4/18/2009

“Las Organizaciones Económicas Populares 1973 – 1990” (extracto). Luis Razeto Migliaro

El presente documento tiene por objeto nutrir la discusión entorno a la construcción de organizaciones económicas populares en el marco de una crisis económica de grandes proporciones para el conjunto del pueblo y a la que hay que dar respuesta. Este documento da cuenta de las experiencias populares en los 80, como los comprando juntos y las ollas comunes, y que se hace necesario conocer a fondo a fin de generar una implementación correcta a la luz de la experiencia histórica de nuestro pueblo.

El problema de la subsistencia e insatisfacción de las necesidades básicas que afecta a muy amplios sectores populares con una intensidad acentuada, derivadas del modo en que la economía y la política han sido reestructuradas en el país; nos lleva a enfrentar el “problema de subsistencia”, esto es acceder a la satisfacción de “necesidades básicas”.


Los primeros pasos

Una de las estrategias de sobrevivencia, adoptada por una parte de los sectores populares afectados por el problema de la subsistencia, consiste en organizarse en pequeños grupos de personas o familias –que comparten del mismo modo una misma situación, y que se encuentran vinculadas por vivir en un mismo barrio, o por haber trabajado en la misma empresa, o por pertenecer a una misma comunidad religiosa, o compartir una similar concepción política- y buscar en conjunto una forma de encarar un problema económico inmediato.

En general, se llega a definir el modo de organización y el tipo de acción a realizar a través de una serie de reuniones del grupo en las que sus integrantes toman conciencia de que se encuentran en una misma situación y tienen similares problemas, y de que para hacerles frente en el nuevo contexto económico-político tienen que cooperar solidariamente entre sí y realizar en conjunto algunas actividades específicamente económicas. Cuáles sean estas actividades depende directamente del problema particular que hayan decidido enfrentar. Si se trata de la cesantía y carencia de ocupación, organizarán actividades de producción de bienes y servicios; tratándose del abastecimiento de bienes de consumo básico serán actividades tendientes a la obtención y suministro de tales bienes y servicios a los asociados y a sus familias; si enfrentan un problema habitacional, de salud, recreación, educación de los hijos, buscarán actividades que de algún modo les encaminen hacia su solución aunque sea en el mediado plazo.

¿Con qué medios y recursos pueden realizar estas actividades? Ante todo, pueden contar con lo que cada uno individualmente pueda tener y poner a disposición del grupo, lo que en la mayoría de los casos se limita a sus propios recursos humanos (la propia fuerza de trabajo, sus capacidades organizativas y de gestión, las aptitudes creativas y la imaginación para inventar alternativas) y a los bienes de que disponen (herramientas de trabajo, la propia vivienda que puede servir de local de trabajo o reunión, etc.); en algunos casos a ello se suma alguna capacidad de pagar pequeñas cuotas en dinero, que individualmente son insignificantes pero que sumadas pueden llegar a constituir un pequeño “capital” para iniciar las actividades.


El sentido político de la autoorganización popular

Ahora bien, estas organizaciones se caracterizan por el hecho de vincular estrechamente en sus actividades las dimensiones socio-políticas e ideológico-culturales de la vida y experiencia popular. Su dinámica y accionar concreto no responde nunca a una lógica puramente económica sino que amalgaman en ellas las motivaciones y aspiraciones por una vida mejor a nivel familiar y comunitario (involucrando aspectos de salud, educación, condiciones de vivienda y hábitat poblacional, etc.), así como también la perspectiva de una acción que se inserte en un proceso de transformación económico-política y liberación popular. En función de estas dimensiones extraeconómicas, las organizaciones suelen formar comisiones especiales para el cumplimiento de funciones y la realización de actividades culturales, sociales, solidarias, recreativas y otras, para lo cual también se asocian o coordinan con otras organizaciones similares, y se integran y participan en actividades programadas por las instituciones de apoyo.

Las inquietudes sociales, culturales y políticas inciden notablemente, además, en las formas organizativas que adopten las O.E.P. y llevan a definir criterios de trabajo, de distribución de los ingresos y recursos, de concepción de la propiedad, de gestión y administración, conforme a los cuales estas organizaciones se autoconciben a menudo como unidades económicas alternativas respecto de las formas capitalistas. Es en función de estas mismas connotaciones, que surge desde muchas organizaciones la perspectiva de avanzar hacia formas de coordinación que lleven a la constitución de un eventual movimiento social que pueda desplegar acciones más amplias. En este sentido, hay que destacar que predomina en estas organizaciones una orientación genéricamente opositora respecto al régimen político imperante; pero ello no sucede en todos los casos, existiendo muchas que buscan mantener posiciones y comportamientos apolíticos.


Hacia una definición de la O.E.P.

En base a estos elementos, y a modo de síntesis, parece posible proponer la siguiente definición: Entendemos por “organizaciones económicas populares”, las diferentes formas de asociación que, para enfrentar el problema de la subsistencia o para alcanzar la satisfacción de necesidades básicas, se constituyen en los sectores populares, especialmente de menores ingresos, contando en muchos casos con el apoyo o los servicios de alguna institución de ayuda social.

Se trata, en lo fundamental, de formas de organización en las que una actividad o función económica (producción de bienes y servicios, u obtención y suministro de bienes y servicios a sus asociados) se presenta como objetivo principal (pero no exclusivo) del grupo, que de esta manera busca enfrentar sus problemas económicos inmediatos a través de una acción directamente encaminada a solucionarlos. En perspectiva se busca, mediante la puesta en común de los propios escasos recursos junto a otros que se pueda obtener de donaciones y ayuda social, una cierta reinserción en el mercado y una participación en los beneficios obtenidos por instituciones de carácter solidario.

Característica relevante de estas organizaciones es el constituirse en base a valores no individualistas, autogestionarios, de solidaridad y ayuda mutua, y el combinar funciones y actividades económicas, sociales, culturales y educativas; ellas a veces se conciben a sí mismas como unidades económicas alternativas, que aspiran a la autonomía, y como modos de organización que postulan y tratan de llevar a la práctica líneas de transformación socio-económica y político-cultural.


Los principales tipos de organización económica popular

El intento de definición de las O.E.P. nos ha llevado a individualizar las características y elementos comunes, que comparte una amplia gama de organizaciones diferentes. Intentaremos ahora una tipología de ellas, que nos permita distinguir las formas organizativas que se han experimentado y analizarlas con algunos criterios y variables relevantes.


