4/05/2011

EL JOVEN ECONOMISTA QUE REDACTÓ PREFACIO DE “EL CAPITAL”

Cada vez que crujen las tablas que hacen de suelo en el segundo piso del local, dos de los jóvenes participantes del taller se acomodan inquietos en sus sillas y miran hacia arriba. Segundos después, bajan la barbilla apresurados para volver a concentrarse en la ponencia de quien hace de expositor en esta sesión. El subterráneo con otros quince asistentes, cinco mesas de madera dispuestas en círculo y un pupitre para quien dirige la clase, completan la escena. Es una sesión más del Taller de Lectura de El capital, la obra de Carlos Marx, que se realiza cada tarde de lunes en el sótano del Centro Cultural y Social El Sindicato. Pese a la escasa luz del sótano de la antigua casona de Maipú 424, los jóvenes intervienen apasionados con diversas consideraciones sobre la necesidad de aclarar las diferencias entre el valor de uso y de cambio. El mate caliente que pasa de mano en mano, acompaña la discusión sobre la teoría del plusvalor y ameniza la tarde que comienza a tintarse de oscuro cuando se acercan las nueve.

El taller, orientado a acercar el estudio de la obra primordial de Carlos Marx, es dirigido por Sebastián Zarricueta Cabieses, un joven economista de 26 años. Él junto a Manuel Hidalgo y Rafael Agacino, redactaron el prefacio de la reciente publicación de LOM Ediciones del primer tomo de El capital en Chile, realizada en septiembre de 2010.

Dicha publicación, rescata una antigua traducción del primer tomo de la obra de Marx: “Proceso de producción del capital”, publicada por la Editorial Progreso de Moscú y realizada a mediados de la década de los ochenta. El traductor fue el entonces joven chileno, Cristián Fazio, hijo del economista y ex vicepresidente del Banco Central durante el gobierno de la Unidad Popular, Hugo Fazio.

Pese a que el encargo de Progreso contemplaba la traducción de los tres tomos de El capital, sólo el primero alcanzó a imprimirse. Si bien el segundo tomo fue entregado por Cristián en 1990, con la caída de la Unión Soviética, la editorial también dejó de existir. El manuscrito de la traducción quedó perdido y la publicación del tomo dos nunca llegó a concretarse.

Es justamente la traducción de Fazio la que revisaron Hidalgo, Agacino y Zarricueta, comparándola con otras dos -las más reconocidas en lengua española-, la de Wenceslao Roces, de la Editorial Fondo de Cultura Económica (FCE), y la de Pedro Scaron, de Siglo XXI, México y Argentina, respectivamente.

De los tres economistas investigadores de la Corporación Plataforma Nexos –organización que se autodefine como un “espacio de elaboración y difusión del pensamiento crítico”-, Zarricueta es el más joven. ¿Por qué un profesional de 26 años se interesa hoy en colaborar con una nueva publicación de El capital? Aquí, juicios y miradas de quien prologó el libro de Marx en Chile.

¿Qué particularidad tiene esta publicación del primer tomo de El capital?

El trabajo que pidió la gente de LOM a Manuel Hidalgo fue revisar una antigua traducción de El capital. En un primer momento era detectar y corregir las erratas de la publicación realizada por los soviéticos. Sin embargo, para que fuera un aporte la publicación chilena, y no una mera repetición de la anterior, propusimos contrastar el texto con otras ediciones que estaban en el mercado, como la de editorial Siglo XXI o la del Fondo de Cultura Económica. LOM aceptó la propuesta y se extendió el trabajo.

¿Cuáles fueron los aportes a la publicación que arrojó este trabajo?

A lo largo de todo el libro, y sobre todo en los primeros capítulos de El capital en que Marx desarrolla su teoría del valor de la mercancía, introduce muchos conceptos nuevos y los va encadenando unos con otros. Dada la densidad y las sutilezas de estos razonamientos, él destaca ciertas ideas y usa cursivas para incorporar ciertos conceptos. Cuando uno enfrenta la lectura de esos capítulos las cursivas resultan de gran ayuda. En la edición soviética esas cursivas fueron omitidas por un problema de ediciones originales del alemán, que fueron básicamente de imprenta. De hecho, algunas ediciones alemanas publicadas por Federico Engels omitieron esa parte, pero nosotros pensamos que era un elemento importante para seguir el razonamiento de Marx, entonces decidimos incorporarlas. Nos demoramos unos seis meses en hacer todo esto. Hicimos dos lecturas de El capital, una para corregir las erratas y otra para hacer un trabajo más detallado que contrastó el documento frase por frase con otras ediciones.

