos chilenos, continuar con decisiones cupulares, con el mañoseo
vergonzoso que acostumbran las cúpulas políticas para resolver qué
debe hacerse en nuestro país y en el trabajo y orientación de las
organizaciones sociales.

El viaje a Cuba debería servir a nuestros precandidatos para que
recojan lo mejor de ese proceso y no lo peor. Y lo mejor es el
espíritu fresco que recorrió a esa isla hace ya 50 años y que
consiguió que un pueblo digno se levantara buscando su propia
identidad y destino. Y esto no lo hizo Fidel tomando mojito y
fumándose un buen habano en amena charla con Camilo Cienfuegos, Raúl
Castro y el Che, sino intentando estar siempre presente junto a su
pueblo, compartiendo sus esperanzas y necesidades.

En Chile, a muchos chilenos nos gusta el mojito, respetamos y queremos
a Cuba, pero no nos agradan las componendas y los acuerdos adoptados
entre cuatro paredes.

Por eso, salud por la consecuencia de Navarro y Arrate. Salud, porque
en un proceso de primarias abiertas y participativas se discutan el
programa y el perfil de la alternativa de izquierda, y finalmente se
defina el nombre de quién encarnará un camino de encuentro, rescatando
lo mejor de nuestro pasado, y proyectando las esperanzas de un futuro
más justo que todavía aguardan millones de chilenas y chilenos.

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