A propósito del bicentenario de la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Caigo Prado decía, con relación a la colonización, que en los procesos históricos largos conviene estudiar el sentido general y no perderse en los recovecos, en las instancias intermediarias, en las minucias. Aún no tratándose de procesos tan largos, en las independencias de las colonias de explotación española, y aún de otras metrópolis, en América, es posible reconocer un sentido general. El estudio de las particularidades, de las tardas, de las anticipaciones, de las diferencias e inclusive de las excepciones puede ayudar a ajustar el reconocimiento y los límites de ese sentido general.
Doscientos años atrás se inició el proceso de descolonización en las colonias de España en América. Al norte, los sacerdotes Hidalgo y Morelos, encabezando un gran movimiento agrario, reivindicaron la independencia inmediata de México, juntamente con la abolición de la esclavitud, del trabajo servil y de los tributos a las comunidades indígenas, así como la distribución de tierras de los latifundios. Al sur, en el Vice-reino del Río de la Plata, se estableció, en 25 de mayo de 1810, el primer gobierno criollo, en el proceso que hoy se acuerda como Revolución de Mayo. La propia palabra “revolución” presupone un cambio rápido y radical. Pero, cual es la naturaleza de esa revolución?
Seis años antes, los jacobinos negros de Haití, tras derrotar el ejército más poderoso de la época, habían conquistado la independencia de Francia y la abolición, y, detalle que hace el surgimiento de esta nación antillana una excepción, los viejos propietarios de tierras fueron expropiados. El ejemplo de Haití, que aceleraba el corazón de jacobinos y de plebeyos, fueran estos esclavos, siervos o libres, tuvo un efecto ambiguo entre negociantes y propietarios criollos. Si ese ejemplo aterraba algunos, otros percibieron la urgencia de asumir la dirección del movimiento independentista.
Las futuras naciones eran pensadas por negociantes y propietarios como una oportunidad de ampliar los beneficios de la exportación de materias primas y productos semi-manufacturados. Pero, más allá del libre comercio, la retórica de la Revolución Francesa, en la boca de los intelectuales radicales, resonaba en los oídos de los plebeyos de América como un llamado a la lucha por tierra y libertad. Es decir, las naciones no eran imaginadas de la misma manera por unos y otros. Esto explica el hecho de la independencia y la abolición no hayan acontecido simultáneamente. La esclavitud, las diversas formas de trabajo servil y los tributos aplicados a las comunidades eran fundamentales para la continuidad del flujo exportador.
Aún en el caso del Vice-reino del Río de la Plata, con la mayor parte del territorio dedicado a la pecuaria para exportación de charque y cuero, actividad en la que el trabajo esclavo no resultaba ventajoso, la Ley de Vientres sólo fue votada en la Asamblea del Año Trece, tres años después de la instalación del primer gobierno criollo. Y esto aconteció como resultado de la acción de José Artigas, líder de los campesinos y trabajadores rurales de la Banda Oriental, cuyas instrucciones para los delegados de la Asamblea, incluían la reforma agraria.
En el Río de la Plata no se mantuvo la unidad de la antigua colonia. Los negociantes de Buenos Aires, que controlaban el puerto de Buenos Aires, de donde partía la mineria del Alto Perú y el cuero y el charque de los Pampas, no hicieron grandes esfuerzos por expandir la guerra de la independencia. Les bastaba el puerto para mantener sus negocios. . San Martín, Belgrano, Castelli y otros patriotas sólo tuvieron el apoyo del interior, más pobre. De la costa hacia el territorio, los comerciantes porteños dejaron el Alto Perú librado a su suerte. El ejército español, recompuesto tras la invasión napoleónica, concentró fuerzas en la región de donde se extraiga el mineral. Sólo cuando Simón Bolívar llegó para dar su apoyo a las guerrillas, Bolivia consiguió la independencia.
Paraguay rechazó las invitaciones de Buenos Aires y organizó su gobierno por separado. Su relativo aislamiento le permitió, durante medio siglo, desarrollar un proyecto diferenciado del resto de las naciones de la región. Una extensa área de tierras públicas era arrendada por el Estado a pequeños productores. Esta opción permitió disponer de alimentos baratos para el consumo interno y recursos para impulsar la economía nacional. La Guerra de la Tríplice Alianza fue acabar con ese modelo.
El movimiento conducido por Artigas en la Banda Oriental fue liquidado por las tropas portuguesas, con anuencia de los negociantes porteños y el alivio de los de Montevideo. De la misma manera por la cual el movimiento de Hidalgo y Morelos, en México, fue chafado por los propietarios criollos.
Las narrativas de futuro de Simón Bolívar y San Martín habría una nación o federación que reuniría las ex-colonias españolas. Nada de eso vengó. Ni siquiera la unidad de los antiguos vice-reinos fue mantenida. La fragmentación era directamente proporcional a la prisa de comerciantes y propietarios por hacer mejores acuerdos con los negociantes ingleses.
La Revolución de Mayo fue una revolución política. Las economías de las naciones que de ella surgieron continuaron dependientes, insertadas en el mercado mundial de manera subalterna. Las aspiraciones radicales de libertad, no podían ser satisfechas sin satisfacer las aspiraciones plebeyas de tierra. Esas son las tendencias que permanecen, dos siglos después, en las ex-colonias españolas del Río de la Plata, como desafíos para sus pueblos.
Silvia Beatriz Adoue
maestrA en Integración de América Latina por el PROLAM/USP y doctora en Literatura Hispano Americana por la FFLCH/USP, es profesora de la Unesp de Araraquara y de la Escuela Nacional Florestan Fernandes.
6/20/2010
El SENTIDO DE La DESCOLONIZACIÓN. Silvia Beatriz Adoue
Etiquetas: nuestramérica
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