Isidora vio sus obras escenificadas por compañías teatrales como El Galpón, Rajatabla, Libre Teatro Libre, Berliner Ensemble, Teatro Nacional de Cuba, Theatre d’Nancy, Rostocker Schauspielhause, y contó con la admiración de grandes contemporáneos entre los que destacan los argentinos Oswaldo Dragún, Roberto Cossa, el colombiano Enrique Buenaventura, los uruguayos Mauricio Rossenconff y Roberto Espina. Jamás olvidaré la admiración con que me habló de ella Dario Fo que siempre ha considerado “Los que van quedando en el camino” como la más alta demostración de teatro épico. A Isidora Aguirre la admiraban y querían los integrantes de la primera división del teatro mundial, pero en Chile… ya se sabe lo que es el maldito “pago de Chile”.
A Isidora Aguirre la citan con la boca llena en las esferas oficiales, en la nomenclatura cultural, pero apenas conocen una de sus obras; “La pérgola de las flores”, obra espléndida sin dudas, fruto del talento de una mujer que hasta se dio el lujo de escribir ese hermoso entretenimiento para sobrevivir y poder así dedicar tiempo a sus otras obras magistrales, como la mencionada “Los que van quedando en el camino”, “Lautaro”, “Retablo de Yumbel”, “Población Esperanza”, y tantas otras obras marcadas por su inclaudicable rebeldía, sentido de justicia social y ética, una rigurosa ética de artista e intelectual que siempre estuvo con los jodidos, con los perdedores ilustres, con los de abajo.
Militante comunista hasta la médula, Isidora Aguirre nunca dejo de estar donde había que estar, en el momento justo, e hizo lo justo, aquello que su conciencia le dictó como correcto.
Le negaron repetidamente el más que merecido premio nacional de literatura justamente porque era una rebelde, porque no cedió jamás en sus principios y porque nunca dejó de ser crítica con el poder. Hace algunos años, uno de los argumentos para negarle el premio nacional de literatura fue que “había publicado muy poco”. Y con eso los jurados demostraron que jamás se asomaron a las páginas de “Doy por vivido todo lo soñado” o “Carta a Roque Dalton”, dos novelas publicadas en España que, a más de 20 años de ser publicadas continúan vivas en la memoria de los lectores y son dos referencias cuando en las universidades europeas se habla de literatura chilena. Pero no podían darle el premio nacional de literatura a una señora de las letras que, pasados ya los ochenta años, seguía escribiendo alejada de cualquier vanidad literaria y empeñada en contar desde el texto teatral y desde el escenario asuntos tan “poco literarios” como el cierre de las minas de carbón en Lota. Mientras una vez más le negaban el premio de sobra merecido, Isidora, la Nené, se entregaba a escribir “Subiendo…¡último hombre!”, o su sorprendente adaptación de “Fuenteovejuna” que fue un espejo de la realidad chilena.
Leo que el ministro de cultura chileno ha declarado un día de luto nacional por el deceso de la gran dramaturga. Pobre homenaje tardío que, más que arreglar una injusticia, avergüenza a los gestores de la cultura chilena de los últimos veinte años.
La recuerdo en los días de clandestinidad, sentada en el suelo, con la máquina de escribir sobre las piernas y los cigarrillos a mano, redactando un documento para que en Francia, Italia, Alemania o Bélgica atendieran y ayudaran a una compañero o compañera que horas antes ella misma había metido en alguna embajada para salvar su vida, sin más ayuda que su propio valor y su viejo simca de techo negro, auto muy odiado por los esbirros de la dictadura. Y en esta hora triste la recuerdo mientras corregía sobre la marcha una obra agitativa, “Quién tuvo la culpa de la muerte de la María González”, que tuve el honor de dirigir con un grupo teatral de Valparaíso. Isidora Aguirre recibió muchos aplausos y reconocimientos en América y Europa. Sus obras teatrales y novelas están traducidas a muchos idiomas, pero en Chile los gestores o gerentes de la cultura decidieron que era molesta, y vaya si tuvieron razón; Era terca frente a la injusticia, valerosa frente a los soberbios engominados del poder, rebelde frente a las costumbres pacatas, y libre, muy libre, porque así lo dictó su noble corazón de comunista.
Luis Sepúlveda
Gijón, 27 de febrero de 2011
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Breve reseña biográfica (agregada por Editor CT).
Isidora Aguirre (Santiago, 1919 - 25-02-2001).
Escritora chilena. Destacada figura del teatro chileno contemporáneo, es una de las representantes de la generación de autores que se formó en torno a la figura de Pedro de la Barra y creó el Teatro Experimental de la Universidad de Chile. Educada por sus abuelos maternos en el seno de una familia acomodada, aprendió a leer y a escribir a muy corta edad, hecho que le valió la consideración de niña prodigio del teatro nacional.
Vinculada a la corriente realista, es autora de obras de muy diversa naturaleza, desde comedias musicales como La pérgola de las flores (1960), género de la que fue una gran renovadora, hasta piezas de técnica brechtiana, como Los papeleros (1963) y Los que van quedando en el camino (1969), en las que manifiesta su honda preocupación por la justicia social.
Otras obras suyas son Población Esperanza (1953), en colaboración con Manuel Rojas; Pacto de medianoche (1954); Lautaro (Premio Eugenio Dittborn, 1982); Retablo de Yumbel (Premio Casa de las Américas, 1987); y Diálogos de fin de siglo (1989). Escribió además cuentos infantiles y varias novelas, como Doy por vivido todo lo soñado (1987) y Carta a Roque Dalton (1990).
Su labor profesional se orientó también al cine y a la televisión, medios en los que trabajó como guionista o como adaptadora de obras clásicas de Molière y Lope de Vega, entre otros autores. Ha sido también profesora universitaria de técnica teatral y traductora.
Tomado del Correo de los Trabajadores www.cctt.cl
3/08/2011
Isidora Rebelde
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