A. Los talleres laborales

Los talleres laborales son pequeñas unidades económicas cuya actividad central es la producción y comercialización de bienes y servicios. Están constituidos normalmente por un número reducido de trabajadores –no menos de tres y casi nunca más de quince personas-, que operan en condiciones notablemente igualitarias: la división de funciones es elemental, fluida y rotatoria, la línea de autoridad y jerarquía es casi inexistente, o se limita a la designación de una directiva que cumple las funciones de dirección sin por ello dejar las actividades laborales comunes a todos, y la distribución de los ingresos excedentes se efectúa conforme a criterios definidos colectivamente, generalmente equitativos. Cuando existe una cierta organización interna formalizada, opera concretamente a través de comisiones, a menudo combinada con asignación individual de responsabilidades y tareas. Las tecnologías y técnicas de trabajo suelen ser muy simples, de nivel artesanal, correspondientes a un limitado nivel de calificación de la fuerza de trabajo y a una muy escasa dotación de capital y de medios de producción.

Hay distintos tipos de talleres laborales. Una primera diferenciación se percibe en relación al rubro de actividad que realizan. Son, en efecto, muy distintos tanto en su organización como en cuanto a los problemas que presentan, los talleres que producen bienes para colocar en el mercado y los que ofertan servicios. Con estos términos es asumida por parte de los talleres mismos una diferencia importante; pero la distinción no corresponde exactamente a lo que se entiende normalmente por bienes y servicios, ya que en el llamado sector informal de la economía del que forman parte, la distinción entre producción de bienes y actividades de servicio no parece muy adecuada debido a la fluidez, variabilidad e informalidad que lo caracteriza. Usando los términos en sentido estricto, habría que distinguir entre tres tipos de talleres: a) los que producen bienes (por ejemplo, amasanderías y panaderías populares, talleres de confección de vestuario, de carpintería, elaboradores de artesanías, de productos alimenticios, etc.), b) los que prestan servicios (lavanderías, peluquerías, talleres de reparación de artefactos electrodomésticos, de instalaciones eléctricas, gasfitería, etc.), y c) mixtos, o sea que producen bienes y prestan servicios indistintamente (que es lo que de hecho hacen casi todos los que operan en el rubro de la construcción: albañilería, cerrajería, pintura de edificios; pero también gran parte de los indicados en las dos categorías anteriores, pues, por ejemplo, los talleres de confección, de carpintería, de producción de alimentos, también realizan normalmente trabajos de reparación o prestan otros servicios relacionados con su actividad, y los de gasfitería, instalaciones eléctricas, reparación de artefactos, elaboran piezas y productos).

Así planteada, la clasificación no parece muy relevante; sin embargo hay a este respecto una diferenciación muy importante entre los talleres laborales, que puede ser concebida no tanto por el tipo de producción o rubro de la actividad sino por el modo en que se establece la relación entre la oferta y la demanda. La diferencia estriba en el hecho que algunos talleres elaboran por cuenta propia un determinado volumen de producción, asumiendo la totalidad de los costos, y luego los comercializan o entregan a precios definidos en algún sistema de distribución o colocación, mientras que otros talleres operan respondiendo a demandas previamente recibidas, en las que el demandante proporciona generalmente los materiales, estableciéndose un contrato con el taller por el valor del trabajo que éste realizará con sus propias herramientas y equipos. Estas dos formas de operar corresponden en gran medida, pero no coinciden totalmente, respectivamente a los talleres cuya actividad principal es la producción de bienes y a los que ofrecen servicios, siendo ésta la razón de que se acostumbre a distinguirlos en tal forma.

Otra diferenciación de tipos de talleres laborales se verifica en relación al grado de ocupación de la fuerza de trabajo, que determina directamente la estabilidad ocupacional que ofrece el taller a sus integrantes y la continuidad que manifiestan sus actividades económicas, productivas y comerciales. Desde este punto de vista se distinguen tres tipos principales de talleres:

a) Están aquellos que tienen una actividad constante y regular, constituidos por trabajadores que cumplen una jornada laboral completa, con estabilidad y continuidad; estos talleres suelen tener un lugar donde funcionan permanentemente (aún cuando el trabajo se realice a menudo fuera de él, como en el caso de los del rubro de la construcción), llevan registro y control del tiempo de trabajo de cada integrante, y suelen preocuparse por encontrar solución estable al problema de la previsión social.

b) En un segundo tipo de talleres, el trabajo de los integrantes y la actividad laboral y comercial puede ser estable y continuada, en el sentido que su funcionamiento es regular y permanente, pero la jornada de trabajo de cada asociado es parcial. El taller no ofrece entonces una solución ocupacional completa, sino que sus integrantes combinan el trabajo del taller con otras ocupaciones parciales, o bien con la atención del hogar (especialmente en el caso de mujeres dueñas de casa) y el estudio o capacitación profesional (muy común en el caso de los jóvenes); en muchos casos estos talleres no tienen un local de trabajo permanente, sino que se reúnen periódicamente (una vez a la semana) a programar el trabajo, tomar decisiones, recibir capacitación, etc., en algún local prestado por alguna institución o en la casa de algún integrante, mientras cada uno trabaja independientemente en su casa distribuyendo su propio tiempo, y con un compromiso de elaborar una cantidad dada de productos, conforme a una programación de conjunto.

c) Un tercer tipo de talleres laborales es aquél en que las actividades productivas y comerciales no son estables ni continuas sino esporádicas u ocasionales, respondiendo a demandas específicas que se producen en ciertas fechas (fiestas patrias, Navidad, etc.) o en ocasión de campañas o actos programados por el grupo (ferias dominicales, ventas ocasionales, para juntar fondos con un destino predefinido, etc.); estos talleres suelen ser organizaciones en que la actividad laboral se encuentra subordinada –desde el punto de vista de los objetivos explícitos de la organización- a otras funciones: recreativas, culturales, religiosas, de reflexión y desarrollo integral de sus miembros, etc.