El capital es un libro trascendente en la historia sociopolítica del mundo ¿Cuán importante es encargarse de hacer su prefacio?

La responsabilidad no es menor porque es un texto fundamental para la construcción de alternativa política y teoría revolucionaria. En un primer momento pensé que no tenía tanta trayectoria y que era mucho el trabajo que recaía sobre mis hombros, pero me di cuenta que era todo un desafío y que aprendería mucho más. Nos metimos en la génesis del texto, e investigamos por qué se producen ciertos cambios que incorporan Marx y Engels entre una edición y otra. Entonces hubo que tener en mente la historia detrás del libro.

Es difícil entender que un profesional joven esté interesado en estudiar a Marx sin poseer una alta inquietud política, ¿adscribes a alguna militancia?

Si. Sin embargo, no entiendo exclusivamente la militancia político-social desde pertenencia o no a una estructura establecida, partidos políticos o sindicatos, sino sobre las mismas realidades en que se estructura el capitalismo, que hoy son mucho más flexibles. Desde ese punto de vista, me considero un militante de izquierda, y creo que si hablas con Manuel o Rafael, también se van a considerar militantes de la izquierda, del movimiento popular, de los trabajadores.

Entonces ese es tu lugar.

Sí, ese es mi lugar. Desde ahí encaramos esta publicación, no era sólo un trabajo académico. Lo hacemos obviamente con todo el rigor que requiere el estudio de Marx, pero en realidad hay algo más. Nosotros veíamos en esta publicación del libro, y se lo planteamos a LOM, una contribución a la construcción político-social en Chile.

Pero conociendo las características de nuestro país, ¿cómo aporta a la construcción de una alternativa la publicación de El capital hoy?

Buena pregunta. Es, sin embargo, difícil contestarla en forma individual y en una sola respuesta, ya que creo que es una contestación más bien de índole colectiva, que tiene que ver con la significación que los propios movimientos sociales, pobladores, mapuches, etc. le den a la lectura de El capital. Esto porque la obra aborda una infinitud de aspectos de la sociedad capitalista, no sólo en el ámbito económico. En síntesis, creo que la potencia de la obra de Marx es que nos muestra la esencia de funcionamiento del capitalismo, independiente del modo histórico concreto en que la producción capitalista se articule. Eso aventaja mucho a la economía oficial, la académica, y a la que promulgan los hacedores de políticas públicas, como les gusta llamarse hoy. El capital está a cien años luz de todos ellos tanto por la claridad expositiva del texto, como por lo visionario que resultó Marx al momento de analizar el capitalismo 150 o 200 años atrás. Los modelos econométricos que se manejan hoy en día en la economía que se enseña en las universidades, palidecen al lado de la descripción histórica y el desenvolvimiento con que escribe Marx en El capital. Desde esa óptica, es una herramienta fundamental para el movimiento social apropiarse de la matriz conceptual que nos entrega Marx y así entender qué límites en realidad tienen las reformas dentro del Estado capitalista o qué podemos esperar a futuro para el capitalismo.

Desgraciadamente, se implantó en el inconsciente colectivo que cualquier obra de Marx está añeja…

Hay una trampa ahí porque en realidad lo que hace El capital es analizar el modo de producción capitalista, más que formular una receta de construcción del socialismo. Marx sostiene más bien que eso será una tarea que van a encarar concretamente los trabajadores, el pueblo y que su principal tarea en El capital es descubrir la esencia del funcionamiento del capitalismo. Es en ese sentido que aventaja a cualquier corriente de la economía oficial y por eso es fundamental para el movimiento popular apropiarse de sus conclusiones. La otra trampa es decir que el proyecto basado en este libro fracasó y por ende lo que está ahí está mal. Los mismos medios de comunicación y el sentido común que tratan de imponer las clases dominantes, nos hacen creer eso y dejamos de lado el rigor del pensamiento revolucionario, en vez de apropiarnos de él para continuar con la tarea de construcción política.

¿Cómo describirías ese rigor?

Ese rigor implica toda una manera de mirar la historia, de mirar cómo se desenvuelven las sociedades modernas, el análisis de sus tendencias y desarrollo, y las preguntas sobre porqué se producen ciertos fenómenos como guerras, enormes desigualdades sociales, deterioro ambiental, explotación, etc. La matriz teórica de Marx es muy rigurosa y propone que esto no es atacable parcialmente porque se enmarca dentro de una visión de conjunto que adquiere sentido en la medida en que se interrelaciona.

