5/11/2012

Historia de una canción. Mauricio Redolés.

Era enero del año ochenta y siete cuando alguien me dijo “un buen lugar para tocar es La Casona de San Isidro, que está en Alameda, al lado del Cine Normandie, cerca de Plaza Italia”. Días después yo llegué ahí con mis ganas de mostrar mis canciones al mundo. La Casona de San Isidro no era una Casona ni quedaba en calle San Isidro. Con dos datos falsos el local era perfecto para los que habitábamos la semi-clandestinidad de aquellos días. El dueño era un tipo de humor desbordante y generosidad y locura creativa sin par. Se llamaba y se llama Pedro Gaete.
Por aquellos años también yo participaba con mis canciones y poemas en diferentes peñas de Santiago y alrededores. Recuerdo que varias se hacían en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile en calle Avenida Blanco Encalada esquina Beaucheff, en el casino de los estudiantes. A una de estas peñas y a otras más siempre llegaba un trovador de poncho y frondosos bigotes, que cuando asomaba en el escenario, todo el mundo le pedía a gritos una sola canción: “¿Quién mató a Solís?”. Me llamaba tanto la atención el pedido de la canción que no se me olvidó más. Me llamaba más la atención el grito desaforado del público pidiendo la canción que la canción misma, o su bigotudo intérprete, los cuales olvidé para siempre.

Por esas vueltas de la vida me agencié una suerte de manager o productor que era conocido como “El Chico Solís”. Y éste a su vez se consiguió una pieza para ensayar en la falsa Casona. Cada vez que llegaba a ensayar con lo que quedaba de “Son Ellos Mismos” (que era el grupo que había formado en Chile a mi vuelta de Inglaterra), yo saludaba a Solís con un sonoro ¿Quién mató a Solís? Y como a su lado siempre estaba Pedro Gaete, agregaba ¿Quién mató a Gaete?

En abril del ’93, Pedro Gaete vino a mi casa a tomar onces. Entonces le propuse a mi hijo que a la sazón tenía cinco años, que le hiciéramos una canción para recibir al señor Gaete. Comenzamos entonces: “¿Quién mató a Gaete?”. Y nos respondíamos entonces con “Loh cueteh, loh cueteh, el copete, el copete, el carrete”. Nos reíamos mucho pues mi hijo no decía loh cueteh, sino loh coheteh.

Así fue pasando esa tarde de abril en el barrio Yungay y empezó a nacer y a crecer un himno noventero del cual aún no me repongo. El primer verso está dedicado al Chico Solís: “Lo mató Solís o lo mató un desliz”. La canción fue un éxito, se filtraba una suerte de grito contra la impunidad de la muerte cuando hacía solo tres años habíamos terminado con 17 años de muerte impune.

Hoy, Gaete está muy enfermo. Lo fui a ver a su casa y me recibe con un cariñoso abrazo. Ojalá se reponga para seguir asustando a la muerte. Y si no es así y se nos llegara a adelantar Gaete en este camino en el que vamos todos y todas, sabremos que ante la pregunta ¿Quién lo vengará? sabremos que la venganza estará siempre en su risa valiente que no se nos olvidará nunca más.

Por Mauricio Redolés

El Ciudadano Nº119, primera quincena febrero 2012

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