Un tercer criterio con el que es posible distinguir los talleres laborales se refiere a su grado de autonomía operacional o dependencia respecto a alguna institución de apoyo. Esta distinción no tiene que ver tanto con niveles subjetivos de conciencia y motivación autogestionaria, sino, más objetivamente, con las capacidades técnicas que tenga el taller de cumplir por cuenta propia todas las funciones económicas necesarias, lo que a su vez depende principalmente de su dotación de recursos propios. Distinguimos, en este sentido: a) los talleres que pueden considerarse completos y autónomos, y b) aquéllos que son aún dependientes y parciales (o incompletos), pero es preciso tener en cuenta que entre estos dos tipos “ideales” se encuentra una amplia gama de situaciones intermedias en las que se ubican de hecho los casos reales.

Podemos considerar como autónomo y completo un taller que realiza o está en condiciones de efectuar por cuenta propia tanto las funciones productivas como las de comercialización de su trabajo y la administración y gestión de la unidad económica; lo cual se verifica cuando cuenta como recursos propios no sólo con la fuerza de trabajo de sus integrantes y los instrumentos necesarios para trabajar, sino también con un cierto financiamiento para gastos operacionales, una independencia tecnológica en el sentido de diseñar y proyectar se propia producción y trabajo, y una capacidad de administración, autogestión e iniciativa económica.

Como dependientes y parcial (o incompleto), consideramos aquellos talleres en los que alguna de las funciones económicas básicas (comercialización, diseño de la producción, administración, etc.) no es cumplida por el taller mismo, sino realizada por alguna institución promotora o de apoyo, limitándose el grupo a la tarea productiva, lo cual sucede generalmente cuando el grupo se forma disponiendo solamente de la fuerza de trabajo de sus integrantes y de algunos medios de producción, pero no de los suficientes recursos para el financiamiento operacional, la administración y gestión, o el diseño y control técnico del proceso de producción y comercialización. Cabe tener en cuenta a este respecto, que algunos talleres realizan independientemente sólo algunas de estas funciones económicas básicas, pero que las cumplen todas en cuanto asociados a una organización autónoma (un multi-taller, por ejemplo, o una cooperativa de talleres artesanales) caso en el cual debemos considerarlos en el grupo de los talleres autónomos y completos.

Existe el caso de talleres que viven un proceso de autonomización, consistente en la transición desde una situación en que alguna institución de apoyo cumplía una función económica básica respecto de un conjunto de talleres coordinados, a una situación nueva en que es una instancia coordinadora de los talleres mismos la que asume para todos ellos la función económica que cada uno independientemente no está en condiciones de cumplir.


B. Las organizaciones de cesantes

Las organizaciones económicas de los cesantes tienden a enfrentar el mismo problema básico que los talleres laborales, el de la desocupación y falta de trabajo, pero buscando una solución de otro tipo, mediante otras actividades y funciones. Mientras en el taller laboral los desocupados se organizan en cuanto trabajadores, para trabajar y producir por cuenta propia, en las organizaciones de cesantes los trabajadores se organizan en cuanto desocupados, para contratar su fuerza de trabajo con terceros o abrir una vía para su colocación. Estas organizaciones enfrentan un problema económico inmediato, respecto al cual sus asociados buscan una solución a través de actividades directamente encaminadas a lograrlo; en este sentido, comparten las características propias de las O.E.P. que las diferencian de otras formas de organización popular en que predomina la intención reivindicativa; sin embargo, ésta también se hace presente en estas organizaciones de cesantes que, justamente, conciben el trabajo como un derecho humano fundamental, aunque en las condiciones económico-políticas imperantes encuentren obstaculizadas las posibilidades de exigirlo en los términos y modos tradicionales.

Las organizaciones de cesantes han adoptado diferentes denominaciones que corresponden a distintas formas de encarar el problema y a la experimentación de líneas de acción y asociación diversas frente a una situación muy difícil de solucionar en el contexto económico y político en que deben operar.

a) Las primeras experiencias fueron las “bolsas de cesantes”, en las que se organizaron principalmente despedidos de sus empresas por razones políticas, durante los primeros años de la dictadura. Funcionaron como grupos relativamente cerrados, que encontraron protección institucional y apoyo (incluyendo el financiamiento para los dirigentes) de parte de entidades solidarias creadas en las Iglesias, y cuya principal forma de resolver el problema de sus integrantes fue la creación de talleres artesanales y pequeñas empresas de autogestión, con el aporte económico de agencias e instituciones extranjeras para el desarrollo, y la colaboración de grupos institucionales locales que los apoyaban especialmente en la comercialización de los productos y en capacitación.

b) Otra forma de organización de cesantes son los “centros de servicio a la comunidad”, que son una instancia de coordinación que opera a la manera de agencias informales de empleo: en base a una lista de desocupados que se ofrecen para determinados servicios u oficios, las personas inscritas son asignadas a trabajos ocasionales demandados desde los más diversos lugares, a través de las parroquias, Vicarías u otros centros.

c) La organización actualmente más difundida es el “comité de cesantes”, organización autónoma de personas que buscan trabajo en una misma población o barrio, y que se reúnen para enfrentar colectivamente su problema. Son organizaciones abiertas a la libre inscripción de los pobladores interesados, que funcionan como una asamblea que se reúne periódicamente y se dan una directiva que programa y organiza las actividades: entrega de información, análisis del problema de la cesantía y de los otros problemas comunes a los sectores populares, encuestas sobre desocupación y calificación de mano de obra en la población en que opera el grupo, actividades de capacitación, representación de los cesantes ante las autoridades municipales en demanda de solución, etc.

d) De los Comités de cesantes han surgido a veces grupos de trabajo que pueden ser considerados como organizaciones económicas populares, aunque transitorias en la medida que la ocupación conseguida para el grupo no es estable y al término de ella los integrantes vuelven a incorporarse al Comité. Es el caso de los grupos de cesantes que han encontrado ocupación en las actividades programadas por la campaña “Trabajo para un hermano”, y que precisamente a través de iniciativas surgidas de los Comités de cesantes se han canalizado en algunas partes mediante la formación de grupos que ejecutan las obras o trabajos pedidos coordinados por el Comité.

e) Una forma de organización de cesantes surgida recientemente es la de quienes, aprovechando una figura jurídica contemplada en la legislación laboral, han constituido “Sindicatos de trabajadores independientes” o “eventuales”. Con un mínimo de 25 trabajadores de similar especialidad (particularmente trabajadores de la construcción), estas organizaciones logran estabilidad, y apoyan y canalizan la búsqueda de ocupación en el mercado de trabajo, además de realizar actividades de carácter reivindicativo y otras similares a las de los comités de cesantes, conectándose con el movimiento sindical organizado.

