3/09/2010

Terremoto y neoliberalismo en Chile. Por Carlos Lafferte.

Terremoto y neoliberalismo en Chile: la relación puede parecerles ociosa, sobreideologizada, impertinente. Sin embargo puede ser mostrada a la luz de los hechos vivenciado en los últimos días, desde el 27 de Febrero, a primeras horas de la madrugada.
Los conceptos que pueden ser sugeridos como fundantes de esta relación, son a su vez relaciones sociales que pueden ser reconocidas desde los siguientes procesos:
- Tecnoburocracia neoliberal
- Lo discursivo como práctica social que intenciona y produce un cierta realidad.
- La desestructuración psicosocial como negación de lo colectivo.
- La desestructuración psicosocial como afirmación del individuo en competencia, tras el consumo oportunista de los símbolos del éxito que ofrece esta sociedad.


La Tecnoburocracia Neoliberal

Sería muy difícil encontrar en la historia del país un gobierno que con tantos recursos de poder - tecnológicos, económicos, políticos, organizativos - no haya podido dar respuesta alguna a las demandas sociales urgentes de regiones enteras acosadas por el temor, la necesidad de refugio, de agua y de alimentos y de esperanzas.

El terremoto parece haber sido confundido por el gobierno neoliberal saliente con una formalidad más de la llamada transición democrática y, de aquel otro proceso, definido como de impecable, parsimonioso, protocolar, traspaso del mando al gobierno neoliberal entrante.

En éste último todo debía tener bajo perfil, los desacuerdos, las payasadas del presidente electo, las opiniones desajustadas de los nominados ministros. Todo debía ser tratado calmadamente, lentamente... hasta el 11 de marzo.

En la mañana del 27, Pérez Yoma decía que era una situación complicada, que habían 48 muertos y que el gobierno estudiaba como actuar. La presidenta declaraba que no había riesgo mayor y que se estaban tomando las medidas. Ella sobrevolaría con sus técnicos las zonas para hacerse una idea de lo que ocurría. Todo debía ser bajado de perfil. Nada que molestara las despedidas y las ceremonias versallescas. En esos mismos momentos se producían Tsunamis en la zona costera de las regiones 7ª y 8ª.

El terremoto irrumpió y exigió una nueva lógica. Nadie se dio cuenta de ello. El terremoto puso a millones de chilenos y chilenas en una situación de catástrofe inimaginable. Todo debía ser inmediato: la alerta del Tsunami, la apreciación de la situación, la confirmación en terreno, la ubicación de las plataformas de apoyo regionales, comunales y locales y su organización, apoyados en el llamamiento a la población a organizarse en esos niveles, la decisión sobre los recursos económicos, materiales y humanos, su disposición y organización, la planificación operativa y la ejecución inmediata de un plan de apoyo, con campamentos de campaña que incluyeran recursos de abrigo, de alimentación y de salud en toda la zona siniestrada.

Nadie quizo interrumpir la letanía de los procesos impecabales de traspaso del gobierno con esta carajada de terremoto. Los líderes de la concertación de vacaciones o relamiendo sus heridas. Los líderes de la alianza organizando sus equipos. ¿Qué terremoto? ¿Qué catástrofe?


No hubo alerta de Tsunami y el discurso orientado al ocultamiento de ese grave error, inmovilizó a la tecnoburocracia civil en su relación con la tecnocracia militar: el discurso de marejadas anómalas mantuvo el bajo perfil de la catástrofe social, como sello de unidad de los neoliberales (dos cruces de honor habían sido entregadas ala presidenta por la marina y el ejército) y sus fuerzas armadas y , con ello, el inmovilismo de la tecnocracia neoliberal en el gobierno. La situación perduró hasta hoy cuando hiperactivo ministro declaró el error de la marina.

También en relación al empresariado de la construcción, sujeto de estafas inmobiliarias, expresadas en desolación y muerte, se inhibieron las relaciones del gobierno y , con ello, el discurso y la acción de éste: la lógica del buen traspaso seguía imperando. Con el apoyo del electo presidente.

