5/15/2011

HOMENAJE A UN COMBATIENTE

Qué vida singularmente accidentada la tuya Joaquín. Recorriste los extremos de esta existencia mirando con ironía los “designios” que esta historia reservaba para ti. Como aquel 7 de septiembre cuando esculpiste con balas aquella imagen sacra en el auto del tirano, imagen que sólo existió en su mente aterrorizada y que luego llamó milagro, porque ese día él sobrevivió. Más tarde me contabas repetidas veces con qué desespero veías el vidrio astillarse apenas, y continuabas dando tiros a centímetros del auto que aceleraba y huía. Faltó tan poco para que le abrieras el camino a la muerte voraz. “uno o dos segundos más y el vidrio se quebraba” decías tú y ahí nos deteníamos a pensar cómo ciertas circunstancias fortuitas y/o insignificantes, muchas veces determinan el rumbo de la historia, y según tú, esta última siempre tiene más imaginación que los hombres.

También pienso en tu dolor en esa, tu última noche. No en el dolor físico que el cáncer te producía, sino ese más profundo que habita los rincones de la conciencia. Ese mismo dolor que sentiste otras veces que también morías; cuando soportaste diecisiete días de tortura en las mazmorras de la CNI, allá en Viña, y meses después al reencontrarnos en las calles de Santiago me decías taxativo: “sabes compa, es preferible morir a ser torturado, además del inmenso dolor físico, es totalmente degradante. No me capturan vivo de nuevo los chanchos”. Años después, fuiste ejemplarmente coherente con esas palabras, cuando en Vicuña Mackenna, te resististe a ser capturado por los “chanchos”. En combate desigual, fuiste lentamente sucumbiendo y mientras el plomo perforaba tu carne y quebraba tus huesos, pensabas… “qué dolor, mi mayor dolor es no estar con mis hermanos hoy…”

Sí Joaquín, así recuerdo que escribiste en una nota que nos enviaste desde el hospital, relatando tu “accidente de trabajo”. Estabas dispuesto a pagar el precio de la muerte para escapar a los torturadores, por lo tanto tres años de prisión, donde tuviste que reaprender a caminar, podría ser un precio razonable sino fuese porque en ese pedazo de tiempo perdimos lo mejor y más querido del Frente. “Corpus Cristi” y después “Los Queñes” nos envolvieron en una tristeza que no se disiparía nunca más. No olvido tu desespero e impotencia cuando expresabas desde la cárcel que debíamos honrar a nuestros muertos. Era el momento de quemar las naves.
Un tiempo después, te arrastrabas sofocado por el polvo en un túnel interminable. Conseguías con otros hermanos volver junto a nosotros. La dictadura terminaba. Habíamos hecho lo nuestro, pero el tirano continuaba acechando los días de nuestro país.

Cargas todas esas cicatrices como marcas de tu historia. Ahí postrado y febril las recuerdas una a una. La fiel Miriam vela tu agonía. Quizás sólo la presientes, sumido como estás, en tus recuerdos. No sabes Lobo, cuántas veces te he imaginado en esas últimas horas, luchando por una muerte digna.

Sin duda, también habrás recordado, con satisfacción, tu última misión cumplida. Esa que le negó en términos definitivos el mayor ideólogo a la derecha pinochetista, con esas palabras resaltabas la dimensión estratégica, cuando conversábamos respecto a las repercusiones de aquel hecho. También en cierta ocasión señalaste categórico: “puede que haya sido un error político, pero fue una acción justa”. De esa forma enfatizabas el argumento moral de nuestra política “No a la Impunidad”, la cual era más que nada, un imperativo ético.

Sé que tu mayor dolor fue no estar con tus hermanos en ese último adiós, aquella noche final.
Guardo intacta tu imagen de la última vez que nos vimos antes que viajaras, donde me expresaste tu preocupación por preservar el legado de José Miguel, de Tamara y de otros destacados rodriguistas, en lo referente a la autoridad moral del núcleo dirigente, al ejemplo personal.

En nuestro abrazo de despedida se concentraban todas las palabras no dichas… y todavía te pregunto: por qué no pediste que te acompañara en ese último viaje? Simplemente me dijiste “cuida a los muchachos”.