Hay que señalar, por último, que las distintas formas de organización de cesantes han generado instancias organizativas superiores con base territorial: agrupaciones coordinadoras de cesantes, que realizan actividades y encuentros de coordinación, apoyo a los grupos de base, planificación y desarrollo de líneas de acción, y que tienden a homogeneizar las formas de organización y acción de los distintos tipos de asociación de cesantes.

La heterogeneidad de las experiencias de organización de los cesantes dificulta una clasificación o tipología de esta forma de O.E.P. Podemos, sin embargo, indicar dos criterios diferenciadores: por un lado, el grado de apertura del grupo a la inscripción e incorporación de nuevos integrantes; ello determina grupos relativamente más cerrados, como las bolsas de cesantes, los sindicatos de trabajadores eventuales y los grupos que forman parte de la campaña “trabajo para un hermano” y grupos abiertos, como los comités de cesantes, los centros al servicio a la comunidad y, en otro nivel, las agrupaciones coordinadoras.

Otro criterio de diferenciación se puede encontrar en el modo en que las organizaciones canalizan la búsqueda de solución ocupacional para sus integrantes. Al respecto puede distinguirse: a) aquellas organizaciones que operan preferentemente hacia el sector informal de la economía (bolsas de cesantes, centros de servicios a la comunidad); b) las que orientan su acción principalmente hacia el mercado del trabajo o las instancias públicas o municipales (algunos comités de cesantes, los sindicatos de trabajadores eventuales); y c) aquellos grupos que se vinculan más directamente con las instituciones de apoyo y su flujo de donaciones (algunos comités y bolsas de cesantes, los grupos en “trabajo para un hermano”).


C. Las organizaciones para el consumo básico

Se trata de distintas formas de asociación de personas y familias que cuentan con muy escasos ingresos, y que a través de la organización logran acceder o mejorar su consumo de alimentos. En cuanto están orientadas a enfrentar el más elemental de los problemas de la subsistencia, la alimentación, en familias que no tienen asegurado el sustento cotidiano, estas organizaciones son las que más ampliamente necesitan el apoyo externo, concretizado especialmente en alimentos y recursos.

a) Las primeras organizaciones que se crearon para enfrentar el problema de la alimentación fueron los “comedores infantiles”, que luego se transformaron en “comedores populares”, en los que se garantiza a través de un consumo colectivo un mínimo de alimentación necesario para sobrevivir o evitar la desnutrición. Surgieron vinculados a comunidades, parroquias o capillas cristianas, como una forma de reorientar su acción asistencial acompañándola de un esfuerzo por preservar una fórmula elemental de organización popular, y de efectuar algunas líneas de capacitación, recreación y cultura. Dar de comer, denunciar que existe hambre, y ser “escuela de solidaridad” y organización popular, son los objetivos que se formulan los organizadores y los grupos que los promueven y apoyan. Los integrantes de los comedores, por cierto, no se limitan al consumo de alimentos, sino que desarrollan otras actividades necesarias para el funcionamiento de la organización; organización del trabajo de preparación de los alimentos, administración y gestión, recolección de alimentos, bazares y rifas para generar pequeños ingresos, reuniones de discusión y análisis de problemas, programación y realización de campañas de distintos tipos, vinculación con otras organizaciones, etc. Además los comedores populares han sido fuente y base de formación de otras organizaciones: guarderías infantiles, comités de salud, talleres productivos, bolsas de cesantes, comités de abastecimiento, campamentos de verano, etc.

b) Los comedores populares han sido una alternativa de consumo básico para grupos determinados de pobladores. El notable incremento de la cesantía y el deterioro masivo de la situación económico-social de los pobladores que se agudiza con la recesión que se verifica a partir del segundo semestre de 1981, ha hecho aparecer en numerosas poblaciones una nueva forma de organización para el consumo colectivo de alimentos: las “ollas comunes”, que consisten básicamente en la preparación de centralizada de una ración alimenticia diaria que se distribuye a todas las familias de un sector poblacional que lo requieran y se inscriban. Las ollas comunes tienen, además, un fuerte significado de denuncia social, y extienden su actividad (a través de encuestas sobre cesantía, situación de salud, etc.) a una toma de conciencia de la real situación que se vive en las poblaciones.

c) Los “comités de abastecimiento” han surgido como una forma de organización a través de la cual son canalizadas raciones alimenticias ofrecidas por alguna institución solidaria (Vicaría, Cáritas, etc.), de manera que los integrantes, sumando su propio esfuerzo organizado logren multiplicar o ampliar el beneficio recibido. La operación económica que realizan suele ser la siguiente: la organización recibe ciertas cantidades y raciones de alimentos, que entrega a los integrantes a un bajo precio (generalmente, la mitad de su valor); con el dinero recolectado el grupo compra en común otros productos en el mercado, ampliándose de esta manera la “canasta” de alimentos que se distribuye entre los integrantes de la organización.

d) Los “comprando juntos” son una forma de organización más elaborada que la anterior, y se caracterizan por una mayor (o completa) autonomía respecto a instituciones de apoyo y beneficencia. Se basan en un criterio de ahorro realizado en común, y de compra en cantidades de manera de obtener más bajos precios, a lo cual se agrega un aprendizaje colectivo de la planificación y racionalización del consumo familiar. Operan de la siguiente forma: el grupo constituye un capital inicial, sea a través del pago de una cuota de ingreso, o mediante la realización de bazares, rifas, ferias, etc.; se programa y realiza una compra semanal o mensual de productos no perecibles, en base a listas de necesidades de los integrantes. Estos productos son vendidos al costo, o con un pequeño porcentaje si se desea incrementar el capital inicial, a los mismos integrantes, los que de este modo se ven beneficiados no sólo por el mejor precio obtenido al comprar juntos en mayores cantidades, sino también por la seguridad de disponer a futuro y en forma continuada de los alimentos requeridos que les da el disponer del ahorro previo. Además, los grupos realizan compras, ventas y confección de productos que se necesitan estacionalmente: uniformes escolares, frazadas, útiles y juguetes, etc. Tienen reuniones periódicas de programación, y efectúan reuniones o asambleas generales de todos los grupos.

