8/09/2009
Irakizando Colombia, fragmentando Latinoamérica: el espaldarazo concertacionista a Uribe
Ha sido un error craso la postura del gobierno de Michelle Bachelet de entregarle su aval a la decisión de Uribe de transformar el territorio de Colombia —con la entrega de siete bases militares al Pentágono— en una plataforma de las fuerzas armadas de Estados Unidos. Por lo mismo, es necesario entender cómo durante la administración de Barak Obama se está procediendo a los inicios de la “irakización” de Colombia y a tentativas de desestabilización de regiones enteras de América Latina.
Antes que nada hay que reconocer que quienes llevan la batuta en el Estado Imperial no son los hombres de la administración del Presidente Obama. Éste, desde sus comienzos, ha debido adaptarse en América Latina a una política de los hechos consumados. Previo a la ratificación de Arturo Valenzuela como Subsecretario de Estado para Latinoamérica por el Congreso, generales del Comando Sur (Southern Command) ya habían expresado el punto de vista de los halcones neoconservadores. Semanas después, vino el golpe oligárquico contra el Presidente Zelaya en Honduras.
Y tanto Valenzuela como al Secretario de la OEA, José Miguel Insulza (1), pareciera que no cortaran ni pincharan. Después del golpe hondureño, con apoyo neoconservador, la Carta Democrática de la OEA, “destinada a reforzar los instrumentos de la organización interamericana para la defensa activa de la democracia representativa”, quedó letra muerta.
El Presidente B. Obama ha dejado hacer y fluir los acontecimientos, sin mucha voluntad de oponerse a las movidas del tablero de los estrategas del Pentágono. La nueva administración está muy ocupada con la política interior (la reforma del sistema de salud, la crisis y el desempleo) y dedicada a los grandes dossiers mediáticos más espectaculares, como las bilaterales con China y las conversaciones con Corea del Norte.
No podemos saber a ciencia cierta qué sucedió para que Uribe fuera recibido con bombos y platillos en La Moneda. Poderosas influencias tienen que haber presionado para darle el espacio que no se merece. En Diplomacia y política exterior el Estado sigue siendo una caja negra, herméticamente cerrada a la mirada de la ciudadanía. Imposible que Valenzuela e Insulza no fueran consultados. Lo que significa que fue la política de los halcones neoconservadores la que se impuso, doblándole la mano a los “demócratas”.
Lo que sí podemos constatar con nitidez, es que la Diplomacia chilena se baja ella misma el perfil en América Latina en los precisos instantes en que grandes reacomodos se producen en las alianzas a nivel internacional. La política exterior chilena no ha estado a la altura de proyectar influencia en las relaciones interamericanas. Sus decidores no quieren asumir un rol de moderador, limando asperezas, en el sentido de crear una perspectiva latinoamericana común. Ha sido la constante con el Gobierno concertacionista.
En la práctica, Uribe le está vendiendo la soberanía colombiana al aparato armado del Imperio y a sus procónsules. Colombia se convierte de facto en una colonia; en un protectorado pretoriano a cambio de seguridad blindada para la corrupta elite política y económica que su partido y Gobierno representan.
Podemos afirmar que apoyar la dirección geopolítica diseñada por la oligarquía colombiana y por los neoconservadores norteamericanos traerá graves consecuencias para el futuro de América Latina.
Puesto que Uribe le está entregando no sólo a la guerrilla, con la cual no quiere negociar, sino a nuevas organizaciones que surgirán después de esta medida que militariza la vida social y política colombiana, todos los argumentos para llevar adelante una larga guerra de liberación nacional. Pareciera que las oligarquías adoptaron la inseguridad como modo de vida permanente. Aislándose en barrios urbanos y zonas protegidas donde se lava el dinero narco.
Pero al mismo tiempo se está exacerbando la inestabilidad en toda la región para transformarla en un nuevo foco donde los halcones del Pentágono exportarán su modelo de la “Guerra infinita y permanente” con la consiguiente fragmentación de los territorios nacionales.
Brasil ya advirtió acerca de la amenaza militar que para la Amazonia representa Colombia, transformada en base militar estadounidense. La reserva ecológica brasileña es objeto del deseo, la codicia y la voracidad de actores trasnacionales, lo que excita el apetito armamentista en la región, la corrupción y los negociados de las elites (2).
Son las redes de influencia de los halcones neoconservadores, consolidadas durante los ocho años de Bush, las que se han encargado de América Latina. Hace tiempo que éstas coparon esa columna vertebral del poder imperial que es el Departamento de la Defensa y su brazo armado para América Latina, el Southern Command. Estos poderes imperiales que escapan al control democrático han sido denunciados por eminentes analistas asesores de gobiernos demócratas como Zbigniew Brzezinski (2005) en su obra “The Choice: Global Domination or Global Leadership”.
Los Think Tanks neoconservadores siguen activos y defendiendo sus tesis. En efecto, siguen considerando que los EE.UU son la potencia única (y deben impedir la emergencia de toda potencia rival); consideran que la acción militar preventiva es legítima para eliminar las amenazas eventuales; pregonan el uso discrecional de la fuerza (sin consideraciones por la legalidad onusiana y el Derecho Internacional) como sustituto de la diplomacia cuando los intereses geoeconómicos de EE.UU. se consideren amenazados y, en el plano interno, propagandean la primacía de la seguridad por sobre los derechos constitucionales de los ciudadanos.
Estas tesis, que han calado hondo en el mundo militar crearon el efecto contrario al deseado en la opinión pública norteamericana y mundial. Por eso Obama fue elegido. Sin embargo, tales postulados imperialistas han sido adoptados por las oligarquías latinoamericanas, por círculos diplomáticos “progresistas”, por las jerarquías militares y por “expertos militares” y son difundidas día a día por los medios oligárquicos. Las tesis de los “neocons” se esconden detrás del discurso de la “seguridad hemisférica” de los militares chilenos.
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(1) Los rumores difundidos por la prensa del duopolio acerca de que la reelección de J. M. Insulza a la cabeza de la OEA no era bien vista por el Imperio, calmaron súbitamente sus ímpetus por aplicar la Carta Democrática de la organización.
Etiquetas: internacional
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