El mundo neoliberal se desesperaba en sus esfuerzos de mostrar su civilidad y sus lealtades, consumiendo en sus tratativas más de 72 horas en reuniones de comisiones y comisiones, informadas desde discursos de un barroquismo y una verborrea vergonzante. Y el pueblo martirizado esperaba.

¿Y el 2% constitucional? ¿Y su uso efectivo? ¿Cuando? ¿Afectaría al déficit fiscal ya "denunciado" por el entrante?

El adelantado y abandonado subsecretario del interior se perdió en Concepción. De él nunca se supo. ¿Y qué diagnóstico hizo?¿Y que plan? ¿Y cuándo? Nadie lo sabía. No lo sabían las comisiones centrales, ni los intendentes y sus comisiones, ni los gobernadores y sus comisiones, ni los alcaldes y sus comisiones. Nadie lo sabía.

"Eran problemas de comunicaciones" decían, en un mundo de satelización de las comunicaciones que hacia resonar sus discursos en el cruce mismo de la indolencia y el ridículo. Y las masas damnificadas desesperaban, sin agua, sin alimentos, sin refugios ni atención de salud, sin poder buscar y enterrar a sus muertos.

Las buenas formas del traspaso de gobierno entre neoliberales se imponía a las urgentes necesidades de las poblaciones. Ni un avión con ayuda era enviado con el apoyo esperado. Equipos de periodistas y de la farándula sobrevolaban los sectores amagados y volvían con más municiones para sus estelares. Y el pueblo deshecho desesperaba. Y asi sucedio por más de 72 horas.


Lo discursivo como práctica social que intenciona y produce un cierta realidad desde la dominancia.

Ya a primeras horas de la mañana un primer grupo de mujeres fué a un supermercado a padir lo que necesitaban. Ese día sábado la alcaldesa de Concepción comenzó a observar y difundir en los medios la posibilidad del surgimiento de "saqueadores". Decía que la gente decente (sic) no iba a encontrar nada cuando fuera a comprar. Que se necesitaba seguridad. Posteriormente habló del Sodoma y Gomorra en que se convertiría Concepción. Que debían enviar militares. Que debía declararse el Estado de Sitio (Oh! Santa María de Iquique!).

La base material de ese discurso era real pero su interpretación de clase era odiosa: Objetivamente las personas que sobrevivieron a la catastrofe necesitaban agua, que no la tenían, y necesitaban alimentos para sus hijos y sus familias. Querían leche, querían pañales, querían pan, querían agua. E iban a los supermercados. Alguien tenía que resolver su situación de emergencia extrema. Si las provisiones llegaban el sábado todo estaría bien. Si hubiera habido una respuesta clara a sus necesidades, todo se hubiera resuelto... como todos los días de su pobreza y su indignidad, con el subsidio, con el bono. Si el gobierno hubiera llamado a la organización de los damnificados, a su auto empadronamiento, a la presentación del listados de sus necesidades en los supermercados. Si estos hubieran registrado la entrega de mercaderías y entregado sus cuentas al gobierno regional, a costos del 2% constitucional, nada habría pasado. Pero la indolencia de clase va junto al temor de clase. Al temor a todo tipo de organización social popular. La producción social de individuos en competencia es una de las lógicas básicas del neoliberalismo. No darían ahora pie atrás a causa de un simple terremoto.Y nada llegaba. Y nadie sabía ni respondía si algo llegaría, y cuándo. Y quienes habían perdido todo necesitaban solo algo para sobrevivir por algunas horas más... hasta que la ayuda llegara.

Algunas radios llamadas "progresistas" cayeron en la trampa y comenzaron a transmitir sobre las "situaciones de riesgo" que vivían las ciudades ante esta presencia "amenazante" de los damnificados en las cercanías de los supermercados (Mochiatti entre los primeros ilusos). También habló Novoa, el mismo. ¿Alguien escuchó hablar a Escalona, a Frei, a Orrego, a Latorre, a Ominami - E, diciendo algo contrario al discurso que se tornaba dominante?