e) Las “bodegas populares de alimentos” han sido una modalidad de organización para el consumo que agrupan a distintas otras organizaciones populares, quienes forman un fondo común a través de aportes solidarios. Los alimentos recolectados eran ofrecidos a los miembros de las organizaciones en condiciones particularmente ventajosas, generalmente el 40% del valor de mercado, y con el dinero recolectado se adquirían otros productos para la bodega, que se sumaban a los recibidos de donaciones.

f) Otra modalidad de organización para el consumo básico de alimentos la constituyen los “huertos familiares” y “minigranjas”. Consisten fundamentalmente en el aprovechamiento del terreno o sitio de las viviendas, para la producción de hortalizas y crianzas, para el autoconsumo familiar, utilizando tecnologías apropiadas o intensivas. Cada grupo familiar trabaja independientemente su propio huerto, pero las iniciativas suelen extenderse a grupos poblacionales que generan formas organizativas, vinculadas a instituciones de apoyo que promueven y capacitan técnicamente para el desarrollo de esta forma de encarar la subsistencia. Se han formado además “huertos comunitarios” donde grupos organizados de jóvenes trabajan en sitios eriazos conseguidos con instituciones religiosas u otras.

g) Una modalidad reciente de organización para el consumo básico la constituyen los denominados “grupos de autoayuda”; se han formado en base a personas y grupos que han solicitado donaciones de alimentos a “Cáritas”. Buscando evitar una acción puramente existencial, tales donaciones son distribuidas en forma organizada, en la medida en que los grupos desarrollen actividades de autoayuda, en beneficio de la comunidad o de alguna de las familias integrantes de la organización, tales como arreglo de casas, mejoramiento de locales comunitarios, calles o lugares públicos, etc.

Consideradas en conjunto, las organizaciones para el consumo básico son las más numerosas y extendidas, y entre las O.E.P. son aquéllas que benefician a un mayor número de familias. Estas organizaciones pueden ser clasificadas en base a dos criterios principales. Una primera distinción se refiere a la fuente de abastecimiento de los productos alimenticios, que puede ser el mercado (los “comprando juntos” y parcialmente los “comités de abastecimiento” y las “bodegas populares”), donaciones y aportes institucionales y solidarios (los “comités de abastecimiento”, las “ollas comunes”, los “comedores populares” y “grupos de autoayuda”), y la producción propia (los “huertos familiares”, “huertos colectivos” y “minigranjas”). Otro criterio de clasificación puede encontrarse en el modo en que se realizan las actividades tendientes a satisfacer las necesidades básicas de consumo; se distinguen con este criterio las organizaciones que se preocupan de abastecer a las familias integrantes de productos alimenticios necesarios (los “comités de abastecimiento” y los “comprando juntos”), las que elaboran y preparan colectivamente los alimentos y raciones para su consumo en común (los “comedores populares” y “ollas comunes”) y las que producen alimentos para el consumo (los “huertos” y “minigranjas”).


D. Organizaciones para problemas habitacionales

En relación a la vivienda y a los problemas habitacionales se han creado diferentes tipos de organización en las poblaciones. Hay que hacer notar al respecto que en el país existe una larga historia y tradición de lucha, reivindicación y organización de los pobladores, para enfrentar estos problemas, de manera que en esta caso la “novedad” que presentan en la actualidad es relativa, consistiendo básicamente en un nuevo modo de proceder y actuar, que se adapta a las condiciones económico-políticas imperantes; existen, sin embargo, algunas organizaciones que no tienen precedentes importantes y que constituyen una experimentación y búsqueda que se vincula más directamente al fenómeno de las nuevas organizaciones económicas populares.

a) Los “comités de vivienda” y los “comités de pobladores sin casa”, son agrupaciones que podríamos considerar tradicionales, pero que han debido adecuar a las nuevas condiciones su modo de funcionamiento y de acción. Tienen un carácter fundamentalmente reivindicativo y de lucha por el derecho a una vivienda dignas, que canalizan las necesidades y demandas habitacionales hacia las Municipalidades y el Gobierno, y que definen posiciones comunes frente a planes de erradicación de poblaciones, traslados, subsidios habitacionales, etc. En algunos casos han realizado “tomas de terrenos” a partir de las cuales se inicia un proceso de negociación con las autoridades.

b) Organizaciones más propiamente económicas son los “grupos pre-cooperativos”, consistentes en la organización de un número determinado de familias que busca solución habitacional a través de una combinación de la puesta en común de recursos propios y del intento de acceder a beneficios de carácter social. Más concretamente, estos grupos realizan colectivamente ahorros para la compra de sitios, a través de cuotas individuales y de actividades grupales para recolección de fondos; a ello se suma el recurso a instituciones de apoyo que les prestan asesorías jurídicas y promocionales y les facilitan ciertos servicios técnicos relacionados con la urbanización, planos, construcción, etc. Contando con recursos definidos, los grupos tienen posibilidad de presentar sus necesidades y proyectos ante las autoridades, instituciones y servicios relacionados con la vivienda, y también postular a ciertas líneas de subsidio y políticas habitacionales implementadas por el Gobierno.

c) Otras organizaciones relacionadas con lo habitacional, pero más específicas en cuanto a su objetivo inmediato, son los “comités de agua”, “comités de luz” y los “comités para el pago de dividendos del SERVIU”, los que se forman con el propósito de renegociar en común el pago de cuotas y deudas impagas, o de enfrentar en común la búsqueda de solución a estos problemas habitacionales particulares.

De la descripción anterior resulta clara la posibilidad de clasificar estas organizaciones que se han creado para enfrentar los problemas habitacionales, en base al modo y la forma de acción a través de la cual se proponen alcanzar su objetivo: las de reivindicación y lucha, las que parten con la puesta en común de recursos propios, y las que operan básicamente a través de la negociación.


