Señor Presidente:
Hizo ayer exactamente 50 años del primer discurso del Comandante en Jefe Fidel Castro en esta sala, con aquella frase memorable: ¡Desaparezca la filosofía del despojo, y habrá desaparecido la filosofía de la guerra!
Tuvieron que morir 60 millones de personas en la Segunda Guerra Mundial para que los líderes de entonces crearan las Naciones Unidas, con el objetivo de “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra”.
Hoy, los hijos y los nietos de aquella generación constatamos que la especie humana está en riesgo de desaparecer. En pocas décadas, será irreversible la degradación de las condiciones de vida en el planeta. En pocas horas, ocurriría lo mismo si se empleara sólo una pequeña parte del arsenal nuclear.
Quienes se reunieron en San Francisco para escribir la Carta de las Naciones Unidas, no pudieron siquiera imaginar la amenaza del calentamiento global ni del invierno nuclear.
Mientras aquí deliberamos, como ha advertido el compañero Fidel, fuerzas poderosas e influyentes en los Estados Unidos e Israel preparan el escenario para un ataque militar contra la República Islámica de Irán. Por su parte, el Consejo de Seguridad, posiblemente con la ilusión de impedirlo, avanza en la aplicación de sanciones contra ese país, las cuales, junto a las de carácter unilateral establecidas ilegalmente por parte de un grupo de Estados, buscan estrangular la economía iraní.
El reciente y políticamente sesgado informe del Director General de la Organización Internacional de la Energía Atómica ha contribuido a incrementar las tensiones y aportado pretextos para una escalada bélica.
De consumarse la agresión, constituiría un crimen contra el pueblo iraní, y una embestida contra la paz y el Derecho Internacional que detonará un conflicto que seguramente alcanzará dimensión nuclear. El costo será de millones de vidas e incalculable el impacto para el medio ambiente, la economía y la estabilidad mundial.
¿Quién y sobre la base de qué garantías podría asegurar lo contrario? ¿Cómo podría argumentarse que el curso actual aleja al planeta de una conflagración en el Medio Oriente?
Se trata de una amenaza demasiado grave para confiar en la capacidad del Consejo de Seguridad, donde el principal responsable de la crisis ha contado con la capacidad de imponer sus designios.
Las guerras contra Iraq y Afganistán demuestran que no se debe confiar a uno o a algunos pocos gobiernos la facultad de determinar cuándo se han agotado las gestiones diplomáticas para prevenir la guerra, cuándo es irremediable el uso de las armas, cuándo es inevitable la muerte de cientos de miles o millones de personas y la desestabilización de una gran región del planeta o de todo este.
Las sanciones, el cerco y la confrontación no son la vía para preservar la paz y la seguridad internacionales. Por el contrario, el diálogo, la negociación y el apego al principio de igualdad soberana de los Estados son el único camino para evitar la guerra.
Cuba encomia y alienta los esfuerzos de todos aquellos países, como China, Rusia, Brasil y Turquía, que empeñan sus gestiones en la búsqueda de una solución pacífica y llama a la comunidad internacional a apoyar esas iniciativas. Es deber de esta Asamblea General respaldar formalmente esos intentos.
Urge reformar radicalmente a las Naciones Unidas y restablecer los poderes de esta Asamblea General. Es indispensable refundar el Consejo de Seguridad. Resulta necesario reiterar que el Secretario General de la ONU y todos los Altos Funcionarios de los Organismos Internacionales, incluida la OIEA, se deben a la voluntad de todos los Estados Miembros, expresada en mandatos claros y adoptados de conformidad con la Carta y las normas de procedimiento.
Los graves peligros que plantean las armas nucleares sólo se resolverán eliminándolas totalmente y estableciendo una prohibición absoluta sobre ellas. Debe cesar la manipulación acerca de la no proliferación, basada en el doble rasero y el interés político, en la existencia de un club de privilegiados y en la negación del derecho al uso pacífico de la energía nuclear a los países del Sur.
Instamos a los Estados Unidos, principal potencia nuclear, a que deje de oponerse a la negociación de acuerdos vinculantes que permitan librarnos definitivamente de tal amenaza en un período predeterminado.
Para avanzar en este empeño, el Movimiento de Países No Alineados hizo una propuesta que no ha sido atendida y que contempla un plan de acción que incluye la creación de zonas libres de armas nucleares. Urge establecerla en el Medio Oriente, donde Israel es el único país que se opone. Lograrlo significaría una verdadera contribución para alejar las amenazas de conflicto y de proliferación nuclear, y alcanzar la paz duradera en esa región.
Dada la enorme letalidad y el constante desarrollo de las armas convencionales habrá que luchar, además, por el desarme general y completo.
Señor Presidente:
Las inundaciones que azotaron a Paquistán, a Centroamérica y a numerosos países en las más diversas latitudes y las sequías y temperaturas extremas que han asolado a Rusia, son un dramático recordatorio de los peligros del desbalance climático.
Ante tan grave riesgo, no deberían prevalecer mezquinos intereses ni estrechas agendas políticas que impidan adoptar acuerdos concretos y vinculantes en la próxima Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Los países desarrollados, principales responsables del calentamiento global, deberían aceptar metas más ambiciosas de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y desistir del empeño en destruir el ordenamiento establecido por la Convención y su Protocolo de Kyoto.