Tu Joaquín, Facundo, reconocido por excelencia como hombre de acción en las filas del Frente, respetado y apreciado por tus hazañas operativas donde fuiste el más destacado, eras también un hombre fecundo en ideas, y andabas siempre bien provisto de ellas, escuchando y cuestionando. No es de extrañar si provenías de la escuela mirista, admirador de Miguel, escuela que estimulaba el pensamiento crítico, eras orgulloso de esos orígenes, así como de ser el único miembro de dirección sin preparación, de cualquier tipo, en el extranjero. Con cierta ironía decías que permaneciste todo el tiempo en Chile, combatiendo la dictadura.

Tantos recuerdos de ti golpean mi memoria, de tu transparente y dura vida, de tu vida breve pero suficiente para graduarte de hombre.

Recuerdos de tu hermano que carga el peso de la sobrevivencia.
Mauricio Hernández Norambuena (20 años después)


MAURICIO ARENAS BEJAS. VIDA DE UN RODRIGUISTA.
Mauricio Arenas Bejas, Comandante Joaquín, “El LOBO”

Mauricio nació en Valparaíso un día del mes de mayo de 1959. En ese puerto lleno de historias de luchas de pescadores, marinos, estibadores crece “El Lobo” de cara a las injusticias, en medio de las eternas peleas de todos esos hombres de tierra y de mar, incansables luchadores por una vida con dignidad. Siendo todavía un niño logra percibir en el puerto el enorme impacto que provocó en todo su entorno el triunfo del Gobierno Popular de Salvador Allende. Apenas tres años después y a pesar de su corta edad pudo percibir con nitidez el terrible drama que significó el golpe militar de 1973. Nunca olvidaría la violencia y la brutalidad que emplearon los militares en contra de los trabajadores del puerto y los jóvenes militantes del Gobierno Popular. Tal vez allí quedó sembrada para siempre su inquebrantable voluntad de luchar en contra de la dictadura militar y su régimen.

Realizó sus estudios primarios en escuelas públicas de la V región, su educación secundaria la realizó en el Liceo Eduardo de la Barra. Todos sus estudios secundarios y universitarios los hizo en dictadura, esto le significó forjarse en medio del control, el miedo, las persecuciones y el militarismo que imperó en la enseñanza bajo el régimen militar. En lugar de amilanarse ante tal escenario se incorporó activamente de todas las luchas juveniles y estudiantiles de ese tiempo.
Ingresa a la Federación de Estudiantes Revolucionarios (FER) donde rápidamente demuestra sus cualidades de líder, participando activamente en las huelgas estudiantiles, tomas de liceo y mítines de protesta.

En la educación superior estudia filosofía en la Universidad de Playa Ancha, donde se destaca en la lucha y combates estudiantiles en contra de la dictadura y su régimen estudiantil de rectores militares en las universidades chilenas. En los años 80 sufre “relegación” por su participación activa en las luchas estudiantiles. En dos oportunidades estuvo confinado por 6 meses en alejados e inhóspitos pueblos del norte de Chile. El contacto con esos pobladores que vivían en condiciones miserables, más el sufrimiento de familiares y amigos que provocaron este inusual castigo, lejos de hacerlo desistir de sus ideas lo impulsan a buscar nuevas y mejores formas para luchar.
Así es como ingresa a las juventudes comunistas en 1980 y a finales de 1983 se incorpora plenamente a la formación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez en la V región. Fue un activo participante en la organización y formación de esta inédita organización política-militar que irrumpe en el escenario chileno en diciembre de 1983. Como combatiente participa de forma destacada en las primeras operaciones que el Frente organiza.

En julio de 1984 es detenido por fuerzas de la CNI de Valparaíso a raíz de su participación en una operación de propaganda armada realizada en la Avenida España de Valparaíso. Un policía resulta herido de bala al querer impedir la ejecución de la operación. A raíz de esta tarea es detenido por la CNI y conducido al cuartel que por esa época funcionaba en la avenida Agua Santa. Allí conoció la brutalidad y la calidad de terroristas de los funcionarios de ese aparato represivo. A pesar de las terribles torturas, mantuvo silencio, nada le comprobaron hasta pasar a la fiscalía militar de la V región. Gracias a su valiente actitud es condenado a prisión por pocos meses en el año 84.

Al salir de prisión la Dirección Nacional le plantea la misión de incorporarse plenamente a trabajar para la organización. Se traslada a Santiago y desde ese entonces, alejado de familiares y seres queridos, asume plenamente los rigores de la vida de un luchador clandestino. En las duras condiciones que impuso la dictadura, este solo hecho demuestra el alto grado de convencimiento que tenía en sus principios.