E. Otras organizaciones poblacionales de servicios

Las que hemos descrito y clasificado hasta aquí configuran, en conjunto, el fenómeno específico de las nuevas organizaciones económicas populares, que comparten los rasgos fundamentales que hemos destacado en nuestro intento de contextualización. Existen, sin embargo, muchas otras formas de organización popular, también nuevas en el sentido mencionado anteriormente, y de hecho relacionadas estrechamente con las O.E.P. propiamente tales, a las que es preciso hacer mención aquí aunque no formen parte del universo de organizaciones que en este estudio consideramos. Se trata de distintos tipos de organizaciones populares cuyo objetivo principal no es exactamente de carácter económico, pero que prestan servicios a sus integrantes y a la comunidad y que desarrollan eventualmente actividades organizadas similares o iguales a las que otras organizaciones descritas realizan en forma más permanente o como función principal. Los podemos agrupar en base al tipo de servicios específicos que prestan primordialmente y en ciertos casos en base al tipo de personas que las organizan.

a) En salud, han tenido desarrollo algunas organizaciones basadas en la idea de la autogestión, principalmente los círculos de salud, algunos grupos que desarrollan alternativas de medicina tradicional y popular, diferentes búsquedas organizadas respecto a salud mental, terapia de grupos, yoga y expresión cultural, clubes de rehabilitación de alcohólicos, grupos de mujeres embarazadas, etc. Las actividades que desarrollan estos grupos son muy variadas: toma de conciencia y discusión de los problemas de salud de los pobladores, capacitación, campañas de prevención de enfermedades, canalización de servicios e información, diferentes actividades de ayuda a la comunidad, reuniones de estudio y discusión de problemas específicos de interés para el grupo, etc.

b) En educación existen experiencias de escuelas y colegios alternativos gestionados por los trabajadores y los padres, centros educacionales que buscan la integración de la comunidad en procesos de formación y capacitación popular, centros comunitarios de atención pre-escolar, jardines infantiles y parvularios populares.

c) En el sector de la recreación y cultura, existen experiencias de grupos que organizan colectivamente vacaciones, colonias urbanas, clubes y centros culturales de varios tipos, etc. Estas organizaciones suelen realizar durante el año actividades tendientes a recolectar fondos que les permiten programar y cumplir las funciones específicas para las cuales se han organizado, y se encuentran también en contacto con aquellas instituciones de apoyo y solidaridad que les proporcionan ayudas, recursos y servicios para encarar los problemas de subsistencia de las familias integrantes.

d) Existen además numerosas experiencias de grupos organizados de mujeres, de jóvenes, de pensionados y de otras categorías de pobladores, que combinan la reflexión y discusión sobre los problemas que afectan en general a los pobladores y en particular a la categoría de personas que constituyen la organización, con la realización de actividades específicas dirigidas a enfrentar concretamente tales problemas. En general, puede afirmarse que existe una tendencia manifiesta, por parte de las organizaciones poblacionales en general, a realizar actividades de carácter económico para enfrentar los problemas de la subsistencia o para alcanzar mediante el trabajo organizativo alguna solución a problemas inmediatos. Sucede a menudo, también, que organizaciones populares de distinto tipo, bajo la presión de estos problemas y en particular ante la enorme extensión alcanzada por la cesantía, tienden a reestructurarse a la manera de alguna O.E.P. examinadas anteriormente; de hecho, es ésta una de las formas de origen de los talleres productivos, los comprando juntos, comités de abastecimiento, grupos de autoayuda, comités de cesantes, etc.

Para una caracterización de los integrantes de las O.E.P. y de sus motivaciones
Al identificar y delimitar el fenómeno de la Organizaciones Económicas Populares, hemos visto que se trata de una respuesta que surge en los sectores populares urbanos, frente a la marginación y exclusión económica y política de que han sido objeto en el contexto de la reorganización de la economía y el Estado que se ha operado en el país a partir del golpe de estado de 1973; el fenómeno aparece ante todo como una “estrategia de sobrevivencia”, siendo el objetivo básico de la generalidad de las O.E.P. el enfrentar asociativamente necesidades económicas fundamentales y encontrar formas de subsistencia.

Nos interesa ahora examinar, más en particular, el tipo de personas que las constituyen, y las motivaciones que las llevan a enfrentar de esta manera sus problemas. Es necesario comprender por qué la gente se organiza, qué las lleva a integrar este tipo de asociaciones, por qué adoptan esta particular estrategia de subsistencia. De hecho, los sectores populares que experimentan las situaciones y problemas analizados son mucho más numerosos que aquellos que se organizan o vinculan a las O.E.P.; y hay gente que enfrenta estas mismas situaciones y problemas de otras maneras, a través de estrategias individuales, o recurriendo a la caridad, o a la migración, o bien simplemente encerrándose en su situación de pobreza sin vislumbrar horizontes y posibilidades de salida; están también quienes privilegian otro tipo de acción y organización, más reivindicativa y de tipo político, canalizando a través de formas de lucha más tradicionales el enfrentamiento de los problemas populares.


a) Conciencia social y solidaria

En términos muy generales, y considerando el conjunto de los distintos tipos de O.E.P., puede afirmarse que sus integrantes, y en especial sus dirigentes, provienen mayoritariamente de los segmentos más dinámicos de los sectores populares, vinculados a la vasta tradición organizativa del pueblo tanto a nivel político, sindical y poblacional, o a la acción social y organizativa de las Iglesias, especialmente la católica, con su red de parroquias, comunidades de base, grupos funcionales, etc., extendida molecularmente en todo el país. Es evidente que el surgimiento, desarrollo y permanencia de las O.E.P. no hubiera sido posible si los valores de la organización y de la solidaridad no estuvieran fuertemente radicados en la cultura popular, y si no existiera aquella vasta, extendida y prolongada tradición organizativa del pueblo.

Una parte importante de la gente que promueve, organiza, participa y se vincula a las O.E.P., sus miembros más dinámicos y activos, no son personas tradicionalmente marginadas y atomizadas, sino personas que han tenido participación y experiencias anteriores en actividades productivas, en organizaciones sociales, políticas y religiosas, que tienen un nivel de conciencia social elevado, ciertas capacidades técnicas, que en muchos casos han sido dirigentes precedentemente; al quedar excluidos de la producción y al haber sido desarticuladas otras instancias de organización y participación, queda en el mundo popular un potencial de conciencia social y técnica que se canaliza a través de estas nuevas formas y estrategias colectivas de acción frente a los problemas concretos.
Las diferencias en el nivel de conciencia social y crítica son manifiestas también en relación a los distintos tipos de organización. De todas maneras, es perceptible que algunos tipos de organización reflejan mayormente una conciencia solidaria a nivel microsocial (por ejemplo, los comités de abastecimiento), otras representan una orientación más decidida de lucha y protesta con mayor contenido reivindicativo (por ejemplo, los comités de cesantes), y otras expresan búsqueda de alternativas, de nuevas formas de relación social, con mayor presencia de una tendencia a la autonomía y la autogestión (por ejemplo, los talleres productivos).


b) Respuesta ante la necesidad y opción consciente

Hay que tener en cuenta, además, que en muchos casos la integración de una O.E.P. es debida a una mezcla de los modos de pensar y valores que orientan hacia la búsqueda colectiva, y de lo que podemos considerar como un estado de necesidad: participar en una de estas organizaciones se presenta a menudo como la alternativa obligada para enfrentar los problemas, debido a que las personas carecen de otros recursos y soluciones, o no tienen las capacidades y la iniciativa individual para salir solos adelante.

