Por Libio Pérez / La Nación Domingo
Fue censurado por Joseph Ratzinger, se casó luego de dejar los hábitos y, con sus plegarias ecológicas, imprimió en el país un cuestionamiento frontal a la legislación chilena sobre derechos de agua.
Vino a Chile por unos pocos días, pero su paso levantó polvareda, como ha sucedido antes con sus reflexiones, sus escritos y su práctica política. El ex sacerdote brasileño Leonardo Boff, uno de los
principales fundadores de la Teología de la Liberación, estuvo en Aysén en el lanzamiento de la carta pastoral "Danos hoy el agua de cada día", del obispo Luis Infanti.
Cuando llegó a Santiago, la Conferencia Episcopal obligó a los organizadores de un encuentro con Boff a descartar el uso de la sede de la Confederación de Religiosos y Religiosas de Chile (Conferre). Y entonces Boff tuvo que hablar ante más de mil personas en un patio de la Universidad Arcis.
Allí, ante un auditorio mayoritariamente conformado por monjas y sacerdotes, explicó sus reflexiones ecológicas, que hoy forman parte de la misma teología que comenzó a elaborar en los años sesenta junto al peruano Gustavo Gutiérrez y que en pocos años se esparció por toda
América Latina.
Boff sabe de censuras. Sus libros en especial "La Iglesia, carisma y poder" lo llevaron ante la silla de los acusados de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la antigua Santa Inquisición, que
encabezaba entonces Joseph Ratzinger, hoy el Papa Benedicto XVI. Roma le impuso un año de silencio.
Otra vez estuvo a punto de ser silenciado en 1992, antes de la Cumbre de la Tierra. Cansado, dejó los hábitos de sacerdote franciscano. Con 70 años de edad, ha escrito más de un centenar de libros, recorre el mundo dictando conferencias, participa de debates políticos con los
campesinos de Brasil y se refugia junto a su esposa en su casa de Petrópolis.
-¿Cómo aprecia el tiempo que lleva Joseph Ratzinger como Papa?
-Ratzinger no tiene un proyecto de Iglesia, él se siente continuador de Juan Pablo II; esto es, constituir una Iglesia fuerte, institucional, hacia adentro. En el fondo, una Iglesia que tiene
miedo, que no se abre. Una Iglesia conservadora que ha optado por volver a evangelizar Europa para dar un rostro cristiano a la globalización. Pero desde América Latina, optar por Europa es optar por los ricos y no por los pobres. Es una cultura sin futuro, sin vitalidad, y por eso no es llamativo lo que hace el Papa. Parece más un profesor que un profeta. La Iglesia está dividida hoy en un sector institucional, más obediente, y las comunidades de base, las pastorales, en el Tercer Mundo.
-En Chile, la Iglesia Católica se ha resistido a la Ley del Divorcio, a cualquier forma de aborto, e incluso a la distribución de la píldora de emergencia.
-Esa es la política oficial de la Iglesia, dictada desde Roma. Pero la Iglesia no puede imponer su pensamiento a una sociedad democrática. Podrá hacerlo a sus fieles, pero no a toda la población. Cuando Ratzinger fue a Brasil, hace poco, le dijo al Presidente Lula que como el 80% de los brasileños se declaran católicos por qué no declaraba al Estado como católico. Lula le respondió que el Estado es laico y que su propuesta era inconstitucional. Ahí terminó la discusión.
-¿Por qué vino a Chile a apoyar al obispo Luis Infanti, su carta sobre el agua y la oposición a las represas de Aysén?
-Vine a la Patagonia para apoyar el grito de la Tierra. La misma lógica que explota a personas, clases y pueblos, explota el ecosistema. He leído con alegría la carta del obispo Infanti porque
sigue la metodología de trabajo de la Teología de la Liberación; esto es, ver, juzgar, actuar. El texto es muy detallado en su análisis, con cifras y datos. Reflexiona sobre las consecuencias de los proyectos de las grandes empresas y su ética. El obispo, desde una dimensión ética y pastoral, interviene y convoca a la ciudadanía a reflexionar, y lamenta que el Estado chileno no tenga una política energética definida, porque eso permite que vengan grandes empresas a hacer sus
negocios sin contrapesos. Es una señal de que la Iglesia quiere aportar a soluciones positivas. Es una defensa del agua, el agua es vida y la vida no es una mercancía. La vida no puede estar en el
mercado.
-En Chile, el agua, aunque declarado bien público, está en manos de empresas privadas.
-Leí la ley chilena antes de venir, recogí datos, y quedé escandalizado cómo se ha privatizado: sólo una empresa eléctrica es propietaria de más del 80% de los derechos de agua. Es impresionante el impulso privatizador de los recursos naturales de Chile. Es una locura si pensamos que el 3% de toda el agua del mundo es dulce, y de esa agua sólo el 0,7 es accesible al consumo humano, del que a su vez el 70% es para la industria y el riego. Queda muy poco para el consumo humano directo. La FAO dice que si no la cuidamos, en 2025 dos tercios de la humanidad no tendrá agua. Por eso es importante la carta del obispo Infanti. Tenemos una responsabilidad colectiva ante la privatización del agua, que dentro de poco será el bien más preciado de la Tierra, incluso más que el petróleo. Quien controla el agua controla la vida, y quien controla la vida tiene el poder. La ciudadanía tiene que reclamar el agua como un bien público y
rescatarla de las grandes compañías, renacionalizando si es necesario.
-¿Cuál es la conexión entre la Teología de la Liberación y la ecología humana y social?
-La Teología de la Liberación supone opresión. La Tierra está oprimida ecológicamente; los ecosistemas, devastados. Gran parte de la humanidad sufre la contaminación del aire y el calentamiento global. Hay opresión a la Tierra, el planeta está crucificado y hay que
bajarlo de la cruz. Es lo mismo que decíamos del pueblo: está crucificado, hay que bajarlo de la cruz y resucitarlo. Ahí está el nexo; los oprimidos no son sólo los seres humanos, sino toda la
comunidad de vida. La forma de salvar a la Tierra es trabajar desde la ecología, sea ésta ambiental, social o humana. La Tierra, Gaia, como la define la astrofísica, es un súper organismo vivo, que tiene un equilibrio sutil. Ese equilibrio se ha roto con el calentamiento global y vamos hacia el desastre.
-¿Hay tiempo para frenar el desastre?
-Son dos las interrogantes abiertas: si acaso tenemos el tiempo para tomar medidas y si hay sabiduría para hacerlo. Hay dos documentos que han impresionado a las grandes empresas: "La verdad incómoda", de Al Gore, y el relato del economista británico Nicholas Stern. Ellos vienen del mundo de la política y la economía, ya no son sólo los ecologistas los que alertan sobre la devastación. La ecología se está imponiendo como una cultura, sea por miedo o por conciencia.
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