Sería una gran irresponsabilidad que los gobiernos de los países industrializados ignoraran los legítimos reclamos de las organizaciones no gubernamentales y los movimientos sociales, brutalmente reprimidos en Copenhague, que se reunieron en Cochabamba, hace apenas cinco meses, en defensa de la Madre Tierra; o se pretendiera engañar, otra vez, a la opinión pública culpando a las economías emergentes.
Señor Presidente:
Para Venezuela que lucha, pedimos toda la solidaridad de la comunidad internacional. La victoria en las elecciones parlamentarias de ayer demuestra el ampliamente mayoritario apoyo del pueblo al Presidente Chávez y a la Revolución Bolivariana, que enfrenta la intromisión norteamericana y la campaña de calumnias y desinformación de grupos oligárquicos y emporios mediáticos.
Ahora que las cámaras de televisión se han marchado de Haití, reclamamos que se materialicen las promesas de ayuda internacional. El noble pueblo haitiano necesita recursos para la reconstrucción y recursos para el desarrollo.
Señor Presidente:
El Gobierno de los Estados Unidos conoce la disposición de Cuba a convivir en un clima de paz, respeto e igualdad soberana, lo cual hemos comunicado de manera expresa, por canales oficiales, y, en nombre del presidente Raúl Castro, reitero aquí.
Tengo la convicción de que el desarrollo de vínculos basados en el Derecho Internacional y los propósitos y principios de las Naciones Unidas, permitiría a Cuba y a los Estados Unidos lidiar con muchas de sus diferencias y resolver otras; contribuiría a crear un ambiente propicio para tratar de solucionar los problemas de nuestra región y, a la vez, brindaría un aporte sustancial a los intereses de nuestros respectivos pueblos.
La agenda de diálogo y las iniciativas de cooperación bilateral, presentadas al gobierno del Presidente Obama el 14 de julio del 2009, que hice públicas en esta sala hace justamente un año, aún no han sido respondidas.
El Gobierno norteamericano no ha mostrado disposición a abordar las cuestiones esenciales de la agenda bilateral, por lo que las conversaciones oficiales sostenidas, sin mayor progreso, han sido limitadas a asuntos específicos.
Contra las expectativas creadas, incluso dentro de los propios Estados Unidos, su Gobierno no parece dispuesto siquiera a rectificar los aspectos más irracionales y universalmente rechazados de su política contra Cuba.
El elemento fundamental en las relaciones bilaterales es el bloqueo económico, comercial y financiero que impone el Gobierno de los Estados Unidos contra mi país, directamente y mediante la aplicación extraterritorial de sus leyes. Ha sido objeto de 18 resoluciones que, con el apoyo casi unánime de los Estados miembros, han reclamado consistentemente su eliminación.
Sin embargo, en los dos últimos años no se ha producido modificación alguna en la política de bloqueo y subversión contra Cuba, aun cuando es sabido que el Presidente de ese país dispone de prerrogativas suficientes para producir un cambio real y cuenta para ello con el consenso ampliamente mayoritario del pueblo norteamericano.
Para los ciudadanos estadounidenses o para los extranjeros residentes en ese país, sigue siendo ilegal viajar a Cuba.
No es posible vender a los Estados Unidos productos cubanos, ni productos que contengan componentes o tecnología cubanos.
Se prohíbe a Cuba adquirir allí o en terceros países productos que tengan una fracción de insumos o tecnología norteamericana, salvo excepciones muy limitadas.
Las transacciones financieras que se realicen en dólares estadounidenses y estén de algún modo relacionadas con Cuba, son objeto de confiscación o congelamiento y se sanciona a los bancos que las realizan.
Se continúan aplicando multas millonarias a compañías estadounidenses y extranjeras por violaciones a las venales leyes del bloqueo.
Adicionalmente, en abierto desacato a las normas internacionales, se continúa violando el espacio radioeléctrico de Cuba y utilizando las transmisiones de radio difusión y televisión con fines subversivos, mientras siguen dedicándose millonarios fondos federales a provocar la desestabilización política en mi país.
Se usurpa a Cuba parte de su territorio y se le impone una base militar en Guantánamo, devenida centro de tortura y de exclusión del Derecho Internacional Humanitario.
La política migratoria de los Estados Unidos hacia Cuba, basada en la “Ley de Ajuste Cubano”, es una excepción políticamente motivada que alienta la emigración ilegal y cuesta vidas humanas.
Es profundamente inmoral que los Estados Unidos coloquen arbitrariamente a Cuba en la espuria lista de Estados patrocinadores del terrorismo internacional. Se conoce bien nuestro reclamo, y el llamado universal, a que se liberen de inmediato los cinco luchadores antiterroristas cubanos, prisioneros políticos, hace ya doce años, en cárceles de ese país. Sería ese un acto de justicia que permitiría al presidente Obama mostrar verdadero compromiso en el combate al terrorismo en nuestro propio hemisferio.
El Presidente de los Estados Unidos aún tiene la oportunidad de hacer una rectificación histórica de una política genocida, remanente de la Guerra Fría y totalmente fracasada, que ha durado cincuenta años. Sería un acto de determinación que sólo podría concitar apoyo de quienes lo eligieron para el cambio y de la comunidad de naciones que cada año vota por ello.
En todo caso, la Revolución Cubana mantendrá, irreductible y tenaz, el camino soberanamente decidido por nuestro pueblo y no cejará en su empeño, martiano y fidelista, de “conquistar toda la justicia”.
Muchas gracias.
10/04/2010
Discurso del Canciller Cubano Bruno Rodríguez en Naciones Unidas.
Etiquetas: cuba
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