El identificarse y preferir la alternativa O.E.P. frente a otras formas de organizar la acción popular es menos clara, pero también se hace presente en forma creciente, en personas de elevada conciencia social y política que han tenido experiencias de participación en organizaciones populares de carácter reivindicativo y de lucha. Al respecto cabe señalar que ha habido una evolución en el tiempo. En las primeras O.E.P surgidas inmediatamente después del golpe de 1973, estaba muy presente el sentimiento de que estas organizaciones eran transitorias y constituían una forma de preservar un nivel mínimo de organización popular; para algunos fueron básicamente una especie de refugio organizativo en un contexto de repliegue político y social, de modo que a medida que se han ido abriendo otras alternativas de organización popular o se han ido reconstituyendo las formas de acción y lucha tradicionales, las han dejado por opciones que consideran más importantes o coherentes con su modo de pensar. Esta situación cambió notablemente en los años ochenta, cuando el mundo popular fue creando alternativas diferentes de acción y organización.


c) Heterogeneidad de motivaciones y situaciones socio-económicas

Dentro de este encuadramiento general respecto al tipo de persona y a las motivaciones que las llevan a organizarse, es preciso considerar la existencia de cierta heterogeneidad entre los integrantes de los distintos tipos de O.E.P., sobre la que incide también la localización geográfica y poblacional de las mismas.

En cuanto a la composición de los talleres laborales de Santiago, podemos distinguir las siguientes situaciones. En los talleres de tipo artesanal y de confección de vestuarios y afines, se trata generalmente de mujeres de todas las edades, predominando aquéllas que tienen una alta responsabilidad familiar, esposas de cesantes, viudas o con situación conyugal irregular; en general, se trata de personas que han tenido experiencia laboral anterior, pero que actualmente no pueden destinar su jornada completa a trabajar. En la gran mayoría de los casos ellas se encuentran capacitadas para producir bienes y servicios de consumo popular: costura, confección, peluquería, habilidades manuales varias. Su nivel de educación formal es generalmente bajo, con algunas excepciones y su situación socioeconómica es, casi siempre, extremadamente pobre.

Los talleres de trabajo permanente que operan en el rubro de la construcción o que prestan servicios de reparación de artefactos e instalaciones, o que producen bienes de consumo en carpintería, gráfica, etc., estando constituidos por diferente tipo de personas en los distintos casos particulares, tienden a agrupar en cada uno trabajadores relativamente homogéneos. En algunos casos se trata de artesanos o trabajadores por cuenta propia que han puesto en común sus herramientas y habilidades, logrando en tal forma mayor estabilidad de trabajo e ingresos más regulares (aunque no siempre superiores a los que obtenían trabajando independientemente). En otros casos se trata de trabajadores cesantes, de jóvenes que no tienen experiencias de trabajo anterior, y en general de personas que han sido desplazadas del mercado del trabajo, sea por quiebra de su empresa, reducción de personal, despido por actividades sindicales o políticas. Generalmente constituyen una fuerza de trabajo relativamente especializada y calificada, sea a través de estudios técnicos o por experiencia laboral, con un nivel de instrucción formal intermedia y en algunos casos bastante elevada.
En el período más reciente, con el impacto de la crisis que ha hecho incrementar drásticamente la cesantía y los problemas de subsistencia, tienden a surgir nuevas iniciativas organizadas de trabajo, nuevos talleres productivos y de servicios, con una distinta composición de la fuerza de trabajo. Por un lado, se trata de personas desplazadas de la fuerza de trabajo, obreros que han quedado cesantes por quiebra de la empresa o reducciones de personal; por otro lado, ante la agudización de los problemas económicos de las familias, personas anteriormente inactivas, jóvenes aún en edad escolar, mujeres de más edad que se desempeñaban en labores domésticas, se incorporan a las actividades organizadas, teniendo una escasa calificación. Obreros cesantes, fuerza de trabajo secundaria, y personas que han sido excluidas del mercado de intercambio en cuanto menos aptas para integrarse en el ambiente competitivo imperante (carecen de recursos económicos, tienen un bajo nivel de instrucción, son fuerza de trabajo menos calificada y eficiente, se encuentran desfavorecidas por razones de edad, salud, sexo, etc.) constituyen el tipo de personas que tienden a predominar en los talleres de trabajo ocasional.

La composición de las organizaciones de cesantes es más difícil de determinar, teniendo en cuenta que el problema de la desocupación afecta a las más variadas categorías y grupos populares, que pueden encontrar una vía para enfrentar su problema a través de alguna de estas organizaciones. De todos modos, es posible señalar algunas realidades diferenciadas respecto a las distintas organizaciones de este tipo. Las bolsas de cesantes fueron constituidas principalmente por trabajadores que fueron despedidos durante los primeros meses del régimen militar, en particular de empresas que habían sido estatizadas o incorporadas al área de propiedad social, despidos que afectaron especialmente a dirigentes sindicales y a trabajadores políticamente activos, independientemente de su nivel de instrucción formal y del tipo de calificación profesional y laboral. Los centros de servicio a la comunidad se han constituido en gran parte con personas relacionadas a las actividades parroquiales, vinculadas a las Vicarías zonales, o pertenecientes a comunidades de base, o que se encuentran dentro del radio de los contactos directos de las instituciones religiosas en torno a la cual se organizan. El caso de los comités de cesantes es diferente, en cuanto a ellos pertenecen trabajadores desocupados de distinto tipo y situación, teniendo como factor común el hecho de ser personas de una misma población o base territorialmente definida; en estas organizaciones hay que distinguir dos niveles de participación: la de un pequeño grupo organizador, solidaria y socialmente motivado para la acción organizada, y la de los miembros que se inscriben en la organización en cuanto han sido contactados por el grupo organizador pero que mantienen una relación mucho más pasiva. Los sindicatos de trabajadores eventuales o independientes tienen una base más homogénea, estando constituidos especialmente por trabajadores de la construcción que no tienen ocupación, o por los trabajadores de empresas que cierran o enfrentan situación de quiebra.