Luego otras radios conocidamente reaccionarias, con jóvenes periodistas (formados
sin la posibilidad intelectual de poder discriminar los procesos sociales a través de los cuales 1 entre 1000 hechos que suceden en un minuto, es producido como noticia), y los canales de televisión, más tarde, se hicieron parte de este proceso psicosocial de producción de una nueva realidad, sin que lo que originariamente la constituyera hubiese cambiado en lo más mínimo.

De pronto la realidad de la catástrofe había sido cambiada: lo que los damnificados necesitaban era seguridad, eran marineros en las calles, el ejército en las calles. No era agua , leche , pan, pañales lo que ellos necesitaban. En 24 horas se legitimó esta nueva realidad. En 48 horas tuvo sus primeras respuestas. En 72 horas ya era sólida: ocupación militar y toque de queda. Los aviones y camiones dirigidos a las regiones afectadas aún no transportaban agua, pan, leche, pañales. Pero si transportaban los primeros 100 gendarmes a Concepción, luego a 700, luego 1000 hasta llegar a 10.000 miembros de una fuerza militar de ocupación en las zonas siniestradas.


La desestructuración psicosocial como negación de lo colectivo.

El modelo neoliberal lo ha logrado en sus 20 años de instalación y hegemonía. Las personas que antes se organizaban por cuadra, por barrio, por comuna para construir sus problemas comunes y hacerse comunidad en la representación de ellos ante las autoridades ya no son.

Las organizaciones sociales y políticas que logran algún grado de desarrollo del pueblo damnificado, constituyen sólo pequeños espacios de una realidad social dolorosa del mundo popular.

Individuos objeto de las relaciones de otros, limitados a lo propio en el marco de sus familias, organizados a los más en el condominio, para enfrentarse a otros iguales a ellos en demandas y necesidades, se muestran como lo realmente existente. La confrontación es alentada desde los medios de comunicación y sus ideas dominantes: hay que defenderse del saqueador, del pillaje.

¿En cuanto este discurso produce socialmente al llamado "saqueador", del mismo modo que al defensor de sus escasos bienes, construyendo y ofreciendo espacios de identificación y pertenencia social precaria, a unos y otros, en medio del sin sentido?

Desestructuración psicosocial como afirmación del individuo en competencia, tras el consumo oportunista de los símbolos del éxito que ofrece esta sociedad.

El sujeto precario nominado "saquedor" , cuando sale del supermercado con un plasma, con una lavadora, con un televisor, ¿en cuanto no responde a las expectativas de consumo y de realización del consumo que el modelo neoliberal le refriega en sus narices 24 horas al día, para admitirlo como perteneciente a la sociedad?

¿Por qué se asombran tanto los neoliberales de lo que es su propia producción social?

Si se es reconocido por lo que se consume, y la estructura de oportunidades le niega aquello que lo ubica con prestigio, como exitoso en la sociedad, cómo es que no va a aprovechar cualquier medio como para conseguirlo y 'ser' realmente, desde el criterio social dominante. Para estos sectores las incapacidades del Estado para resolver los problemas de la población damnificada, han sido una gran oportunidad. La han aprovechado.

La respuesta del pueblo damnificado que toma de los supermercados los alimentos que necesita para su sobrevida, y que los neoliberales no pueden resolver, por sus intereses de clase, por su identidad política, por su indolencia, por su incapacidad, es legítima. No hay duda alguna.

El agregado del lumpen conspicuo que produce el neoliberalismo, desde su tratamiento de las consecuencias de terremoto, es su producto.Y su presencia, como se ha sabido en demasía, no se restringe al mundo popular.

La coyuntura de catástrofe social que ha impuesto el neoliberalismo desde el terremoto, nos muestra la totalidad social insustentable que nos constituye.Divide a los neoliberales del pueblo y abre espacios de intervención en una direccionalidad estrategica de trasnformación social. En ese sentido es una escuela social de formación política. Comprenderlo es un primer paso. Intervenir transformadoramente en ella es lo necesario.


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