6/19/2009

Carta Enviada a Hernán Somerville

Señor
Hernán Somerville S.
Presidente de la Asociación de Bancos e Instituciones Financieras
PRESENTE

Sr. Somerville:
En el marco de la actual crisis económica, diversos sectores han llamado a sumar esfuerzos para que esta crisis no la paguen los sectores más pobres del país. Y tiene mucho sentido, al menos en lo discursivo, sostener este planteamiento, toda vez que los pobres, y en especial los trabajadores, nada tienen que ver con las causas de esta gigantesca debacle. En diversos foros internacionales de organizaciones sindicales y políticas se ha sostenido con razón que después de superar los dramáticos efectos de ella, nada puede continuar igual.

La UNI, institución internacional a la que pertenecemos y que agrupa a más de 15 millones de trabajadores del sector financiero, telecomunicaciones, servicios y transportes en todo el mundo, ha sostenido que las instituciones financieras, después de esta crisis, no son dignas de confianza y carecen de transparencia.

Como verá, dos principios esenciales de una industria que opera con la fe pública han sido sometidos por millones de personas en todo el planeta a profundos cuestionamientos.

En nuestro país, la industria financiera goza de un extraordinario éxito. Su rentabilidad supera con creces los indicadores de instituciones comparables de los EEUU o de Europa. Las utilidades, en un escenario nacional donde todo el país se contrae y miles de personas pierden su empleo y otras tantas ven postergados sus mejoramientos salariales, la banca continúa en aumento.

Chile es uno de los 15 países del mundo con la peor distribución del ingreso, y el segundo de América Latina. En esta dramática realidad un alto porcentaje de los trabajadores permanece hace años con sus ingresos menguados y el personal de fuerzas de ventas, en su mayoría conformado por mujeres – muchas de ellas, madres y jefas de hogar -, viene sufriendo sostenidamente la precariedad de sus condiciones económicas.

Por el contrario, diversas cifras públicas señalan que existen altos ejecutivos de la banca cuyos ingresos anuales superan los 700 millones de pesos. Este diferencial en los ingresos, que en algunos casos puede llegar a ser hasta más de 200 veces, resulta inaceptable en un país donde el 70% de los trabajadores chilenos reciben ingresos inferiores a los 300 mil pesos mensuales.

Nos preguntamos ¿Cómo es posible, ética y socialmente que una persona que trabaja en un puesto, por muy importante que sea, gane más de 200 veces que los trabajadores de la misma institución? ¿Qué inteligencia puede resultar tan superior para explicar tanta diferencia? ¿Qué moral puede surgir luego de observar tanta injusticia?

Hace pocos meses los chilenos, o mejor dicho, una parte mayoritaria del país se sorprendió y luego se enfureció al observar la colusión de las cadenas farmacéuticas. Por cierto, un hecho moral y económico cuestionable. La salud y la vida ocupan para estos ejecutivos un lugar circunstancial cuya importancia está determinada únicamente por la generación de riqueza.

Volviendo a nuestro sector, las altas utilidades de la industria financiera pueden explicarse por varios factores: la alta productividad de sus trabajadores; el manejo cada vez mayor de sus costos traducidos en la inexistencia de verdaderas negociaciones colectivas; en la intensificación del trabajo mediante ilegales procedimientos para violar las jornadas de trabajo y en la masificación de la imposición del artículo 22 para evitar el pago de los sobretiempo a miles de ejecutivos de la banca. A ello, es preciso agregar las sucesivas aperturas de sucursales bancarias los fines de semana, cuestión que legalmente atenta contra nuestros derechos básicos.

Extrañamente, cuando los trabajadores con su inteligencia, empuje y energía han hecho posible este nivel de rentabilidad del sector, surgió desde la cúpula del sistema financiero, una estrategia que impedía la participación justa y legítima de esa riqueza. La mayoría de los bancos calificaron a su personal por debajo de los promedios y de paso, le impidieron participar en las bonificaciones que legítimamente se merecían.

La estrategia, que perfectamente podemos calificar de “colusión”, junto con impedir una participación más justa del ingreso, le permitió a los altos ejecutivos de la mayoría de los bancos acceder a millonarias bonificaciones.

¿Si los trabajadores en un alto porcentaje fueron mal evaluados, entonces cómo se explica la rentabilidad del negocio? ¿O es que la crítica y denuncia que efectuó el gobierno a la banca hace algunos meses es efectiva, respecto de que la banca no traspasa a los clientes a tiempo real las bajas de tasas y ese diferencial que obtiene es de dudosa legitimidad? Si no son los trabajadores los que generan la riqueza, es válido preguntarse, como señalan las PYMES, que es la usura extrema la que sostiene al negocio, lo cual da pábulo a legítimos cuestionamientos éticos.

Creemos, especialmente en estos tiempos de crisis, que Chile necesita una banca gestionada de acuerdo con la prioridad del desarrollo nacional, y no la maximización de las utilidades de los accionistas. Sin embargo, la banca que actúa en Chile sólo persigue el lucro y la maximización de sus ganancias a costa, incluso, de obstruir medidas para enfrentar la crisis económica desde una perspectiva de país. Hoy se observa con claridad que es el trabajo el que está al servicio de la banca, y no la banca al servicio del trabajo y el desarrollo de Chile.

La “Colusión Bancaria” es un hecho. Un puñado de empresas del área se reparte el 70% del mercado financiero, multiplica la desigualdad al interior y fuera de sus propias instituciones, y continúa obteniendo utilidades colosales, sosteniendo privilegios sobre la usura y la ganancia antisocial, empeorando las cifras de desempleo galopante y la recesión declarada.

Pensamos que es hora de poner fin a los despidos masivos en la banca, mejorar los sueldos de sus funcionarios y tomar medidas urgentes para aliviar la situación angustiosa por la que atraviesan muchos clientes. En concreto, estimamos que es necesario facilitar las condiciones de acceso al crédito de empresas y particulares, con tasas de interés rebajadas, y suspender los remates de viviendas por deudas impagas. Pero, por sobre todo, se hace necesario distribuir entre los trabajadores los beneficios generados por el trabajo humano de miles de compañeros y compañeras.

Asimismo, consideramos imprescindible que la empresa bancaria transparente públicamente las rentas de sus más altos ejecutivos y gerencias, al igual como se tiene acceso a las cifras de los salarios de los trabajadores. La transparencia es un tema que la opinión pública demanda crecientemente. Estamos en el siglo XXI, y los empleados bancarios, como la comunidad nacional son personas adultas, criteriosas, que conocen sus derechos y es de justicia económica, social y ética conocer la realidad genuina de las ganancias y la distribución de ellas en la industria bancaria. Estamos ya muy lejos de un régimen que condenaba a la desinformación sistemática a un pueblo entero a punta del temor y empleo de la fuerza. Hoy, la sociedad chilena reivindica la transparencia en todos los ámbitos de la vida nacional como condición sustantiva de la democracia y la libertad.

No sólo es justo hacerlo. Es un imperativo de carácter ético, única manera de pensar que tiene sentido para Chile y los trabajadores la existencia de una industria como la bancaria.

Se despide atentamente,

ANDREA RIQUELME BELTRÁN
Presidenta

LUIS MESINA M.
Secretario General

Mario Mayer Echeverría
Tesorero





Directorio Nacional Confederación de Sindicatos de Trabajadores Bancarios y Afines de Chile

cc

Alejandro Alarcón
Gerentes Generales
Trabajadores Sistema Financiero

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