Las organizaciones para el consumo básico, dado el carácter de éstas y el tipo de problemas que enfrentan, son quizás las que agrupan a personas más pobres y de menos recursos. Un estudio sobre el Programa de Comedores Populares de la Vicaría de la Solidaridad, realizado por investigadores de FLACSO, ha establecido que “inicialmente los comedores se crearon para dar de comer a los niños cuyos padres estaban cesantes o detenidos. A medida que pasa el tiempo y el hambre va afectando a los jóvenes y adultos, los comedores van abriendo sus puertas a estos grupos y se van transformando en comedores familiares. Es así como a los comedores asisten ahora niños y adultos provenientes de familias con las siguientes características: jefes de hogar, ex-obreros de la construcción, feriantes, “pololeros”, un número no precisado de cesantes crónicos; hijos de mujeres abandonadas y/o viudas; personas que pertenecen a grupos familiares numerosos. Muchas de las familias que van al comedor viven en su mayoría en viviendas de tipo campamento de emergencia. Son personas con escasa participación en organizaciones comunitarias. Existe un porcentaje alto también de niños con problemas escolares: deserción, retraso escolar, alteraciones conductuales”.

A diferencia de los comedores populares, donde participan personas y familias que enfrentan una situación permanente de alimentación, las ollas comunes están generalmente constituidas por pobladores cuyo estado de extrema necesidad se ha presentado en el cuadro de la aguda crisis económica y de la acelerada expansión de la cesantía que se ha manifestado en el período más reciente; en tal sentido, puede decirse que en estas organizaciones de consumo participan los pobladores que comparten una situación muy generalizada de pérdida de los ingresos regulares.

Ahora bien, como las ollas comunes tienen muy explícito un contenido de denuncia social y son de hecho combatidas por las autoridades municipales, o por las Juntas de Vecinos que operan en conexión con las políticas de Gobierno, es bastante manifiesto que en ellas participan preferentemente los pobladores que tienen una cierta conciencia social crítica –en distinto grado y nivel de compromiso- y una orientación general contraria al sistema imperante en el país.

Los comités de abastecimiento corresponden en parte a la reorientación de la acción de las instituciones de la Iglesia, y en tal medida están constituidos por los beneficiarios tradicionales de dicha acción; pero además de esto, muchos de ellos se han constituido a partir de una realidad distinta, la de pobladores vinculados a la acción pastoral social y solidaria, que desarrollan las Vicarías, parroquias y decanatos de la Iglesia Católica.
Los “comprando juntos” se diferencian de los comités de abastecimiento por su menor dependencia de las actividades de las Iglesias, siendo organizaciones que operan con creciente autonomía. Las primeras organizaciones de este tipo surgieron en realidades poblacionales bien determinadas, en las que existió una fuerte tradición de lucha y organización popular; sucesivamente la experiencia de los “comprando juntos”, se ha extendido –especialmente en la Zona Oeste de Santiago-, constituyéndose como una forma de enfrentar el consumo básico por parte de las familias afectadas por la cesantía obrera: la capacidad de organización de los trabajadores de la industria y la construcción, encuentra expresión en las nuevas condiciones de vida que se crean a partir de la cesantía prolongada.

Los huertos familiares son una realidad incipiente y aún no muy extendida; las características de quienes hasta ahora los han experimentado nos son desconocidas. Puede, sin embargo, establecerse el hecho de que un huerto implica como condición elemental la disposición de un sitio o pequeño terreno adjunto a la vivienda del poblador, hecho este que determina una composición social particular.

En cuanto a las organizaciones para enfrentar el problema de la vivienda, es posible distinguir una diferente composición social que se relaciona directamente con el tipo de actividad y la forma organizativa que se adopta. Los comités de vivienda y de pobladores sin casa, están constituidos generalmente por allegados y familias de muy escasos recursos, que viven un problema dramático de hacinamiento, y que no disponen de los recursos necesarios (ahorro previo) para acceder a los subsidios habitacionales. Los grupos pre-cooperativos y de ahorro que aspiran a la denominada “solución propia”, están también constituidos en su inmensa mayoría por “allegados” y familias que, por distintas circunstancias, no han encontrado un cauce de solución en los programas y políticas vigentes; pero se diferencian de los que componen los “comités sin casa” por estar en una situación socio-económica relativamente mejor –obreros ocupados o trabajadores por cuenta propia del sector informal- que tienen la posibilidad de destinar una cuota mensual (entre 600 y 1.500 pesos mensuales) de ahorro para el logro de su objetivo; de hecho estos grupos han acumulado una cantidad significativa de dinero, llegando en algunos casos (7 grupos) a tener ya adquirido un terreno donde proyectan la construcción de su población. (No obstante lo anterior, hay que señalar que en el contexto de la actual crisis tienden a ser bastantes los socios que se han visto imposibilitados de continuar con sus ahorros regulares). Por otra parte, puede anotarse como característica de estos grupos una orientación cultural de tipo católico, que se expresa en una vinculación estrecha con los sacerdotes y parroquias de los cuales han recibido estímulo y apoyo. En cuanto a los comités de deuda, cabe señalar que se han constituido a partir de las más variadas situaciones, correspondientes al tipo de compromisos impagos: los comités de luz y de agua han surgido especialmente en los campamentos; los que se han formado para negociar el pago de dividendos del SERVIU corresponden obviamente a pobladores que han alcanzado precedentemente una vía de solución habitacional a través de dicho organismo público.

Al referirnos a la composición social de cada uno de los distintos tipos de O.E.P., hemos querido poner de manifiesto la existencia de una cierta heterogeneidad en cuanto a las características y motivaciones de las personas y grupos que participan en ellas; debe, sin embargo, tenerse presente que la mencionada diferenciación es muy relativa, y en realidad expresiva de la estratificación interna propia de los sectores populares urbanos y aún más específicamente de los grupos poblacionales pobres, denominados por algunos como “sectores marginales”. No es tanto que un tipo de organización concite el interés y convoque a ciertas categorías sociales, sino a la inversa, que ciertos grupos poblacionales


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