Su trayectoria es vertiginosa, numerosas operaciones cumplidas contaron con su participación. Se recuerda el exitoso ajusticiamiento de Simon Yévenes, servidor e informante de la dictadura penetrado en una población popular. Un triple asalto a las armerías; una acción propagandística de captura del director del diario La Nación que fue devuelto sano y salvo al seno de su familia. Todas acciones urbanas, las primeras que realizaba la organización, llenas de mística, muchos errores y grandes deseos de superarse en esta inédita tarea que realizaban jóvenes chilenos.
La operación siglo XX, emboscada a Pinochet, en septiembre de 1986, representa todos los valores de Mauricio. Al planteárseles esta espectacular misión todos quedaron claros que la posibilidad de sobrevivir eran escasas. No obstante los riesgos y ante la magnitud inconmensurable que “El Lobo” sintió cuando supo que participaría en el ajusticiamiento de este “terrorista mayor”, no dudó ni un instante que allí podía realizar plenamente sus sueños de aportar de verdad al futuro de Chile.

En la operación resultó herido, pudo recuperarse y evadió el cerco policial tendido por el aparato represivo en contra de algunos combatientes Rodriguistas participantes de esa memorable acción. Semanas más tarde se traslada a la zona sur donde desarrolla nuevas tareas encomendadas por la organización.

De vuelta en Santiago un día 19 de febrero de 1987 es sorprendido por funcionarios de la CNI a la altura del paradero 14 de Vicuña Mackena cuando viajaba en un vehículo. El enfrentamiento fue de una desigualdad sorprendente, “El Lobo" estaba sólo frente a efectivos de la CNI, carabineros y más tarde ante la imposibilidad de abatirlo se incorporaron fuerzas militares. Atrincherado en un vehículo vaciando sus tres cargadores, en ese desigual combate por más de una hora luchó hasta caer detenido casi moribundo. Herido con siete impactos de bala en el tórax, manos, rostro y ambas piernas. En un desenfrenado odio las fuerzas represivas ametrallan sus piernas fracturándoselas en numerosas partes. Joaquín —como entonces le llamaban sus compañeros— es llevado al hospital Sotero del Río donde vivió un largo período de incomunicación, torturas, e interrogatorios. Aunque era nuevamente prisionero había intentado cumplir el pacto adquirido con un hermano: “morir antes que caer en manos del enemigo”.

Encargado reo por el entonces fiscal Fernando Torres, y aún convaleciente fue trasladado a la penitenciaría y luego a la cárcel pública donde participó en todos los movimientos iniciados por los Presos Políticos para lograr su libertad.

Su período de prisión culmina en la madrugada del 30 de enero de 1990 en una espectacular fuga donde numerosos prisioneros políticos a través de un largo túnel alcanzaron su libertad.
Mauricio se incorpora nuevamente a la lucha. Meses de clandestinaje, nuevas tareas en las difíciles condiciones de ese año 1990. Su último párrafo de su vida entregada lo escribió el día 12 de octubre de 1991, a los 33 años de edad, momento en el cual llevaba una carga que no logró doblegarlo hasta el último minuto. Un cáncer pulmonar lo abatió como un enemigo silencioso.
El hermano Joaquín, el Lobo, hizo todo lo mejor que pudo sus tareas después que en 1988 cayeran Rodrigo y Tamara. Siempre afirmó que conducía contingentes de combatientes en un homenaje permanente a sus hermanos y jefes Rodrigo y Tamara.

Por ellos, por su hijo, por los miles de niños de nuestro pueblo, por Joaquín y todos nuestros héroes el F.P.M.R. levanta hoy sus banderas y sus heroicas tradiciones para ensanchar el camino donde pasaron Rodrigo y Tamara, Joaquín y miles de patriotas hacia la victoria de la ternura y la esperanza de la justicia y de la verdad.

Mauricio Arenas Bejas, nuestro querido Joaquín, murió a los 33 años de edad, pero su recuerdo y ejemplo vivirá eternamente en nosotros, ya que su legado continúa vivo, imperecedero, germinando semillas en las nuevas generaciones que asumen el llamado de los que no claudican, de esos que han iniciado su andar para convertirse en revolucionarios.

¡Hasta siempre Hermano Joaquín!
Fuente: CEME – Centro de Estudios Miguel Enríquez – Archivo Chile

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