En la relación tan recurrente de las matemáticas y la política, por cierto que cualquiera de los dos candidatos presidenciales puede imponerse en las elecciones del próximo 17 de enero. Sin embargo, en esta oportunidad no vale predicción alguna que no esté necesariamente influida por nuestros propios anhelos y temores.
La incertidumbre es completa y tiene que ver con la actitud que tomen los adherentes de las otras dos candidaturas de la primera vuelta electoral, como en la de ese millón de ciudadanos que no concurrió a votar o no marcó preferencia alguna.
Poco o nada valen las adhesiones personales que reciben Frei y Piñera. Tampoco las adhesiones más corporativas, como la de los dirigentes de los empleados fiscales o líderes gremiales. Felizmente el voto es individual y secreto. Los últimos comicios parlamentarios demostraron, una vez más, que las adhesiones de partidos sirven muy poco ante el influjo de ciertos candidatos que desafían todos los pronósticos y acuerdos cupulares. En la actualidad, valen más el dinero, la propaganda y la exhibición en los medios de comunicación. Queda claro que los partidos sólo ejercen sus privilegios al momento de designar los candidatos e integrar las listas, sobre todo cuando en este afán ni siquiera se someten a la voluntad de sus bases. En esto es cuando mejor se expresa la desacreditación de la política, como que estos referentes estén tan menoscabados en su prestigio.
Quien resulte elegido tendrá más del 50 por ciento de los sufragios, pero en ningún caso más de la mitad de la adhesión ciudadana. Quedaron en el camino dos candidatos que sumaron poco menos de un tercio del electorado y manifestarán frustración frente al presidente electo al menos otro tercio más del candidato derrotado. A lo anterior, hay que considerar que unos 800 mil jóvenes permanecieron sin interés en inscribirse en el registro electoral. Más los que voten nulo, en blanco y esa apreciable cantidad de chilenos en el exterior al que aún nuestra legislación no se le reconoce el derecho a sufragio.
De esta manera, lo que se puede predecir sin error es que una amplia mayoría nacional quedará disgustada con el resultado de las próximas elecciones. Los que no votaron por el ganador, los que no quisieron o no pudieron sufragar, como los que invariablemente votan con asco por lo que estiman el mal menor. Esta situación dejará más en evidencia la precariedad de nuestro sistema democrático, puesto que a la falta de legitimidad de nuestros parlamentarios, se sumará ahora la bajísima adhesión a nuestro jefe de estado. Cuanto de quienes designe como intendentes y gobernadores, los que todavía no resultan del voto popular.
Esta situación lo que augura es el crecimiento del descontento y de la movilización social, lo que sin duda alarma a los sectores conservadores, los inversionistas y los que se han favorecido por largos años con la inequidad y marginación perversas de nuestra economía. Muy posiblemente, además, sea este estado de ilegitimidad de nuestros dirigentes e instituciones el que nos abra a la creación de nuevos referentes políticos y sociales. Al desmoronamiento definitivo de estructuras partidarias arcaicas y al surgimiento de liderazgos modernos, sin los nombres y apellidos que se repiten en un régimen que no es ni representativo ni participativo.
Un triunfo del NO que nos da motivo suficiente para estar muy optimistas ante el año que recién se inicia.
elclarin.cl / miércoles, 06 de enero de 2010
1/17/2010
El triunfo del No. Por Juan Pablo Cárdenas S.
Etiquetas: chile
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