Es rigurosa, pero no es la ciencia de construcción…

Sí, soy un poco enemigo de esas cosas. El tecnicismo y la visión cientificista de la política tenemos que dejarlos. En la medida que los sujetos sociales se constituyan como actores protagónicos van a ir leyendo El capital de determinada manera. También va a ser un diálogo de dos sujetos -‘oye acá hay elementos útiles y éstos nos pueden ayudar a la construcción’-, así la misma construcción política va a ir reinterpretando lo que allí está. Más que decir que si uno se lee El capital va a estar claro para hacer política, es necesario entender que la relación teoría-práctica que pueden establecer los sujetos sociales, en el futuro será más compleja. De todas maneras el rigor tiene que estar en nuestros análisis políticos para incidir en la realidad.

Tiendes a colectivizar bastante, ¿cuál es el trabajo político colectivo que desarrollas?

Actualmente desde el Colectivo Andamios estamos impulsando con compañeras y compañeros de diferentes espacios una lectura colectiva de El capital, pero no desde la academia. Tenemos un taller de lectura enfocado a personas que trabajan en la realidad universitaria, poblacional o en medios de comunicación popular, para contribuir a la formación teórico-política. Es un modo de formación que apunta a apropiarse de lo que hay en El capital y su matriz de pensamiento, la idea es compartir ese rigor político, analítico.

¿Desde cuándo existe esa iniciativa?

Los talleres comenzaron el año pasado. En el último tiempo ha surgido un interés por conocer la obra de Marx. A raíz de la última crisis del capitalismo uno de los libros más vendidos en el mundo fue precisamente El capital. En una encuesta aplicada en Inglaterra preguntaron por los pensadores más influyentes y Marx fue el primero en la lista. Eso demuestra que cada vez que el capitalismo entra en crisis sistemática, la ciencia oficial se mira a sí misma y ve que todas sus predicciones fallan. El mundo que la ciencia oficial describe, ése que es infalible, en realidad no es así y las personas vuelcan su mirada a Marx. Surge la potencia del pensamiento revolucionario que recuerda que el capitalismo es inestable, que genera crisis y sufrimiento en gran parte de la humanidad. Algo está fallando en el mundo que Marx sigue siendo tan válido como actual.

Es bien impresionante cómo los hechos dan cuenta de esa validez…

Sin duda llama la atención. En mi caso, siendo una persona formada en economía, en modelos matemáticos de una gran sofisticación, te das cuenta que éstos no predicen nada y se convierten en modelos bastante estériles. Mientras estudiaba economía en la universidad, iba estudiando por mi cuenta El capital y la verdad es que literariamente el libro posee una belleza que le da valor a la forma de exposición en sí misma, en él se pueden encontrar constantes alusiones a Goethe, La Biblia, Balzac, Homero, etc. Marx se mueve con gran soltura entre la filosofía, la historia, la literatura, la religión y, por supuesto, la economía política. No tiene relación con lo que enseñan en la universidad, allí te muestran una ciencia económica parcializada que trata de abstraer todos los elementos que no sean estrictamente económicos, tal como los definen ellos. Finalmente, ocurre que terminan siendo herramientas extremadamente parciales para construir una explicación de la realidad social y que derivan en idealizaciones del mundo capitalista: eso de que todos podamos ser empresarios, capitalistas, y en realidad no es así.

¿La última crisis económica mundial permite develar los males del capitalismo?

Para la construcción de la izquierda es importante no hacerse ilusiones con el capitalismo, muchas veces nos cegamos y nos vamos por la vía fácil. El capitalismo en sus fases de expansión genera ciertos incrementos en el nivel de vida de la población, acceso a mayores niveles de consumo, televisores, celulares, etc. El problema es que cuando se nos vienen de sopetón estas crisis, vemos que esas mismas ampliaciones de los niveles de vida también tienen sus límites inmanentes, límites que no son otros que los que pone el mismo capital. Las formas superficiales que dan sentido a la vida en el capitalismo las debe tener en cuenta la izquierda para promover prácticas cotidianas y espacios de contrahegemonía que subviertan el sentido común instalado por el capitalismo.

¿Cómo miras la experiencia alternativas de América Latina?

Mira, pienso que desde fines de los 90 se inicia un rearme del movimiento popular a nivel latinoamericano después de toda la ofensiva neoliberal. Se instaló el tema del socialismo del siglo XXI a partir de Venezuela, lo que en realidad es reflejo de cierto rearme ideológico. Se produce un rearme ideológico que hoy experimentan Cuba, Venezuela, Ecuador, independiente de que estos países se haya o no superado el capitalismo.

Cuba está en un proceso bastante particular.

