Los libertarios hemos sido retratados por la Prensa Burguesa casi exclusivamente por los hechos de violencia en que nos hemos visto involucrados, por lo tanto, es preciso decir rápidamente que toda representación hecha del anarquista en los medios esta proyectada bajo ese prejuicio. En efecto, el anarquismo ha sido aludido sólo en su aspecto delictual, y es importante comprender que este síntoma es propio de los medios de comunicación en las sociedades de control, donde el miedo, la seguridad policial y la cárcel deben ser justificados. Es importante reconocer este primer aspecto para comenzar: se habla de anarquismo sólo cuando se puede decir algo que constituya nuevos argumentos en la “Guerra contra la delincuencia”, y el tema acá no pasa por como nosotros nos vinculamos o reconocemos en la violencia y en la trasgresión de la ley, pues no dejaremos de validar aquello porque le sirve a la prensa para criminalizarnos, si no más bien en como esta imagen unidireccional reduce y distorsiona absolutamente la exquisita complejidad que existe tras las prácticas anarquistas.
Cada noticia o reportaje sobre los libertarios que aparece en la prensa nos provoca siempre alguna enérgica emoción, desde los ataques de risa hasta el emputecimiento. En este artículo haremos una pequeña revisión del estereotipo que la prensa de los ricos esta proyectando sobre el sujeto anarquista.
El pasado 3 de octubre salió publicado en la Revista Sábado del hiperbugués diario El Mercurio un articulo titulado “Afán de un anarquista” escrito por el joven periodista Arturo Galarce. La crónica se difunde con la imagen de un joven escondido tras un mundo oscuro. Ése joven es individualizado por el periodista bajo el seudónimo de “El Pijo”, un anarco-punk veinteañero que según este tipo voluntariamente le habría dado una entrevista. Como veremos el Pijo cumple con los estereotipos. Pero es principalmente su lenguaje lo que constituye la clave para Arturo Galarce, dado que en su conversación logra sacar “declaraciones” en las que se reivindica abiertamente la violencia y los hechos ocurridos contra la PDI. La gracia del periodista es sacarlo de contexto, reproducir las frases útiles para la venta y eliminar el contenido sustancial. Y no sólo las formas de mostrar las ideas tienen como soporte el engaño, sino también la forma en como llega a ellos, pues luego de infiltrarse en un carrete el tipo se involucra con la gente, compra cervezas por doquier y comienza a preguntar, evidentemente sin transparentar sus motivaciones. Sin duda existe una intencionalidad clara: aprovecharse de la situación y encontrar a alguien lo suficientemente ebrio como para hablar más de la cuenta. El resultado es una crónica donde se inventa la mitad de los hechos y se vuelve a retratar a los anarquistas como jóvenes universitarios, borrachos, miembros de “tribus urbanas” y por supuesto exaltados irracionales.
Muchos otros artículos también se han dedicado a difundir estupideces. La idea del libertario como un sujeto oculto, oriundo de las penumbras, ha sido permanentemente aludida. Según el periodista Hernán Ávalos, “los ‘anarcos’ viven encubiertos, confundiéndose entre adeptos de partidos políticos de izquierda” y según el “experto” psicólogo Erik Marín: “estos anarquistas pasan inadvertidos ante la sociedad porque tienen una doble vida”. Pero su análisis, insisto, es equivocado ya que en su imaginario está únicamente el anarquista que se constituye a sí mismo en tanto su uso de la violencia, pero lo que no se comprende, y obviamente no se quiere comprender, es que lo que nos define sustancialmente es una vida cotidiana en función de principios antiautoritarios, libre de coacción y ambiciones de poder, un anarquista no anda escondido en su diario vivir, todo lo contrario, utiliza su vida misma y su lenguaje como una propaganda contra este orden social, un anarquista lo es siempre, no sólo un momento cuando cubre su rostro con una polera.
El mismo individuo Marín ha hecho otro fenomenal descubrimiento: “En Chile existen dos corrientes anarquistas, las que diferencian con “Q” y con “K”. A primera vista, suena bastante gracioso y pintoresco pero en el fondo denota la intencionalidad: Existen anarcos buenos y malos. Y esto no es casual, en una sociedad donde el poder de persuasión es tan estrepitosamente controlado por los opresores, que hayan unos pocos sujetos que se digan anarquistas, que se dediquen a pensar y a criticar al sistema es hasta provechoso, pues le otorga aires de tolerancia y pluralidad a la democracia.
Otra de las ideas recurrentes y trágicamente ridículas es que los okupas y anarquistas somos representativos de “una reacción psicosocial de grupos postergados de clase media baja, que canalizan sus frustraciones familiares, educacionales y laborales, al no haber podido integrarse a la sociedad”, esto según palabras del psicólogo Eduardo Torres. Este argumento es tremendo, porque invisibiliza todo contenido político para presentarnos como enfermos. Según esta lógica, hemos decidido enfrentarnos a este mundo porque tenemos problemas psicosociales de adaptabilidad y no porque el sistema genere condiciones infrahumanas de existencia.
Es importante destacar la representación del anarquista como rebelde juvenil. Una buena frase fue publicada por el aspirante a escritor Gonzalo León, quien en una nota a propósito del Marzo Anarquista 2009 se pronunció: “Imagino entonces que el anarquismo y sus clásicas banderas negras son endógenos a la juventud y que se pasa con el tiempo, como un resfrío o un enamoramiento.”. Bajo esta interpretación no sólo estamos a la altura de una enfermedad psicosocial, sino que llegamos a ser comparados con un resfrío, ¡excelente!
Como hemos visto, quienes más han ido retratando al anarquista a través de los medios son dos tipos de colaboradores. Primero, están los “expertos”, quienes desde sus sillones académicos van marcando las pautas para la identificación de un sujeto libertario que a muy duras penas pueden comprender; y segundo, están los jóvenes periodistas, que aún no entendemos si se han dedicado a inventar historias de anarquistas por moda, irreverencia o simplemente por servilismo a sus jefes, quienes evidentemente deben estar muy conformes con su trabajo.
Finalmente, deseo enfatizar que no aspiramos a un trato “objetivo” de la prensa de masas, ya que entendemos nuestra posición irreconciliable. Lo que aquí buscamos es poner en evidencia esa intención del poder, mostrar como sus páginas mienten y caricaturizan nuestra lucha, y llamar a que nuestras prácticas en la vida cotidiana logren permear sobre la inmensa cantidad de personas idiotizadas con las caricaturas del espectáculo burgués.
Compañeros hay muchos buitres esperando ganar dinero con reportajes sobre el anarquismo, pero la prensa burguesa miente, no confíes en ellos. Si quieres que tus cuestionamientos se expandan infinitamente ¡AGITA Y PROPAGA!
Autor: Por Luis Armando Larrevuelta
Publicado por: EL SURCO, Nº 9, noviembre de 2009, Santiago, Chile.
12/27/2009
La representación mediática del sujeto anarquista
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