Cuba vive un proceso de discusión interna a propósito de ciertas falencias que puede tener el propio socialismo cubano, lo que es bueno mirar desde la óptica de la obra de Marx. Por ejemplo, nosotros iniciamos este taller de lectura de El capital con una entrevista de Néstor Kohan, intelectual argentino, a Orlando Borrego, que fue un colaborador del Che Guevara cuando era Ministro de Industrias en Cuba. Allí él cuenta que el Che destinaba un día de la semana -incluso con un profesor traído de la URSS-, para estudiar El capital. Se reunía con sus compañeros del ministerio para comprender en qué estado estaba Cuba y cuáles eran las perspectivas de la construcción de su socialismo. Eso demuestra que algo tan mundano, del día a día, como el trabajo en un ministerio requiere de ese análisis y que El capital es necesario para la lectura de la realidad contemporánea.

¿Cómo miras la caída de los socialismos reales en el mundo?

Tenemos que preguntarnos qué se entendió por socialismo y cuáles fueron las razones de su fracaso. Se entendió socialismo como sinónimo de estatismo. De hecho, hoy una parte no menor de la izquierda chilena mira como algo importante de su construcción política la ampliación del Estado. No se cuestiona la naturaleza de ese Estado y si en realidad el socialismo es sólo estatismo y ampliación del Estado hasta la cooptación de toda la vida económica o si éste puede convivir con otras relaciones sociales en su seno y alentarlas. ¿Puede el socialismo tolerar ciertas esferas que el mercado rija sin atentar contra sus principios básicos? Desde ahí que leer El capital es fundamental, nos explica la naturaleza del mercado, sus límites y contradicciones. La discusión que están dando los cubanos va en esa línea. Más allá de cómo el pueblo cubano resuelva esta discusión a través de sus estructuras de representación popular, es interesante cómo la están dando.

Y en Chile, ¿cómo ves el profundo cambio socio-político que experimentamos?

El capitalismo chileno cambió radicalmente en su forma de funcionamiento. Desde principios del siglo XX hasta 1973, era un capitalismo mucho más hacia adentro, el Estado tenía un rol mucho más importante que jugar y en base a eso se construyó una idea de socialismo mucho más estatal, que también mostró trágicamente sus límites. La última opción de Salvador Allende de parapetarse en la institucionalidad, en esa supuesta neutralidad que iban a tener los militares, es tributario –parafraseando a Marx- de ese fetichismo del Estado de la izquierda clásica. En base a eso, es necesario discernir cómo la dictadura logró refundar en forma exitosa, para las clases dominantes obviamente, el capitalismo en Chile.

¿Logra la izquierda chilena asumir ese cambio?

La izquierda mira mucho al movimiento sindical clásico como portador del proyecto social alternativo, siendo que hoy el trabajo es más precario, flexible y puede ser que esas estructuras históricas que se dio en su momento la clase trabajadora, no estén dando el ancho suficiente para una construcción política distinta, radical. Incluso los mismos partidos, estructurados sobre sujetos político-sociales descontituídos, o los cambios en la misma burguesía, que es una clase más transversal, que mira más al futuro; o la realidad de una clase terrateniente que en realidad desapareció y se reconvirtió en capitalista del agro, que son competitivos en el extranjero o con una realidad del latifundio que ya no existe en la forma en que la conocimos en los tiempos de la reforma agraria. Entonces, lo primero es que la izquierda debe hacerse cargo de las transformaciones que ha tenido el capitalismo.

¿Se ha demorado la izquierda chilena en asumir que debe pararse desde otro lugar?

De todas maneras. Por ejemplo, ese afán de reconstituir los tres tercios del mapa político chileno es mirar hacia atrás, es decir que todo lo ocurrido entre 1973 y 2010 es sólo un paréntesis en la historia política. ¿Es viable la reconstrucción de esos tres tercios sobre clases que hoy funcionan de forma totalmente distinta? Por ejemplo: la clase media que ya no vive de dineros estatales, está constituida por jóvenes profesionales con ambición, que se hacen parte del bagaje político-ideológico del neoliberalismo, que tienen aspiración de surgir y hacerse ricos por sus propios medios. Y el Estado funciona con mecanismos de administración basados en lógicas de rentabilidad y mercado, eso hace que surja una clase social guiada por ese proyecto social que sólo busca la eficiencia y la competitividad.

¿Se necesita más osadía?

Requerimos ser más audaces en la izquierda y reconocer esta realidad. Se ha hecho mucha idealización de la historia pasada, y si bien es necesario dialogar con el pasado y tener en la memoria a sus héroes, también hay que reconocer sus límites y errores.

Javiera Olivares
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